SINVERGÜENZAS
¡Sinvergüenzas! No cabe otra palabra para cualquiera que se haya lucrado del Pueblo, antes u hoy; para los que se acuerdan de las promesas de campaña, solo previo a las elecciones, pero olvidan lo prometido en cuanto obtienen el triunfo. Sinvergüenzas todos los que se lucran de la política y la han convertido en sinónimo de corrupción, cuando debería entenderse como servicio a los demás desde la Cosa Pública.
Qué frecuente se ha convertido en América Latina (y particularmente en nuestro país) oír a los canallas culpar de todo lo malo a quienes les precedieron, pero olvidar con cinismo que ellos habían asegurado ser diferentes y haber asegurado además cambiar al gobierno. Cuánto descaro observa uno, al notar que los gobernantes de hoy hacen magia para desligarse del pasado y hablan de nuevas ideas, cuando la cochinada inunda sus casas, llenas de corrupción, descaro y oscuridad.
La gente me pregunta algunas veces, por qué yo fui siempre crítico de bukele y sus esbirros; y más de alguien me ha dicho, a manera de insulto con frecuencia, que yo “odio” al personaje. No es así, el tipo me importa un comino, y nunca lo mencionaría si no fuera el presidente; pero como psiquiatra, pude prever su naturaleza dictatorial desde el inicio de su carrera en Nuevo Cuscatlán, cuando evidenció su megalomanía narcisista al cambiar el escudo de esa ciudad por la “N” que recordaba su nombre; mismo patrón que repitió en San Salvador, dejando ambos municipios además quebrados; y que claramente ha seguido construyendo mientras deja en bancarrota todo el país.
Sinvergüenzas y descarados, todos aquellos que juraron ser correctos y hacer del mérito la norma, jactándose de mantener la renuncia de sus ministros a la mano por si cualquiera transgredía la ley, pero ocultando a los ladrones cuando la CICIES o las investigaciones internacionales sugirieron un delito. Canallas de cuello blanco que prometieron transparencia, pero que se preocuparon desde el inicio en ocultar todo lo que se perdía (por no decir, robaban) y que al llegar a la Asamblea, para su propia vergüenza y condenación, quitaron a los jueces que podrían contener al delito, nombraron a un fiscal títere y blindaron con una ley espuria el manejo oscuro durante la pandemia, protegiendo a un potencial delincuente en vez de la sociedad, todos esos actos fueron claramente ilegales, pero eso al grupo de malhechores esclavos del califa les importa un bledo, porque son lo que son, asco de políticos que juraron defender la Constitución y la ley, pero la transgredieron en cuanto pudieron.
Sinvergüenzas los que juegan con las ilusiones del Pueblo y le prometen bienestar y democracia, pero insultan y desconocen a cualquiera que se oponga a los designios de su profeta y sultán; y que están a punto de concretar el robo del milenio en esta pobre tierra, sustrayendo el dinero real y sustituyéndolo por criptomonedas, ya no como una inversión sino como un acto obligatorio; y hurtando la energía geotérmica e hidroeléctrica para producir y enfriar las “granjas” con las que pretenden “minarla”, pero convenientemente olvidando que esa energía ya forma parte de la matriz energética de
El Salvador y que si se usa para ese fin, habrá que comprar mucho más petróleo para suplir el déficit eléctrico que ocasionarán, aumentando exponencialmente las tarifas de todo.
Pero se olvidan de lo más importante; se olvidan que Dios existe y mira nuestras acciones; y al final del camino o antes para muchos, por Su eterna justicia, nada quedará impune, porque tanto las buenas acciones, como las malas, están siempre expuestas para el Señor, el verdadero y único; y no el dios blasfemo de los idólatras que hoy llaman “mi señor” presidente a un ídolo con los pies de barro y el ánimo maléfico de la mentira y de la traición.
Están a punto de concretar el robo del milenio en esta pobre tierra, sustrayendo el dinero real y sustituyéndolo por criptomonedas, ya no como una inversión sino como un acto obligatorio.