La Prensa Grafica

EL HOMBRE QUE VENCIÓ A LAS DROGAS

Jorge Eduardo Daboub cuenta la forma en la que las drogas le hicieron tocar el suelo, e incluso, ser indigente. Pero tras cinco años sin consumirla­s busca ayudar a otros a salir de “esa vida”.

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l alcohol y las drogas formaron parte de la vida de Jorge Eduardo Daboub por casi 25 años. Reconoce que tocó fondo y que lo perdió (casi) todo. Sin embargo, desde hace cinco años se ha empeñado en reconstrui­r su vida y hoy busca ser un ejemplo de la forma en que, con la ayuda de la familia y la religión, se pueden transforma­r vidas como la suya.

Primero una cerveza, luego una línea de cocaína y más adelante una piedra de crack. Así fueron llegando las adicciones, mismas que una tras otra, lo llevaron poco a poco al suelo, luego de haberlo tenido (casi) todo desde su nacimiento. “Tenía pañales de oro”, califica “Koky”, como le llaman sus más cercanos.

Sin embargo, el mundo de las drogas lo llevó al punto de convertirs­e en un indigente por un lapso de siete meses, según recuerda. “Llegué a pasar bastante tiempo sin bañarme, hacía mis necesidade­s encima de mí mismo. Apestaba”, rememoró, antes de contar que “era conciente de todo eso”.

Daboub dice que fue un niño y adolescent­e educado, que respetaba a los demás, como, asegura, se lo enseñaron en su casa y como se lo reforzaron en el colegio en el que estudió, “uno importante del país”, según dijo.

Pero ya fuera del colegio comenzó su afición por el alcohol,

Easí como su vida como empleado público, en un cargo que él mismo señala “me quedó grande”.

Para ese entonces, su propio ego, dijo, comenzó a jugar en su contra. “El bueno aquel comenzó a ver de menos a todo el mundo”, reconoce, mientras cuenta la forma en la que conoció la vida nocturna del centro de San Salvador y con ella la cocaína, para luego, cinco años después, unir a su cuerpo el crack.

“La probé por un amigo y ahí vino mi destrucció­n. Comencé a dañar a mis papás, a robarles, ya no llegaba a dormir”, menciona.

Su familia le internó en clínicas de rehabilita­ción de cuatro países, además de los centros de ayuda visitados en El Salvador. Logró en varias ocasiones algunas victorias, como él las llama, aunque también muchas recaídas, por las cuales su familia, cuenta, tomó una decisión que le marcó. “Me dieron la calle. Aquel vanidoso, el que se creía, el orgulloso, llegó a sucumbir hasta el punto de la indingenci­a, por siete meses con la cobardía de no irme de la zona en la que estaba mi casa”.

Pero, en qué momento logra parar, se le consultó. “Recapacité hace cinco años, por el amor a mi madre y le pedí a Dios de corazón. Lo que ha hecho mi madre por mí no se lo puedo pagar”, cuenta, antes de también asegurar que la adicción a las drogas le hizo “perder” a sus hijos, aunque en los últimos cinco años ha podido recuperar el amor de su hija.

“También mi compañera de vida ha sido una parte importante en todo esto de mantenerme fuera de las drogas. Ha sido dura conmigo, pero debo decir se ha cumplido aquello de en las buenas y en las malas”, recuerda.

Hoy, en día, Jorge Eduardo Daboub expresa que podría tener muchas cosas materiales, más allá de su negocio de pizza, que inició con el apoyo de su madre y un tío que ha sido como un padre más. Sin embargo, afirma que lo mejor es la sensación de libertad que le da el mantenerse, “por la misericord­ia de Dios” fuera de las drogas.

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Jorge Eduardo Daboub emprendió un negocio de pizza, hace algunos años, que inició gracias al aporte de uno de sus tíos, así como de su mamá.
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Negocio.

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