HAY QUE LEER CON PUNTUALIDAD Y CON INTELIGENCIA LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS, SOBRE TODO CUANDO VAMOS INCORPORÁNDONOS A LA DINÁMICA DE LOS MISMOS
Los que tenemos ya suficiente edad para poder hacer comparaciones sucesivas entre todo lo que ha venido pasando en la realidad social, económica y política desde los años de nuestra infancia hasta la fecha, tenemos hoy a la mano múltiples elementos cognoscitivos para entender con mayor profundidad y amplitud lo que está dándose en las horas actuales y lo que se prevé que suceda a las etapas subsiguientes. Esto, desde luego, siempre está sujeto a las fluctuaciones que son propias de todo ejercicio de asimilación de los hechos reales; y sin duda tenerlo en cuenta como dinamismo de comprensión práctica constituye un factor iluminador del mejor entendimiento de lo que pasa y de lo que pudiera seguir pasando aquí y en todas partes, y sobre todo porque hoy más que nunca nos movemos en una atmósfera globalmente compartida, como jamás se creyó posible llegar a tener.
De los años 50 del pasado siglo a los momentos actuales se han venido dando mutaciones evolutivas que es preciso reconocer y descifrar en todos sus componentes y matices, porque siempre hay un hilo ordenador que responde a la razón histórica, aunque a ratos y sobre todo en ciertas circunstancias no lo parezca. Pongamos un ejemplo al respecto: el paso de la presunta normalidad anterior en el país al brote bélico que se dio en 1980, luego el desenvolvimiento de la guerra durante toda aquella década y al final el desenlace pacífico logrado en 1992. Todo eso ocurrió sin que parecieran intervenir de manera impulsora y articulada las voluntades nacionales, y esa es la señal más elocuente de nuestra falta de penetración en la realidad de los hechos; pero, como decimos antes, siempre hay un hilo conductor, aunque no lo parezca.
Y en el caso nacional, ¿cuál es ese hilo que conduce y ordena? Según todos los testimonios derivados de los hechos en cadena se nos visibiliza que dicho hilo lo constituye la voluntad ciudadana, que en ciertas circunstancias se halla a la defensiva de la realidad y en otras se impone sobre ésta, haciéndola girar conforme a sus ansias de evolución. Y hoy lo que más se evidencia es que dicha voluntad se cansó de estar sometida a los poderes interesados que han venido haciendo de las suyas y dicha frustración impaciente ha querido demostrar que el presente y el futuro han decidido emanciparse de las opresivas coyundas del pasado. Y la prueba actual decisiva consiste en constatar si todas las fuerzas nacionales son capaces de honrar este giro.
Dediquémonos, pues, a esta labor crucial, en vez de perdernos en conflictividades puramente emocionales, que complican innecesariamente las cosas para todo y para todos. Y la responsabilidad de sanear los enfoques y de sanitizar los procedimientos nos corresponde a todos, cualquiera que sea la condición que se tenga y el poder que se ejerce. Para hablar más claro: Tanto los entes políticos como las fuerzas gubernamentales, así como los actores sociales y los ciudadanos en general y en particular estamos en el deber de dar nuestro respectivo aporte en la línea de la normalización de la vida en el país, sobre las bases de la justicia, del orden y de la ley.
Como los tiempos políticos son tan acelerados, dentro de muy poco estaremos ya en las vísperas legales del nuevo ejercicio electoral, que se escenificará a principios de 2024; pero en verdad en ningún momento va a cesar la dinámica de la competencia entre posiciones y entre fuerzas, sobre todo porque hoy todos se hallan a prueba, tanto los tradicionales como los emergentes. Nuestro sistema se mueve cada día con más intensidad, y se vuelve insoslayable dimensionar de manera continua tanto lo esperanzador como lo amenazante de ello.
En el camino, ya se pueden identificar con toda nitidez cuestiones que hay que evitar y cuestiones que hay que promover: entre las primeras destaca evitar todo tipo de abuso destinado a allegarse fondos gubernamentales para sustentar cualquier exceso populista; y entre las segundas sobresale hacer todo lo necesario para inyectarle estabilidad al sistema con sentido integrador. Habría que ir, pues, modulando la dinámica nacional, para que la ruta de progreso esté lo más despejada que se pueda.
No necesitamos más publicidad sino más conciencia en todos los sentidos y niveles de nuestro entorno político-institucional y socioeconómico. Racionalidad y moderación, practicidad y respeto son factores indispensables en el desempeño cotidiano de todos los actores nacionales. Si eso se logra de veras estaremos entrando efectivamente en un nuevo desempeño de todas nuestras energías nacionales.
No hay tiempo que perder, porque la dinámica histórica es ahora mismo más exigente e impaciente que nunca antes. Y tal demanda imperiosa es el mejor aporte que podría existir en función de nuestro avance colectivo. Aprovechémoslo a fondo antes de que cualquier despiste o tardanza pueda socavarnos la ruta.
Se debe seguir insistiendo en todos estos puntos cruciales, porque lo que en verdad está en juego es nuestro destino como sociedad y como nación. Cualquier desvío al respecto puede desatar males mayores, que hay que evitar a toda costa.
En el camino, ya se pueden identificar con toda nitidez cuestiones que hay que evitar y cuestiones que hay que promover: entre las primeras destaca evitar todo tipo de abuso destinado a allegarse fondos gubernamentales para sustentar cualquier exceso populista.