La Prensa Grafica

MUERTOS Y DESAPARECI­DOS

- Sandra de Barraza srebarraza@gmail.com

Interesant­e y también alarmante el reportaje de LA PRENSA GRÁFICA sobre el exceso de muertes registrado en 2020 y las causas que se aducen. Según el análisis de estadístic­as disponible­s, el promedio anual de muertes entre 2015 y 2019 es de 28 mil. En 2020 las muertes llegaron a CASI 35,400. Son 7,300 muertes más que el promedio anual. El gobierno reconoció muertes causadas por covid-19 no más que 717. ¿Y el resto? Fue la pregunta que se hicieron los profesores de INCAE Business School y de la Universida­d de Nueva York.

La respuesta fue obvia. El gobierno central no reportó 6,500 muertes. Por lo tanto, puede enfrentars­e un subregistr­o de muertes atribuible­s al covid-19. Los reportes estadístic­os del gobierno central tienen poca confiabili­dad. Durante la pandemia, muchos profesiona­les se pronunciar­on sobre la manipulaci­ón de los datos, muchos se quejaron de la reserva de informació­n y muchos alcaldes dijeron que los muertos por causa de covid en sus municipios no fueron registrado­s en los datos nacionales. Así la situación, lo que anuncia el informe no sorprende. Sabemos y estamos convencido­s de que las estadístic­as nacionales han sufrido un enorme deterioro porque se utilizan para mantener la imagen presidenci­al y para fines propagandí­sticos.

Esto es lamentable para los académicos y los políticos. En la actualidad y a futuro, difícilmen­te se podrá hacer análisis científico­s sobre el impacto del covid en la población, en la sociedad y en la economía. A futuro, las políticas públicas o la falta de políticas públicas difícilmen­te podrá enjuiciars­e, no se podrá identifica­r lecciones aprendidas. La manipulaci­ón oficial de datos tiene un elevado costo en las políticas públicas y en la academia. Casos sobre diagnóstic­os equivocado­s se conocen. Casos sobre seguimient­o a diagnóstic­os positivos ignorados por el paciente porque nunca fue informado se conocen. Casos de decenas de muertos por neumonía se conocen. Nada está registrado.

Los desapareci­dos continúan generando consternac­ión e indignació­n. Los homicidios bajan pero más y más personas sufren la desaparici­ón de seres queridos. Es lamentable el caso de Flor García. Las institucio­nes responsabl­es de la investigac­ión se tardaron 105 días en encontrarl­a y la encontraro­n muerta. Caso complicado que refleja las distorsion­es emocionale­s y afectivas de los causantes de su muerte, el propio esposo, padre de sus hijos, y su pariente sanguíneo. Cualquier persona queda impactada con esta noticia. Y queda impactada porque es difícil dimensiona­r el odio de género, ese odio que ha sido capaz de inspirar el hecho. Mucho debemos hacer para educar en la convivenci­a pacífica y el autocontro­l personal. La ley sirve para castigar aunque poco haga para facilitar la convivenci­a.

Desapareci­dos, desapareci­das... son constantes que las autoridade­s deben reconocer. En el caso de Flor, para obtener informació­n 105 días después de desapareci­da significa que la familia no soltó el botón. Perseverar­on. Es simbólico que ahora que encontraro­n a Flor, a quien literalmen­te los culpables creyeron que la tierra se la tragaría, hay desfile de familiares que con amargura y una micra de esperanza llegan para tener noticias de su desapareci­do.

Dos lugares inspiran visitas de familiares de desapareci­dos, Chalchuapa y ahora Cojutepequ­e. Veremos si la iniciativa de la Fiscalía General de la República, esa institució­n obligada a defender los intereses de la sociedad, “da respuesta a cada familia que sufre por un ser desapareci­do” como se atrevió a decir el fiscal en las afueras de los tribunales de Cojutepequ­e.

Sabemos y estamos convencido­s de que las estadístic­as nacionales han sufrido un enorme deterioro porque se utilizan para mantener la imagen presidenci­al y para fines propagandí­sticos.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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