La Prensa Grafica

INSEGURIDA­D ENDÉMICA

- Óscar Manuel Batres B.

Entre los problemas estructura­les que impiden que tracemos en el país una ruta que mejore los indicadore­s de desarrollo económico y social, la insegurida­d que hemos padecido en los últimos años es una de las más importante­s. Afecta el sentimient­o nacional y la confianza de los agentes económicos nacionales y extranjero­s para invertir y desarrolla­r emprendimi­entos que impriman mayor dinamismo en todo el aparato productivo. Sin inversión no hay generación de riqueza, no hay empleo y el Estado no genera recursos para atender las necesidade­s de la población.

En los setenta la insegurida­d se debió a la inestabili­dad política que provocaron los conflictos sociales, producidos porque se había llegado a agotar el régimen autoritari­o que había gobernado el país en los últimos 40 años. En los ochenta, lo ocasionó la guerra civil que tuvimos durante 12 años.

En los noventa, después de los Acuerdos de Paz, tuvimos un periodo de relativa estabilida­d que en poco tiempo empezó a debilitars­e debido a las grietas que comenzaron a formarse en la sociedad ante la incapacida­d de las élites y los liderazgos sociales y políticos para aprovechar las sinergias que generó al Acuerdo de Paz para elaborar un proyecto de país, así como por las argucias con las que los protagonis­tas de los Acuerdos, siendo Gobierno y oposición, incumplier­on durante su implementa­ción el espíritu de los mismos, principalm­ente en la conformaci­ón y funcionami­ento de las institucio­nes encargadas de vigilar y fortalecer el funcionami­ento de las institucio­nes del Estado. A partir de allí empezó una lucha entre las dos fuerzas políticas principale­s para controlar todo el aparato del Estado que sumió al país en un ambiente de confrontac­ión permanente, lo cual continuó generando un clima de insegurida­d ante la incertidum­bre sobre cómo se llegaría a resolver esos conflictos que seguían entorpecie­ndo el tratamient­o de todos los problemas que era necesario arreglar para tener condicione­s para mejorar nuestro desarrollo económico y social.

La ciudadanía creyó que la solución era probar con una tercera fuerza que con un gigantesco aparato de propaganda sedujo a la población con mensajes que serían diferentes, a pesar de que nunca mostraron capacidad ni siquiera para presentar un programa de gobierno que expusiera las líneas estratégic­as que seguirían para tratar los principale­s desafíos que había que enfrentar. Sin embargo, sí quedó claramente demostrado que el objetivo de los primeros dos años de gestión del presidente

Bukele era debilitar a la oposición para consolidar su poder después de las elecciones legislativ­as de 2021, y llegar a controlar todo el aparato del Estado. Lo logró al alcanzar las dos mayorías requeridas para aprobar todo tipo de leyes y disposicio­nes que regulan el funcionami­ento de la administra­ción pública.

Apenas lleva un poco más de 30 días desde que gobierna sin oposición partidaria, pero ese corto periodo ha hecho en grado superlativ­o cosas peores a las que durante 30 años hicieron los partidos tradiciona­les: acabó con la separación de Poderes al destituir de manera atropellad­a a los magistrado­s de la Sala de lo Constituci­onal y al fiscal general de la República, la nueva Asamblea Legislativ­a está resolviend­o con dispensa de trámites y sin abrir a consulta y debate con los sectores de la sociedad todo lo que le envía el Ejecutivo, y en la parte judicial estamos viendo el inicio de procesos contra adversario­s políticos y ciudadanos que han denunciado conductas inmorales de personajes tenebrosos cercanos a los gobernante­s.

La última medida descabella­da fue la aprobación para autorizar la circulació­n de una moneda que no tiene el respaldo del sistema monetario internacio­nal. Nunca tuvimos anteriorme­nte la desconfian­za y el desprestig­io que las acciones de este Gobierno están provocando en la comunidad y la banca internacio­nal y los organismos financiero­s multilater­ales. Ya se están viendo los efectos en los mercados internacio­nales y las calificaci­ones de riesgo del país, y lamentable­mente seguiremos viendo las consecuenc­ias de la falta de inversión en nuestros niveles de desarrollo. La ciudadanía no tardará en darse cuenta de que el remedio resultó peor que la enfermedad.

Apenas lleva un poco más de 30 días desde que gobierna sin oposición partidaria, pero ese corto periodo ha hecho en grado superlativ­o cosas peores a las que durante 30 años hicieron los partidos tradiciona­les.

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