OCTAVIO, UNA LUCHA CONSTANTE POR SUS HIJOS
VIUDO DESDE HACE SIETE AÑOS, SE GANA LA VIDA CON HAMACAS Y CARTERAS HECHAS CON BOLSAS DE PLÁSTICO.
Octavio González, de 55 años, vive en Acajutla, es un hombre trabajador, pero sobretodo un padre responsable y amoroso.
Quedó viudo hace siete años, un cáncer de mama le arrebató a la que fue su esposa durante 18 años, y desde entonces se ha dedicado exclusivamente a trabajar y a la crianza de sus cinco hijos y un nieto.
La necesidad de sacar adelante a sus hijos lo obligó a buscar un oficio que le permitiera trabajar en la casa y es así como tuvo la idea de reciclar bolsas plásticas para elaborar hamacas, carteras y otros productos.
“Después de la muerte de mi esposa quedamos sin nada, lo poco que teníamos lo invertimos en su tratamiento, pero no pudimos recuperarla del cáncer, nos tocó duro. Busqué de donde ganar dinero y observé que las bolsas plásticas se estiran y se convierten en un material fuerte, habiendo tantas botadas decidí recolectarlas y hacer una hamaca, y poco a poco fui aprendiendo y perfeccionando la técnica. Lo que para muchos es inservible o basura, para mi es la materia prima para el sostén de mi familia”, manifestó.
Octavio recorre a diario, ya sea caminando o en bicicleta, hasta 25 kilómetros de la carretera hacia el municipio de Acajutla, donde reside con sus hijos, en busca de las bolsas plásticas desechadas.
Afirma que algunas personas que lo conocen y saben a lo que se dedica, le recolectan las bolsas que ya no usan y se las entregan posteriormente.
Octavio convierte las bolsas plásticas en diferentes productos como mochilas, carteras y estuches, pero su principal artesanía son las hamacas, que asegura le ha permitido mantener a sus hijos.
Dependiendo del tamaño, los precios de las hamacas rondan los $35; mientras que las carteras las vende a $4.
Además, en la temporada de lluvias, sin ser un profesional de la agricultura, Octavio aprovecha para sembrar maíz, y hortalizas, de las cuales vende una parte y la otra le sirve para la alimentación de sus cinco hijos y nieto.
“Mi vida cambió, desde que fui padre se acabaron la salidas a jugar fútbol los domingos, había que estar en la casa, pero cuando mi esposa falto fue muy duro. Hubo momentos que en mi hija mayor se enfermaba y me tocaba echar tortillas, cocer frijoles, desde allí pude entender que no solo es que le digan a uno que es padre por tener hijos, sino que hay que demostrarlo con hechos, porque si no está la mamá hay que lavar ropa también. El amor que uno le pone a los hijos es incomparable”, expresó Octavio.
“Entendí que ser padre no es solo que le digan a uno así, sino hay que demostrarlo con hechos. El amor que le tengo a mis hijos es incomparable”.
Octavio González,
PADRE DE FAMILIA.
“Es un buen padre, nunca nos dejó solos, siempre estuvo apoyándonos; para nosotros es nuestra razón de vivir”.
Tania González, HIJA.
El esfuerzo que él realiza a diario se ve compensado por el gran amor que le profesan sus hijos: Tania Yaneth, de 24 años; Moises Dagoberto, de 22 años; Stefany Johanna, de 20 años; Brandon Balmore, de 12 años, y Doris Saraí, de 10 años. Los dos más pequeños continúan con sus estudios de educación básica. Mientras que sus primeros tres hijos ya finalizaron el noveno grado y se dedican a trabajar para ayudar a su padre con los gastos de la casa y los estudios de sus hermanos.
“Él es un gran padre, porque a pesar de que perdimos a nuestra madre, él nunca nos dejó solos, siempre estuvo apoyándonos, luchando, y mostrándonos su amor.
Para nosotros es nuestra razón de vivir, es lo único que tenemos y lo bueno es siempre estar a un lado de él. El día del padre tratamos de hacerle un almuerzo para que sepa lo feliz y agradecidos que estamos con él“, comentó Tania.
Los hijos de Octavio no ocultan lo orgullosos que están de su padre, por eso afirman que nunca lo dejaran solo.
Hace cinco años Octavio sufrió un derrame cerebral, afirma que fue por la dura situación que enfrentó tras la muerte de su esposa, pero dice que sacó fuerzas para recuperarse, aunque no ha podido continuar con su tratamiento por falta de recursos económicos.
“Me ha tocado llorar por la falta de mi esposa, cualquiera que no ama a la persona la olvida, pero cuando esa persona es con quien se ha convivido una vida, es difícil. Lo único que me llena el vacío de ella es el amor de mis hijos”, expresó.
Octavio y sus hijos viven de posada en una casa hecha de lámina y madera, en la hacienda Los Gavilanes, en el cantón El Sálamo de Acajutla. Las necesidades de la familia son muchas, pero Octavio se esfuerza para que no les falta lo básico. Si desea apoyarlo con la compra de sus productos puede llamarlo al 6048-9923.