“SIENTO COMO QUE ME ESTOY DESPERDICIANDO”
Benjamín Mejía nació con una enfermedad que es comúnmente conocida como “huesos de cristal”. Tiene talento para la arquitectura y el arte, pero nadie le da empleo.
“Hasta ahorita yo solo soy una carga para mi familia. Me siento triste. Siento como que me estoy desperdiciando”.
Benjamín Mejía tiene 29 años. Mide 1 metro con 50 centímetros. Padece osteogénesis imperfecta. Tiene sueños, tiene talento para crear, pero, sobre todo, tiene ganas de salir adelante. Solo está esperando que le den una oportunidad laboral.
Desde el embarazo, a su madre le advirtieron que su hijo, el menor de tres hermanos, iba a nacer con una enfermedad que es comúnmente conocida como “huesos de cristal”. En el vientre materno sufrió las primeras dos de las seis fracturas que han padecido sus huesos fémur. La última ocurrió cuando tenía 11 años y regresaba de estudiar. Abordó un bus e intentó caminar hasta el fondo para lograr un asiento, pero el motorista arrancó bruscamente y lo botó. “Si hubiera vivido en Estados Unidos, lo hubiera demandado para que me pagara la operación, pero aquí en El Salvador, ¿cómo?”, lamenta.
Si bien estudió en un colegio privado, considera que esa oportunidad luego significó un obstáculo para estudiar en la estatal Universidad de El Salvador (UES) porque le asignaron una cuota que su familia no podía pagar. Por ese entonces, su papá se quedó sin empleo y su mamá no trabaja desde que él nació. Su madre, incluso, abandonó su carrera de Medicina por el embarazo de riesgo. Benjamín cuestiona que la Ley Especial de Inclusión de las Personas con Discapacidad aún no tenga presupuesto asignado y hace énfasis en el artículo 63 de esta legislación: toda empresa debe emplear a una persona con discapacidad por cada 20 empleados.
“Hasta ahorita yo solo soy una carga más para mi familia. Solo mi hermana sostiene el hogar. Mi papá consiguió una pensión mínima que solo le alcanza para el tratamiento de su diabetes. Yo me siento triste. Yo siento como que me estoy desperdiciando. Mucha gente me dice que tengo potencial, pero nadie me abre un espacio”, dice.
El potencial del que habla es el que descubrió a raíz de un concurso que lanzó en 2012 una marca de lápices y bolígrafos: se dio cuenta que tenía talento para crear obras de arte con ambos productos. Ese año y el siguiente se agenció el primer lugar de la competencia y desde entonces crea cuadros para aprovechar su tiempo.
Pero solo comprar una caja de lápices o de colores implica desembolsar dinero.
“Yo tuve que dejar de estudiar arquitectura porque ya no podía pagar la cuota. Mi hermana sí terminó la carrera porque su cuota era de $4, porque ella estudió en el sector público. Ella es la única que se tituló y es el sostén de la familia”, dice.
Benjamín no solo dejó de estudiar porque su familia no podía costear la carrera universitaria , sino también porque desde los 14 años comenzó a padecer deficiencia auditiva y no había dinero para comprarle prótesis, por lo que esa condición de salud empeoró con el paso de los años.
“Yo solo le pido al Estado que hagan cumplir la ley de inclusión, porque si existe es para hacerla valer, no para tenerla archivada con un montón de papeles más. Que nos den empleo. La ley dice que hasta préstamos para viviendas deberíamos tener y ¿cómo?”, ataja.