HIPERPA TERNIDAD: ANSIEDAD DE SOBREPROTEGER Y SOBRECARGAR A LOS HIJOS
SON MUCHOS LOS CAMBIOS Y RESPONSABILIDADES QUE SE ASUMEN AL ELEGIR SER PADRE O MADRE, Y UNO DE LOS MÁS IMPORTANTES ES ASUMIR UN PROYECTO DE VIDA QUE INVOLUCRA A LAS HIJAS E HIJOS, AUNQUE A VECES NO SE TOMEN EN CUENTA SUS OPINIONES. Y AQUÍ ES DONDE SE CAE
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En nombre de hacer de nuestros hijos e hijas mejores y más competentes personas, les estamos arruinando la infancia. ¿Has visto que ahora niños y niñas tienen agenda de ministros?”, señala la periodista española Eva Millet, quien también escribió el libro 'Hiperniños: ¿hijos perfectos o hipohijos?'.
“Al traer una criatura al mundo hay muchas expectativas puestas. Los hijos se convierten casi en un símbolo de estatus: lo que hacen ellos es un reflejo de ti mismo y si desde pequeño habla cinco idiomas o toca el piano, resulta que es porque eres un magnífico padre o madre. Esa es una idea totalmente equivocada”, sostiene.
Millet aclara que la idea no es que los niños y niñas nunca tengan actividades extracurriculares, sino que estas sean de su agrado, que no llenen su agenda y que les quede tiempo libre para ser lo que son, infantes. “Es normal que la gente ponga ciertas aspiraciones en cómo va a ser su descendencia, pero los hijos al final pueden tener poco o nada que ver con uno, por lo que sus gustos y sus intereses pueden ser diferentes”, explica.
La ‘hiperpaternidad’, como la define Millet en sus libros, es criar a los niños como el centro absoluto de la familia, los padres sobrevuelan sus vidas como drones y están obsesionados por controlar todo lo que el niño hace. “Esto implica mucha sobreprotección y mucho miedo a dejar ir, y es contradictorio porque, por un lado, los padres quieren que el hijo sea lo máximo, pero por el otro, no los dejan ser autónomos en cosas básicas por miedo a que se frustren o les suceda algo”, señala la autora, quien cuestiona este tipo de crianza porque los niños no aprenden a ser responsables cuando se ejerce un control absoluto sobre sus actos.
Sin embargo, Millet advierte que tampoco hay que irse al otro extremo de la ‘hipercondescendencia’. “Hay un estilo de crianza en el que se evita decirles ‘no’ a los hijos porque los vamos a traumatizar. Eso es imposible. (Lo que estamos haciendo) es convertir a los niños y niñas en reyes y reinas de la casa, en la que se pierde el principio de educación y de autoridad. Sería bueno volver a entender que en las familias existe una jerarquía”, sostiene.
El asunto de la paternidad o maternidad no es sencillo, lo sabemos. En el libro 'Más crianza, menos terapia: Ser padres en el siglo XXI', del psicólogo argentino Luciano Lutereau, es posible encontrar afirmaciones que apoyan lo planteado por Eva Millet. Por ejemplo, Lutereau recomienda no huirle al conflicto en la crianza, pues las relaciones humanas implican conflictividad y es gracias a esos momentos de crisis que los vínculos crecen.
“Los valientes que se animan (o se atreven) a traer un hijo al mundo, al poco tiempo ya se encuentran lidiando con el desborde y la angustia que implica la crianza. Este es un punto central: no hay manera de criar a un ni
ño sin una cuota de angustia. Esta cuota no significa necesariamente algo malo, sino que es el mejor indicador de que estamos ahí concernidos por esa vida que nos reclama”.
La ‘hiperpaternidad’ no es un tema en el que los padres suelen incurrir con mala voluntad. Probablemente sea una decisión que tomen en una de esas “encrucijadas fundamentales que nos permiten pensar en nuestra posición como padres y las decisiones que, en cada momento, nos toca tomar”, como señala Lutereau.
SOBREESTIMACIÓN PERJUDICIAL
Este afán de llenar las agendas de los niños y adolescentes con actividades extracurriculares se ha trasladado también a la primera infancia gracias a la gran oferta de programas denominados de estimulación temprana.
“Sucede mucho que madres y padres primerizos caen en la tentación de la estimulación temprana. Claro, si les dicen que de esos talleres va a salir el nuevo Einstein o se va a desarrollar más su cerebro, entonces lo hacen porque ¿cómo no van a hacerlo?, serían unos malos padres si no les dan a sus hijos las mismas oportunidades que otros padres y madres les dan a los suyos. Pero esa es una gran mentira que se vende para sostener el negocio”, afirma Millet.
La respalda Loreto Santé, psicóloga social española y especialista en niños y adolescentes. “Las terapias de estimulación son adecuadas para niños que presentan algún tipo de problema –que impide que se desarrollen adecuadamente– o un retraso significativo en su crecimiento. Pero, para niños sanos, no es necesario. Imagínate que si desde que nace el niño está sobreestimulado, en la primaria tendrá también una serie de actividades extras y ni qué decirte en el bachillerato. Lo que logra la gente es crear seres humanos saturados y sometidos a una sobreexigencia inimaginable e innecesaria. Lo único que necesita el ser humano entre los cero y tres años es establecer vínculos sanos, que le den seguridad, que lo hagan sentirse protegido”, explica.
Ambas especialistas coinciden en que cuando se crearon los programas de estimulación para niños con problemas de desarrollo nació la idea de que si se aplican a niños sanos, estos podrían desarrollar mayores y mejores capacidades. “A veces es cierto que el papá y la mamá tienen que trabajar, y dejan a sus hijos en centros de cuidado y crianza. La situación es distinta: la razón es una necesidad de los padres, no un deseo o una ilusión de crear ‘superniños’ ”, añade Loreto.
Lo cierto es que, como señalan las especialistas, lo importante es brindarles a los más pequeños la seguridad de un vínculo afectivo humano fuerte y sano. En esta pandemia, los progenitores que practican la ‘hiperpaternidad’ se han dado cuenta de que los niños pueden parar y no pasa nada. Todo lo demás se les dará por añadidura.