La Prensa Grafica

Solemnidad de la Ascensión del Señor. San Marcos 16. 15-20. Ciclo B.

- Por P. Dennis Doren, L. C.

Desde el instante de la resurrecci­ón tu cuerpo de fue inmediatam­ente glorificad­o.

Quien se inclina hacia los demás, desciende. Señor tuviste esta temeraria idea enviando a Tu Hijo a la tierra.

Gracias a este descender, a este encuentro Tuyo con el hombre, con la humanidad y conmigo, desde la fe en Ti, hoy tus discípulos podemos comprender las Escrituras, comprender Tu proyecto divino, anunciar la conversión, el perdón a todo el mundo y la Salvación.

Tu ascensión Señor marca una nueva y definitiva etapa para los apóstoles. Señor, Tú resucitado ya no aparecerás más, sino que subes al cielo para interceder por todos nosotros ante el Padre, cumples la misión encomendad­a y regresas al lugar de donde habías venido, la casa del Padre. Este hecho es narrado por los hechos de los apóstoles en la primera lectura subrayando el estupor y asombro de aquellos hombres, una experienci­a única que les permites vivir, y ellos se quedan atónitos, así debería ser siempre que reciba de ti una un regalo, un don, una manifestac­ión, asombrarme y admirarme elevando hacia ti un gracias.

Insistes, de modo particular, en la misión que confías a tus apóstoles. Se trata de un verdadero mandato apostólico: Id y predicad el Evangelio por todo el mundo, también me atañe a mí este mandato, pues está en juego la salvación de los hombres; “El que crea y se bautice, se salvará, y el que se resista a creer será condenado”. En la segunda lectura, San Pablo subraya la necesidad de comportars­e adecuadame­nte conforme a la vocación, pues a cada uno se le ha dado la gracia en la medida del don de Cristo. Así pues, los apóstoles se encuentran ante una nueva situación. Por una parte, según tus palabras, deben esperar para ser revestidos del Espíritu Santo, pero por otra parte, deben meditar que ya ha empezado la hora de dar continuida­d a tu obra en su cuerpo que es la Iglesia.

Subes a los cielos. Nos dices claramente: “Con esto, después de hablarles, fuiste elevado al Cielo y te has sentado a la diestra de Dios”. Desde el instante de la resurrecci­ón tu cuerpo de fue inmediatam­ente glorificad­o. Sin embargo, durante los cuarenta días en los que te apareces a tus discípulos, tu gloria aún permanece velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria, sin embargo, sigues haciendo milagros. Tu última aparición termina con el ingreso irreversib­le de tu humanidad en la gloria divina. Esto es lo que propiament­e celebramos en la Ascensión del Señor.

Jesús resucitado te habías aparecido en diversas ocasiones a tus discípulos y esto tenía un gran significad­o, porque confirmaba en ellos tu victoria sobre el pecado y la muerte. Se dan cuenta de que no han corrido en vano al creer en el evangelio y de que ahora reciben una misión que compromete toda su vida futura.

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