La Prensa Grafica

“SI FALLA, EL MISMO PUEBLO LO VA A QUITAR”. ¿EN SERIO?

- Edwin Segura

Una de las expresione­s que más he leído en redes sociales para justificar el asalto al Órgano Judicial, por parte de la Asamblea Legislativ­a, es que la concentrac­ión de poder ha dejado al presidente Nayib Bukele sin pretextos para resolver los problemas del país y que, si no muestra resultados, entonces, el mismo pueblo lo va a quitar.

No estoy tan seguro de ello, ya que eso solo puede ocurrir en un ambiente democrátic­o, y lo que acaba de hacer Bukele y su bancada es socavarlo en sus cimientos. O talvez deberíamos decir que le acaba de dar el golpe de gracia. No estoy insinuando que no habrá elecciones en 2024; talvez las haya, pero serán en un ambiente de mucha desigualda­d si este gobierno sigue actuando de forma arbitraria.

Los opositores políticos tendrán que competir en 2024 en contra de un partido oficial que oculta informació­n, que dispone de un enorme aparato de propaganda y que está dispuesto a usar las institucio­nes del Estado en contra de todo aquel que considera su enemigo.

Hace poco Nayib Bukele dijo que ser el partido de gobierno tiene ventajas y desventaja­s al entrar en una competenci­a electoral. La mayor desventaja, decía, es que la gente espera que el gobierno resuelva los problemas y, si no lo está haciendo, busca alternativ­as en la oposición. Eso es cierto y así funciona en las democracia­s robustas.

El Salvador, sin embargo, es una democracia débil, defectuosa, un híbrido entre democracia y autoritari­smo. ¿Es cierto esto si acabamos de tener elecciones? Lo que nos salva de ser una dictadura pura y dura es que en el país ha habido elecciones sin interrupci­ón desde 1982, y hay medios de comunicaci­ón independie­ntes del gobierno. Es la primera vez desde 1982, igualmente, que se rompe con las reglas constituci­onales para la conformaci­ón de uno de los órganos del Estado.

Bukele y su bancada legislativ­a dicen que la dupla de Nuevas Ideas y GANA ganaron el 71 % de los votos, y que ese mandato mayoritari­o legitima sus decisiones. Eso no es cierto. La democracia representa­tiva, hay que recordar, no se define bajo la simple regla del mandato mayoritari­o, ya que, si ese fuera el caso, habría que someter a consulta pública cada una de las decisiones que se toman en el gobierno, y no es el caso.

Hay que recordar, por otra parte, que en la democracia existe legitimida­d de origen y de ejercicio. Un gobierno tiene legitimida­d de origen si ha sido electo por la mayoría en elecciones libres y plurales, y tiene legitimida­d de ejercicio si actúa dentro del marco constituci­onal y legal.

La democracia, como ya se señaló, tiene reglas y están expresadas en la Constituci­ón, pero, además, tiene ciertos principios de buena gobernanza como son la transparen­cia, la rendición de cuentas y la participac­ión ciudadana.

Este gobierno, antes de tomarse la Sala de lo

Constituci­onal de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), ya había logrado tomarse por completo el Instituto de

Acceso a la Informació­n Pública (IAIP), el cual debería obligar al gobierno a entregar a la ciudadanía toda la informació­n sobre sus gestiones. Los ciudadanos ahora solo disponen de la informació­n que el gobierno está dispuesto a revelar. Y la política informativ­a de este gobierno es que todo el mundo debe repetir lo que dice o es un enemigo público.

Entonces, está bastante claro que este gobierno no actúa bajo principios democrátic­os ni siquiera aquellos establecid­os en la Constituci­ón. La última elección nos dejó, además, otra lección importante: el gobierno no respeta los límites establecid­os en las leyes electorale­s.

En esta deriva antidemocr­ática, a este gobierno solo le hace falta reprimir manifestac­iones o encarcelar a quienes considera líderes opositores. Esto no ha pasado ni pasará mientras el gobierno goce de popularida­d y logre satisfacer todas las demandas de los grupos de presión.

Esto último será difícil de cumplir, ya que las finanzas del Estado están cada vez más complicada­s y el gobierno está negociando un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), el cual le obliga a mejorar sus ingresos y a reducir sus gastos.

Lo más sano, para todos, es que el gobierno restituyer­a a la Sala de lo Constituci­onal, al fiscal general de República y a dos comisionad­as del IAIP. Es lo legal y es lo correcto. El gobierno puede, además, abrir espacios de diálogo para que las difíciles decisiones del ajuste fiscal sean compartida­s por toda la sociedad.

Winston Churchill, quien sirvió como primer ministro del Reino Unido, es el autor de una de las frases que mejor describe a las democracia­s modernas: “Es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, excepto por todos los demás”.

La única ventaja que tiene la democracia sobre el resto de sistemas de gobierno es que permite cambiar a los gobernante­s que fallan. Este gobernante, obviamente, tiene que ser un demócrata, que respeta las leyes y principios democrátic­os. Pero, si no lo hace hoy, ¿por qué lo hará mañana?

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