EL BITCÓIN, UN CUENTO QUE SUMA MENTIRAS
Nunca los vi preguntar cómo hacemos para traer dólares de Estados Unidos, por los cuales pagamos el 100% de su valor impreso", escribió ayer en su red social. Lo que se le olvida a Bukele es que no habrá gobierno ni organismo multilateral de cooperación que acepte la criptomoneda, de tal modo que en lo que al valor del circulante como divisa, tener bitcóins equivaldrá a tener poco menos que piedras.
Cada vez que el gobierno aborda el tema bitcóin, hace el ridículo y confunde a los ciudadanos que todavía están interesados en esa necedad.
De no ser por el artículo 7 de la Ley Bitcóin, según el cual: “Todo agente económico deberá aceptar bitcóin como forma de pago cuando así le sea ofrecido por quien adquiere un bien o servicio”, sólo habría un interés marginal por esta triste anécdota del presidente de la República.
Igual de anecdótica fue la intervención de Bukele hace unos días, queriendo cambiar el sentido taxativo en la redacción de ese artículo con un sketch en el que hizo las veces de constitucionalista precoz, vendedor en línea e incluso economista.
Y ya que la idea de convertir al volátil activo conocido como bitcóin en moneda de curso legal se ha quedado públicamente huérfana pese a que detrás suyo está el círculo más cercano del mandatario, ahora todo se trata de un juego de palabras, de una discusión sobre la semántica del artículo 7 y de tapar la ligereza con más ambigüedades.
Ambiguo es lo menos que puede decirse del argumento presidencial de inyectarle vida a la criptomoneda en cuestión con fondos públicos: ayer, cuestionado al respecto, el ministro de Hacienda agregó que ese capital inicial no es convertible a dólares, nada menos que 120 millones de dólares que se convertirían, de continuarse con esta memez, en humo.
Acto seguido, para corregirle la plana a uno de sus valedores más leales en el gabinete, el presidente se hundió todavía más arguyendo que al gobierno le resultará más barato gastarse millones en la infraestructura alrededor del bitcóin que lo que invierte en traer dólares al país. “Nunca los vi preguntar cómo hacemos para traer dólares de Estados Unidos, por los cuales pagamos el 100 % de su valor impreso”, escribió ayer en su red social. Lo que se le olvida a Bukele es que no habrá gobierno ni organismo multilateral de cooperación que acepte la criptomoneda, de tal modo que en lo que al valor del circulante como divisa, tener bitcoines equivaldrá a tener poco menos que piedras.
Y por insólito que suene, mientras continúa empujando a la economía nacional a un naufragio, consumido por un mesianismo trasnochado y por ínfulas que vuelven a El Salvador el hazmerreír internacional, sus lobistas se debaten en los pasillos de la banca mundial solicitando los fondos que el país necesita para no caer en default.
Sin oposición política que pese, sin especialistas asesorando al gobierno más que en propaganda, con una Asamblea Legislativa amanuense y el sector bancario estupefacto ante la nociva quimera que Bukele ha firmado en los últimos meses, la pregunta es quién le pondrá el cascabel al bitcóin y sacará a El Salvador de este extravío.
Es que en la medida que los riesgos que la economía cuscatleca corre con esta idea se van revelando, la pregunta de si Bukele es consciente o no de lo innecesario de este trance pasa a segundo plano. Con autocrítica del mandatario o sin ella, con resistencia del mismo oficialismo o sin ella, en el cual es imposible que no haya al menos un ministro alerta ante la inminente calamidad, la nación ya le dijo no a la criptomoneda y así como le bajó al pulgar al bipartidismo, la motivación adecuada le bastará para activarse en consecuencia.