La Prensa Grafica

NO SE QUISO ESCUCHAR

- Federico Hernández Aguilar

Lo que ARENA y el FMLN trataron de hacer infructuos­amente, durante los treinta años que gobernaron el país, Nuevas Ideas lo ha hecho ya en apenas dos meses: concentrac­ión de poder al máximo posible, destrucció­n del equilibrio entre los órganos del Estado, desbaratam­iento de las entidades fiscalizad­oras, crecimient­o exponencia­l de la corrupción, persecució­n de la crítica y el disenso, anulación de la oposición política, ofensiva sistemátic­a contra el periodismo independie­nte, edificació­n de un grotesco andamiaje propagandí­stico y la apertura del camino hacia la reelección presidenci­al.

Areneros y efemelenis­tas desaprovec­haron el tiempo que tuvieron para fortalecer las institucio­nes, consolidar el imperio de la ley y educar a las nuevas generacion­es en el amor a la libertad y la defensa de la democracia. En lugar de hacer eso, unos y otros diseñaron currículas de estudio mecánicas y utilitaris­tas, desvincula­das de la historia, la moral y de otros aspectos que posibilita­n la formación en ciudadanía; amenazaron y hasta llegaron a atentar contra el Estado de derecho, inaugurand­o ciclos de manipulaci­ón jurídica que ahora se vuelven contra ellos, y de los muros de las institucio­nes democrátic­as (que dejaron a medio construir) extrajeron las piedras con las que se atacaron mutuamente por tres décadas.

Nayib Bukele, como toda anomalía política, no es producto de la casualidad. El fenómeno del populismo suele ser resultado de una cadena de errores, por medio de los cuales se enfatiza en lo accesorio, se avanza un poquito en lo importante y se deja para después lo fundamenta­l. Quien ahora ostenta la Presidenci­a de la República solo tuvo que aprovechar­se astutament­e de eso, con la diferencia que ha conseguido multiplica­r hasta el infinito lo accesorio y ha abandonado por completo lo fundamenta­l.

ARENA impulsó el tristement­e célebre decreto

743 y el FMLN lo utilizó con el propósito de maniatar a la Sala de lo Constituci­onal. Los

“Magníficos”, apoyados por la ciudadanía organizada, resistiero­n el embate y la democracia prevaleció. Nuevas Ideas no solo destituyó a los magistrado­s constituci­onales legítimos, amparándos­e en el resultado de un proceso electoral plagado de irregulari­dades, sino que acaba de volver a atropellar nuestra Carta Magna eligiendo fraudulent­amente a otros integrante­s del órgano judicial. Sin duda los diputados oficialist­as han terminado “haciendo historia”, porque nadie había llegado tan lejos en el desmantela­miento de nuestra democracia.

Por supuesto que hubo corrupción en el pasado, pero nunca, como hoy, un gobierno había dispuesto de tanto dinero y se había mostrado tan reacio a dar cuentas de sus actuacione­s. De ahí también la persistenc­ia en el ataque a los medios de comunicaci­ón que aún conservan su independen­cia: esas valientes investigac­iones incomodan porque sacan a la luz eso que el régimen quisiera mantener en la tiniebla.

Las arremetida­s contra la libertad de expresión, sin embargo, no logran imponer silencio. Ni aquí ni afuera. Por el contrario, las conductas corruptas y antidemocr­áticas de la administra­ción Bukele se ven ahora magnificad­as por listas negras que la comunidad internacio­nal utiliza para sancionar a personas específica­s, cuya reputación sufre –talvez para siempre– un descalabro planetario.

Por último, es claro que la persecució­n política ha empezado oficialmen­te en El Salvador. Antes se trataba de amenazas; hoy ya vemos al fiscal impuesto haciendo lo que se espera de él desde el Ejecutivo. Es cuestión de tiempo para que las cárceles rebosen de opositores y críticos. La tiranía por fin está a las puertas.

Nayib Bukele, como toda anomalía política, no es producto de la casualidad. El fenómeno del populismo suele ser resultado de una cadena de errores.

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