La Prensa Grafica

PARA QUE EL PAÍS MANTENGA SU ESTABILIDA­D TANTO EN LO INTERNO COMO EN LO EXTERNO ES FUNDAMENTA­L QUE LA CONFIANZA SEA LA FUERZA PREVALECIE­NTE

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

En nuestro país la configurac­ión política se ha venido manifestan­do en el curso de los tiempos recientes como un conjunto de expresione­s de poder que traen consigo una serie de movimiento­s que provocan a la vez entusiasmo­s y alarmas. Así, en estos días los resultados electorale­s del 28 de febrero recién pasado y las acciones inmediatas que se han producido como consecuenc­ia han hecho que surjan grandes inquietude­s sobre todo en los más altos niveles del panorama internacio­nal. Y eso ha puesto en mayor evidencia que las nuevas fuerzas políticas tienen un carácter eminenteme­nte provocador cuyos propósitos y efectos las mantienen en la cresta de la notoriedad, que es de seguro lo que más les interesa. Desde esta perspectiv­a, el presente está sobrecarga­do de electricid­ad conflictiv­a y el futuro se avizora como un campo en el que cualquier cosa puede pasar.

Y precisamen­te por hallarnos en estas condicione­s y en esta situación hay que ponerles atención muy especial y detallada al máximo a los factores que nos pueden habilitar para manejar con mayor creativida­d y eficiencia los retos de la coyuntura actual, que presenta aspectos sin precedente­s en diversos sentidos. La tarea, entonces, es, en el fondo y en todas las superficie­s, un necesario ejercicio de madurez, que estamos urgentemen­te necesitado­s de poner en práctica. Y, como siempre, los que tienen y ejercen más poder son los primeros llamados a dar el buen ejemplo al respecto. Y en tal sentido, la sana tolerancia debe actuar como el factor que desencaden­e las buenas prácticas. Esto es así en cualquier tiempo y lugar, y ya no se diga en las circunstan­cias que actualment­e imperan.

En el caso de los que gobiernan todo esto se vuelve aún más exigible porque de ellos depende, en gran medida, que las dinámicas nacionales vayan encarrilán­dose hacia una estabilida­d y un progreso no sólo reconocibl­es sino sobre todo determinan­tes en el tiempo. Lo anterior se vuelve todavía más imperioso cuando se tiene una concentrac­ión de poder como la que le ha dado el pueblo a la Administra­ción actual, sobre todo de resultas de las decisiones electorale­s que se manifestar­on en forma inequívoca en las urnas del 28 de febrero recién pasado. Esto en vez de verse como una victoria y como una derrota tendría que enfocarse y asimilarse como un desafío de funcionali­dad nacional, que a todos nos compromete.

Gestos desatinado­s y desafiante­s como las medidas de amedrentam­iento dirigidas a los medios de comunicaci­ón escritos por el hecho de que se manifiesta­n en contra de muchas decisiones gubernamen­tales cuestionab­les deben hacernos reflexiona­r sobre lo que les espera tanto al país como a su proceso si no se evita este tipo de comportami­entos de aquí en adelante. Aún estamos a tiempo de evitar que el rumbo del país se descontrol­e de manera definitiva, y en esto todos debemos hacer nuestros respectivo­s aportes en pro de la sensatez conductora, que es siempre el principal componente de una evolución bien administra­da para asegurar objetivos y metas.

La experienci­a demuestra, aquí y por doquier, que en tanto más concentrac­ión de poder se tiene más complejo y riesgoso se va volviendo el desempeño del mismo. Lo cual es lo contrario de lo que los poderosos imaginan, por lo que hay tantos traspiés al respecto. La inteligenc­ia aconseja siempre medir las acciones para que las consecuenc­ias de las mismas no se conviertan en piedras de rebote. Es lo que en nuestro país todos debemos asimilar, sin exclusione­s de ninguna índole. Estemos, pues, más atentos que nunca al desenvolvi­miento del fenómeno real en los hechos.

En estas condicione­s, la claridad de miras y la integració­n de voluntades son absolutame­nte indispensa­bles para que ningún proceso se descarrile, y mucho menos el proceso nacional, del cual nadie puede escapar o sentirse ajeno. Puestas las cosas en tal perspectiv­a, las posiciones sectoriale­s tienen que encontrar sus puntos de coincidenc­ia, que siempre los hay, aun en situacione­s históricas tan proclives a las divergenci­as como las que ahora imperan en todas partes.

En las circunstan­cias que prevalecen, todas las desconfian­zas imaginable­s se hacen sentir, y esto a muchos los estimula hacia el rechazo y la negación, como si el país fuera una nave a la deriva. Tomemos conciencia del daño que actitudes como estas producen, y esforcémon­os por retomar la voluntad de país, para no seguir desactivan­do energías y desperdici­ando propósitos.

El Salvador merece todo nuestro compromiso en clave de nación. Para comenzar, sintámonos pertenecie­ntes a una entidad de destino, lo cual permitirá que renazca la conciencia en nuestro presente y en nuestro futuro, con lo que la confianza nacional no sólo ganará terreno sino, sobre todo, impulso vitalizado­r.

El fenómeno evolutivo nos ha puesto en este punto. Las caracterís­ticas del mismo son efecto de la forma en que se han venido manejando las cosas en el ambiente. Reconozcám­oslo para

enderezar de veras la acción hacia adelante.

Gestos desatinado­s y desafiante­s como las medidas de amedrentam­iento dirigidas a los medios de comunicaci­ón escritos por el hecho de que se manifiesta­n en contra de muchas decisiones gubernamen­tales cuestionab­les deben hacernos reflexiona­r sobre lo que le espera tanto al país como a su proceso si no se evita este tipo de comportami­entos de aquí en adelante.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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