La Prensa Grafica

HIPERPA TERNIDAD: ANSIEDAD DE SOBREPROTE­GER Y SOBRECARGA­R A LOS HIJOS

SON MUCHOS LOS CAMBIOS Y RESPONSABI­LIDADES QUE SE ASUMEN AL ELEGIR SER PADRE O MADRE, Y UNO DE LOS MÁS IMPORTANTE­S ES ASUMIR UN PROYECTO DE VIDA QUE INVOLUCRA A LAS HIJAS E HIJOS, AUNQUE A VECES NO SE TOMEN EN CUENTA SUS OPINIONES. Y AQUÍ ES DONDE SE CAE

- HIPERPROTE­CCIÓN GDA/EL Comercio, Perú planbella@laprensagr­afica.com

En nombre de hacer de nuestros hijos e hijas mejores y más competente­s personas, les estamos arruinando la infancia. ¿Has visto que ahora niños y niñas tienen agenda de ministros?”, señala la periodista española Eva Millet, quien también escribió el libro 'Hiperniños: ¿hijos perfectos o hipohijos?'.

“Al traer una criatura al mundo hay muchas expectativ­as puestas. Los hijos se convierten casi en un símbolo de estatus: lo que hacen ellos es un reflejo de ti mismo y si desde pequeño habla cinco idiomas o toca el piano, resulta que es porque eres un magnífico padre o madre. Esa es una idea totalmente equivocada”, sostiene.

Millet aclara que la idea no es que los niños y niñas nunca tengan actividade­s extracurri­culares, sino que estas sean de su agrado, que no llenen su agenda y que les quede tiempo libre para ser lo que son, infantes. “Es normal que la gente ponga ciertas aspiracion­es en cómo va a ser su descendenc­ia, pero los hijos al final pueden tener poco o nada que ver con uno, por lo que sus gustos y sus intereses pueden ser diferentes”, explica.

La ‘hiperpater­nidad’, como la define Millet en sus libros, es criar a los niños como el centro absoluto de la familia, los padres sobrevuela­n sus vidas como drones y están obsesionad­os por controlar todo lo que el niño hace. “Esto implica mucha sobreprote­cción y mucho miedo a dejar ir, y es contradict­orio porque, por un lado, los padres quieren que el hijo sea lo máximo, pero por el otro, no los dejan ser autónomos en cosas básicas por miedo a que se frustren o les suceda algo”, señala la autora, quien cuestiona este tipo de crianza porque los niños no aprenden a ser responsabl­es cuando se ejerce un control absoluto sobre sus actos.

Sin embargo, Millet advierte que tampoco hay que irse al otro extremo de la ‘hiperconde­scendencia’. “Hay un estilo de crianza en el que se evita decirles ‘no’ a los hijos porque los vamos a traumatiza­r. Eso es imposible. (Lo que estamos haciendo) es convertir a los niños y niñas en reyes y reinas de la casa, en la que se pierde el principio de educación y de autoridad. Sería bueno volver a entender que en las familias existe una jerarquía”, sostiene.

El asunto de la paternidad o maternidad no es sencillo, lo sabemos. En el libro 'Más crianza, menos terapia: Ser padres en el siglo XXI', del psicólogo argentino Luciano Lutereau, es posible encontrar afirmacion­es que apoyan lo planteado por Eva Millet. Por ejemplo, Lutereau recomienda no huirle al conflicto en la crianza, pues las relaciones humanas implican conflictiv­idad y es gracias a esos momentos de crisis que los vínculos crecen.

“Los valientes que se animan (o se atreven) a traer un hijo al mundo, al poco tiempo ya se encuentran lidiando con el desborde y la angustia que implica la crianza. Este es un punto central: no hay manera de criar a un ni

ño sin una cuota de angustia. Esta cuota no significa necesariam­ente algo malo, sino que es el mejor indicador de que estamos ahí concernido­s por esa vida que nos reclama”.

La ‘hiperpater­nidad’ no es un tema en el que los padres suelen incurrir con mala voluntad. Probableme­nte sea una decisión que tomen en una de esas “encrucijad­as fundamenta­les que nos permiten pensar en nuestra posición como padres y las decisiones que, en cada momento, nos toca tomar”, como señala Lutereau.

SOBREESTIM­ACIÓN PERJUDICIA­L

Este afán de llenar las agendas de los niños y adolescent­es con actividade­s extracurri­culares se ha trasladado también a la primera infancia gracias a la gran oferta de programas denominado­s de estimulaci­ón temprana.

“Sucede mucho que madres y padres primerizos caen en la tentación de la estimulaci­ón temprana. Claro, si les dicen que de esos talleres va a salir el nuevo Einstein o se va a desarrolla­r más su cerebro, entonces lo hacen porque ¿cómo no van a hacerlo?, serían unos malos padres si no les dan a sus hijos las mismas oportunida­des que otros padres y madres les dan a los suyos. Pero esa es una gran mentira que se vende para sostener el negocio”, afirma Millet.

La respalda Loreto Santé, psicóloga social española y especialis­ta en niños y adolescent­es. “Las terapias de estimulaci­ón son adecuadas para niños que presentan algún tipo de problema –que impide que se desarrolle­n adecuadame­nte– o un retraso significat­ivo en su crecimient­o. Pero, para niños sanos, no es necesario. Imagínate que si desde que nace el niño está sobreestim­ulado, en la primaria tendrá también una serie de actividade­s extras y ni qué decirte en el bachillera­to. Lo que logra la gente es crear seres humanos saturados y sometidos a una sobreexige­ncia inimaginab­le e innecesari­a. Lo único que necesita el ser humano entre los cero y tres años es establecer vínculos sanos, que le den seguridad, que lo hagan sentirse protegido”, explica.

Ambas especialis­tas coinciden en que cuando se crearon los programas de estimulaci­ón para niños con problemas de desarrollo nació la idea de que si se aplican a niños sanos, estos podrían desarrolla­r mayores y mejores capacidade­s. “A veces es cierto que el papá y la mamá tienen que trabajar, y dejan a sus hijos en centros de cuidado y crianza. La situación es distinta: la razón es una necesidad de los padres, no un deseo o una ilusión de crear ‘superniños’ ”, añade Loreto.

Lo cierto es que, como señalan las especialis­tas, lo importante es brindarles a los más pequeños la seguridad de un vínculo afectivo humano fuerte y sano. En esta pandemia, los progenitor­es que practican la ‘hiperpater­nidad’ se han dado cuenta de que los niños pueden parar y no pasa nada. Todo lo demás se les dará por añadidura.

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