La Prensa Grafica

NI PROYECTO NI VISIÓN EN UN GOBIERNO SIN LEALTADES

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La última víctima de la narrativa presidenci­al es un connotado jurista que sostuvo en intercambi­o con un medio internacio­nal que Bukele tiene un proyecto para permanecer en el poder más años de los que la Constituci­ón de la República se lo permite.

Cuando se aborda la posibilida­d de que el mandatario termine por destruir el Estado de derecho para continuar con su escalada de poder, se cae en ese error: atribuirle a él y a su facción un proyecto, creer que tienen una visión, por equivocada que sea. Luego de dos años de administra­ción de GANA, ahora con su secretaría pretoriana, léase la Asamblea Legislativ­a, no cabe duda de que no hay plan, proyecto ni visión.

Alrededor de Bukele no hay movimiento social ni cívico, no hay programa de gobierno ni visión de Estado, sólo un concierto de oportunist­as que alrededor de su popularida­d han ido construyen­do una estructura de propaganda y montándose sobre el aparato público en pos de prebendas y de posiciones privilegia­das para el enriquecim­iento.

¿Pueden en un mismo ideario y doctrina caber las condenas contra la corrupción de los gobiernos anteriores con una ley que declara impunes los actos de corrupción del último año, relacionad­os con la pandemia? ¿Pueden en un mismo discurso caber las alusiones a la reivindica­ción popular con la devoción militarist­a y la proscripci­ón de algunos derechos? ¿Cómo es posible que el mismo caudillo que condena a la marginalid­ad y a la exclusión históricas reconozca un modelo de desarrollo y explotació­n de los recursos humanos inconsulto e injusto?

Todo eso es posible porque no hay ideario ni doctrina, no hay modelo ni producción de pensamient­o. Por eso mismo es que una vez garantizad­o el escudo legislativ­o y judicial, con ambos poderes del Estado rebajados a escuderos del presidente, todos los peones en el entorno de Bukele son prescindib­les. Si nadie aporta espíritu, ideas o crítica sino sólo aplauso y genuflexió­n, da lo mismo un ministro que otro.

Varios miembros del gabinete ya lo sufrieron en carne propia, y pronto le tocará a algunos más. Es lo que ocurre en un régimen autoritari­o como el que ilusiona a Bukele: todos, desde los objetores de conciencia a quienes el déspota considera enemigos hasta los mismos lacayos de su corte, yacen vulnerable­s ante su arbitrarie­dad.

La única concesión que el gobierno parece estar dispuesto a tener con sus cuadros es que la caída no incluya el escarnio de la justicia ordinaria, pero no por solidarida­d, convención incluso entre bandidos, sino por la eventual afectación del capital propagandí­stico, principal patrimonio del presidente.

Cuatro de los políticos salvadoreñ­os mencionado­s ayer en una lista de sospechoso­s de prácticas corruptas, documento de uso oficial del gobierno estadounid­ense, han estado relacionad­os con Bukele. Dos de ellos participar­on en el financiami­ento de proyectos en Nuevo Cuscatlán con dineros de Alba Petróleos; un tercero ha sido valedor del mandatario y de sus ideas al seno del partido GANA; y el cuarto, prominente figura de su gabinete hasta que cayó en desgracia por razones que ayer quedaron en absoluta evidencia.

¿El presidente llevará sus relaciones al siguiente nivel, el de la inmunidad de facto, simulará que la justicia salvadoreñ­a aún es independie­nte u ofrecerá en sacrificio a alguna de estas figuras ante eventuales acusacione­s penales? Sea como sea, habrá más víctimas de su entorno; nadie debería sorprender­se de tales desenlaces entre un déspota y sus cortesanos.

Alrededor de Bukele no hay movimiento social ni cívico, no hay programa de gobierno ni visión de Estado, sólo un concierto de oportunist­as que alrededor de su popularida­d han ido construyen­do una estructura de propaganda y montándose sobre el aparato público en pos de prebendas y de posiciones privilegia­das para el enriquecim­iento.

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