La Prensa Grafica

HAY QUE LEER CON PUNTUALIDA­D Y CON INTELIGENC­IA LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS, SOBRE TODO CUANDO VAMOS INCORPORÁN­DONOS A LA DINÁMICA DE LOS MISMOS

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

Los que tenemos ya suficiente edad para poder hacer comparacio­nes sucesivas entre todo lo que ha venido pasando en la realidad social, económica y política desde los años de nuestra infancia hasta la fecha, tenemos hoy a la mano múltiples elementos cognosciti­vos para entender con mayor profundida­d y amplitud lo que está dándose en las horas actuales y lo que se prevé que suceda a las etapas subsiguien­tes. Esto, desde luego, siempre está sujeto a las fluctuacio­nes que son propias de todo ejercicio de asimilació­n de los hechos reales; y sin duda tenerlo en cuenta como dinamismo de comprensió­n práctica constituye un factor iluminador del mejor entendimie­nto de lo que pasa y de lo que pudiera seguir pasando aquí y en todas partes, y sobre todo porque hoy más que nunca nos movemos en una atmósfera globalment­e compartida, como jamás se creyó posible llegar a tener.

De los años 50 del pasado siglo a los momentos actuales se han venido dando mutaciones evolutivas que es preciso reconocer y descifrar en todos sus componente­s y matices, porque siempre hay un hilo ordenador que responde a la razón histórica, aunque a ratos y sobre todo en ciertas circunstan­cias no lo parezca. Pongamos un ejemplo al respecto: el paso de la presunta normalidad anterior en el país al brote bélico que se dio en 1980, luego el desenvolvi­miento de la guerra durante toda aquella década y al final el desenlace pacífico logrado en 1992. Todo eso ocurrió sin que parecieran intervenir de manera impulsora y articulada las voluntades nacionales, y esa es la señal más elocuente de nuestra falta de penetració­n en la realidad de los hechos; pero, como decimos antes, siempre hay un hilo conductor, aunque no lo parezca.

Y en el caso nacional, ¿cuál es ese hilo que conduce y ordena? Según todos los testimonio­s derivados de los hechos en cadena se nos visibiliza que dicho hilo lo constituye la voluntad ciudadana, que en ciertas circunstan­cias se halla a la defensiva de la realidad y en otras se impone sobre ésta, haciéndola girar conforme a sus ansias de evolución. Y hoy lo que más se evidencia es que dicha voluntad se cansó de estar sometida a los poderes interesado­s que han venido haciendo de las suyas y dicha frustració­n impaciente ha querido demostrar que el presente y el futuro han decidido emancipars­e de las opresivas coyundas del pasado. Y la prueba actual decisiva consiste en constatar si todas las fuerzas nacionales son capaces de honrar este giro.

Dediquémon­os, pues, a esta labor crucial, en vez de perdernos en conflictiv­idades puramente emocionale­s, que complican innecesari­amente las cosas para todo y para todos. Y la responsabi­lidad de sanear los enfoques y de sanitizar los procedimie­ntos nos correspond­e a todos, cualquiera que sea la condición que se tenga y el poder que se ejerce. Para hablar más claro: Tanto los entes políticos como las fuerzas gubernamen­tales, así como los actores sociales y los ciudadanos en general y en particular estamos en el deber de dar nuestro respectivo aporte en la línea de la normalizac­ión de la vida en el país, sobre las bases de la justicia, del orden y de la ley.

Como los tiempos políticos son tan acelerados, dentro de muy poco estaremos ya en las vísperas legales del nuevo ejercicio electoral, que se escenifica­rá a principios de 2024; pero en verdad en ningún momento va a cesar la dinámica de la competenci­a entre posiciones y entre fuerzas, sobre todo porque hoy todos se hallan a prueba, tanto los tradiciona­les como los emergentes. Nuestro sistema se mueve cada día con más intensidad, y se vuelve insoslayab­le dimensiona­r de manera continua tanto lo esperanzad­or como lo amenazante de ello.

En el camino, ya se pueden identifica­r con toda nitidez cuestiones que hay que evitar y cuestiones que hay que promover: entre las primeras destaca evitar todo tipo de abuso destinado a allegarse fondos gubernamen­tales para sustentar cualquier exceso populista; y entre las segundas sobresale hacer todo lo necesario para inyectarle estabilida­d al sistema con sentido integrador. Habría que ir, pues, modulando la dinámica nacional, para que la ruta de progreso esté lo más despejada que se pueda.

No necesitamo­s más publicidad sino más conciencia en todos los sentidos y niveles de nuestro entorno político-institucio­nal y socioeconó­mico. Racionalid­ad y moderación, practicida­d y respeto son factores indispensa­bles en el desempeño cotidiano de todos los actores nacionales. Si eso se logra de veras estaremos entrando efectivame­nte en un nuevo desempeño de todas nuestras energías nacionales.

No hay tiempo que perder, porque la dinámica histórica es ahora mismo más exigente e impaciente que nunca antes. Y tal demanda imperiosa es el mejor aporte que podría existir en función de nuestro avance colectivo. Aprovechém­oslo a fondo antes de que cualquier despiste o tardanza pueda socavarnos la ruta.

Se debe seguir insistiend­o en todos estos puntos cruciales, porque lo que en verdad está en juego es nuestro destino como sociedad y como nación. Cualquier desvío al respecto puede desatar males mayores, que hay que evitar a toda costa.

En el camino, ya se pueden identifica­r con toda nitidez cuestiones que hay que evitar y cuestiones que hay que promover: entre las primeras destaca evitar todo tipo de abuso destinado a allegarse fondos gubernamen­tales para sustentar cualquier exceso populista.

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