NO SE QUISO ESCUCHAR
Lo que ARENA y el FMLN trataron de hacer infructuosamente, durante los treinta años que gobernaron el país, Nuevas Ideas lo ha hecho ya en apenas dos meses: concentración de poder al máximo posible, destrucción del equilibrio entre los órganos del Estado, desbaratamiento de las entidades fiscalizadoras, crecimiento exponencial de la corrupción, persecución de la crítica y el disenso, anulación de la oposición política, ofensiva sistemática contra el periodismo independiente, edificación de un grotesco andamiaje propagandístico y la apertura del camino hacia la reelección presidencial.
Areneros y efemelenistas desaprovecharon el tiempo que tuvieron para fortalecer las instituciones, consolidar el imperio de la ley y educar a las nuevas generaciones en el amor a la libertad y la defensa de la democracia. En lugar de hacer eso, unos y otros diseñaron currículas de estudio mecánicas y utilitaristas, desvinculadas de la historia, la moral y de otros aspectos que posibilitan la formación en ciudadanía; amenazaron y hasta llegaron a atentar contra el Estado de derecho, inaugurando ciclos de manipulación jurídica que ahora se vuelven contra ellos, y de los muros de las instituciones democráticas (que dejaron a medio construir) extrajeron las piedras con las que se atacaron mutuamente por tres décadas.
Nayib Bukele, como toda anomalía política, no es producto de la casualidad. El fenómeno del populismo suele ser resultado de una cadena de errores, por medio de los cuales se enfatiza en lo accesorio, se avanza un poquito en lo importante y se deja para después lo fundamental. Quien ahora ostenta la Presidencia de la República solo tuvo que aprovecharse astutamente de eso, con la diferencia que ha conseguido multiplicar hasta el infinito lo accesorio y ha abandonado por completo lo fundamental.
ARENA impulsó el tristemente célebre decreto
743 y el FMLN lo utilizó con el propósito de maniatar a la Sala de lo Constitucional. Los
“Magníficos”, apoyados por la ciudadanía organizada, resistieron el embate y la democracia prevaleció. Nuevas Ideas no solo destituyó a los magistrados constitucionales legítimos, amparándose en el resultado de un proceso electoral plagado de irregularidades, sino que acaba de volver a atropellar nuestra Carta Magna eligiendo fraudulentamente a otros integrantes del órgano judicial. Sin duda los diputados oficialistas han terminado “haciendo historia”, porque nadie había llegado tan lejos en el desmantelamiento de nuestra democracia.
Por supuesto que hubo corrupción en el pasado, pero nunca, como hoy, un gobierno había dispuesto de tanto dinero y se había mostrado tan reacio a dar cuentas de sus actuaciones. De ahí también la persistencia en el ataque a los medios de comunicación que aún conservan su independencia: esas valientes investigaciones incomodan porque sacan a la luz eso que el régimen quisiera mantener en la tiniebla.
Las arremetidas contra la libertad de expresión, sin embargo, no logran imponer silencio. Ni aquí ni afuera. Por el contrario, las conductas corruptas y antidemocráticas de la administración Bukele se ven ahora magnificadas por listas negras que la comunidad internacional utiliza para sancionar a personas específicas, cuya reputación sufre –talvez para siempre– un descalabro planetario.
Por último, es claro que la persecución política ha empezado oficialmente en El Salvador. Antes se trataba de amenazas; hoy ya vemos al fiscal impuesto haciendo lo que se espera de él desde el Ejecutivo. Es cuestión de tiempo para que las cárceles rebosen de opositores y críticos. La tiranía por fin está a las puertas.
Nayib Bukele, como toda anomalía política, no es producto de la casualidad. El fenómeno del populismo suele ser resultado de una cadena de errores.