LA LEGALIZACIÓN DEL BITCOIN NOS LLEVA A LA ZOZOBRA
Para decirlo rápidamente, El Salvador no cuenta con la infraestructura para basar la economía en ninguna criptomoneda. Además, es oportuno recordar que la mayoría de la población económicamente activa ni siquiera tiene cuenta de ahorros, y que pese a los esfuerzos de poderosos proveedores internacionales con años en el mercado nacional, la conectividad es baja.
La pregunta no es qué pasará con el proyecto de bitcoinización sino qué tan con la cola entre las patas saldrá el gobierno de este invento. Es que si el oficialismo no desiste de este proyecto de negocios pese a la incertidumbre de los sectores productivos, las críticas internacionales por la falta de transparencia sobre el proyecto y el estrés innecesario en que han sumido a la banca, el daño no será de imagen y narrativa sino un perjuicio económico para todos los salvadoreños.
Para decirlo rápidamente, El Salvador no cuenta con la infraestructura para basar la economía en ninguna criptomoneda. Además, es oportuno recordar que la mayoría de la población económicamente activa ni siquiera tiene cuenta de ahorros, y que pese a los esfuerzos de poderosos proveedores internacionales con años en el mercado nacional, la conectividad es baja.
Sostener que el país adoptará un bimonetarismo de esta índole abrazando una criptomoneda es aceptar que otros Estados y otros actores especulen con la economía salvadoreña, es resignarse a que en esas esferas se lucre de la especulación a costillas de la economía cuscatleca. O en otras palabras, equivale a invertir a sabiendas de que estás metiéndote en un mal negocio.
Y es todavía más absurdo prepararte voluntariamente para perder dinero cuando el principal ingreso externo que recibes en tu producto interno bruto es precisamente un flujo de miles de millones de dólares procedentes de los Estados Unidos de América vía remesas. ¿A quién se le puede ocurrir que meterle una costosa cañería a ese río de ingresos sea un buen negocio? Sólo al dueño de la cañería y a sus socios en el gobierno salvadoreño.
Por increíble que suene, la única explicación posible al ridículo que el Estado salvadoreño está haciendo ante los organismos financieros internacionales, a la zozobra que esta torpeza técnica y propagandística ha sembrado entre los inmigrantes salvadoreños que luchan por enviar su dinero de modo seguro al terruño y al pánico entre ciertos sectores de la población que se acostaron no hace muchas noches temiendo que su salario se les pagara en una moneda de la que nunca habían escuchado es que alguien en el gobierno se verá beneficiado.
Se verá o se vio, porque al menos en un principio el anuncio de Bukele supuso un despegue en la cotización de esa criptomoneda, mismo que se hizo añicos ayer, después de que China reforzó las regulaciones contra el minado de criptomonedas por considerar que "perturban el orden económico y financiero normal y generan riesgos de transferencias transfronterizas ilegales de activos".
Sí, el presidente y el gobierno que se desviven por el protagonismo, por ser trending centroamericano, por hinchar el patrioterismo más artificial con exageraciones, ha sufrido de una lamentable lectura del timing. Quizá por unos días, Bukele hizo minería con el bitcóin y desvió la atención de Cicies, Chalchuapa, desapariciones y del enfriamiento diplomático con los Estados Unidos. Pero si esa fue su principal ganancia con toda esta trama, ha sido un Waterloo de comunicación e imagen. Y esa derrota, oficializada acaso con una declaratoria de inconstitucionalidad, habrá sido en cualquier caso menos cara para el país que continuar con una aventura trasnochada llevando a la nación al abismo en pos de El Dorado.