AFECTACIONES
Luego de las protestas, el gobierno de Díaz Canel ordenó el bloqueo al internet en una campaña en contra de lo que calificó una “propaganda” internacional para afectar a la isla. El bloqueo se mantiene.
nalidades internacionales como Mia Kalifha, Alejandro Sanz, Daddy Yanky, Paco León, Residente (Calle 13) para denunciar el colapso hospitalario y reclamar el envío de ayuda humanitaria.
A eso se añade una profunda escasez de medicinas y alimentos y el regreso de largos cortes eléctricos.
El cuadro básico de medicamentos en Cuba abarca 619 productos, de ellos el 42 % importados y el 58 % de producción nacional. El principal fabricante nacional Biocubafarma reconoció que durante 2020 un promedio de 85 medicamentos de los 350 que ellos producen estuvieron en falta. Después de reconocer que la situación seguía “tensa”, el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal, solo ofreció la alternativa de producir y usar la medicina natural y tradicional.
El gobierno norteamericano de Donald Trump aprobó 243 medidas adicionales para recrudecer el bloqueo/embargo que lleva ahogando a la economía cubana por más de 60 años. Y sus efectos resultan visibles, no solo para el gobierno sino para las familias. La prohibición del envío de remesas y las restricciones a los vuelos comerciales entre ambas naciones son solo dos ejemplos.
Los principales alimentos y productos de primera necesidad ahora solo se compran en tiendas en divisas extranjeras (MLC). A finales de 2019 el gobierno anunció la apertura de estas tiendas vinculadas a electrodomésticos y productos de gama alta para recuperar divisas y comprar en el exterior electrodomésticos y productos de gama alta; a mediados de 2021 están generalizadas en todo el país y son casi la única opción para las familias. Su eliminación es uno de los principales reclamos.
En los últimos meses han aumentado las tasas de cambio del dólar estadounidense y otras divisas. El cambio oficial está fijo en 24 pesos, pero en la calle hay que pagar más de 60, pues los bancos no venden las divisas por “falta de liquidez”. Esto pone en una posición cuestionable las medidas de “ordenamiento económico”, como el aumento de salarios que inició en enero de 2021. Ha disminuido la capacidad adquisitiva de las personas y aumentado la desigualdad social.
Por eso, cuando se calmaron las protestas en San Antonio y llegó el gobierno al lugar, ya era tarde: la llama se había extendido y multiplicado en más de 40 puntos del país. No hubo organización previa ni un liderazgo reconocible. La gente sencillamente salió a expresarse, a ver qué pasaba, a reclamar y algunos también movidos o insultados por la transmisión televisiva que hizo el presidente cubano en cadena nacional.
Miguel Díaz Canel cerró con las siguientes palabras: “Sabemos que hay otras localidades del país, donde grupos de personas en determinadas calles y plazas se han concentrado movidas también por esos propósitos tan malsanos. Convocamos a todos los revolucionarios a salir a las calles a defender la Revolución en todos los lugares”.
Laura Vargas, una joven que caminó siete kilómetros al centro de la ciudad desde su casa en Luyanó, dice que “en las calles había gente humilde, muchos jóvenes; pero sobre todo me sorprendió la cantidad de personas mayores. No sabíamos bien hacia dónde ir y cuando llegamos al capitolio había patrullas, oficiales de civil y no se sabía quién era quien, y ahí fue cuando empezó la violencia. Trataban de impedirnos el paso y no querían que la gente filmara”.
En los pueblos de barrio tampoco lo pensaron mucho. A la calle salieron quienes no tenían nada que perder. Hubo artistas, intelectuales y personas de todos los niveles educativos que sentían una oportunidad para la lucha política. Pero la mayoría provenía de sectores populares, de barrios marginales, sin ataduras políticas ni laborales. La gente que hace largas colas en las tiendas, la que no consigue alimentos o medicinas para sus hijos, a quieenfrentamientos. nes las promesas de cambio y la política no le dicen mucho.
Pero también comenzaron a salir, con el respaldo institucional y el permiso del presidente, personas de centros de trabajo; llevaban los carteles y banderas que tuvieron tiempo de coger y provocaban a los manifestantes con la seguridad de quien hace lo correcto. Ellos serían luego los “héroes” de esta historia.
Los videos muestran actividades pacíficas y también violentas, hubo actos de vandalismo y también robo. Algunas personas tiraron piedras, volcaron patrullas policiales, rompieron y saquearon tiendas en divisas. Las autoridades y los manifestantes pro-gubernamentales también respondieron a la altura, dieron golpes, palos, disparos, arrebataron cámaras, amenazaron, empujaron… El saldo, un número indefinido de personas detenidas, ninguna a favor del gobierno.
Estas protestas fueron un desquite, por ambos lados, en una sociedad que lleva años azuzada por la polarización y los
“En la calle había gente humilde, muchos jóvenes y muchos mayores. En el capitolio había patrullas y ahí empezó la violencia”. Laura Vargas, JOVEN MANIFESTANTE
Fueron las primeras protestas populares en mucho tiempo y si algo no hubo fue orden y mesura en ningún sentido; tampoco se podía pedir.
Su éxito —si se puede decir que hubo alguno— radicó en su desorganización y en la sorpresa: era difícil creer que eso pasara y que se extendiera. También era difícil creer que en Cuba la Policía revolucionaria arremetiera contra el pueblo, aunque ese fuera su encargo. Diubis Laurencio, de 36 años, fue la primera víctima.
Después del anochecer se fueron ahogando las protestas, aunque no necesariamente la euforia y la incredulidad. En los días sucesivos, en algunos puntos hubo remanentes de rebeldía, pero ya la oficialidad había recuperado las calles. Los mítines revolucionarios, de militantes del partido y viejos combatientes, con audios y banderas, se fueron imponiendo. Sin enfrentamiento y sin masividad.
A las protestas siguió un apagón de Internet por datos móviles, la criminalización de los participantes y el desconocimiento de su legitimidad.
La versión del presidente cubano es que “se trató de disturbios y no de manifestaciones pacíficas espontáneas, responden a un plan extranjero y son parte de una guerra mediática contra Cuba”.
Muchas personas creyeron que había llegado la hora de Cuba. Algunos han esperado por años el derrocamiento del gobierno y muchos quieren cambios; pero la mayoría de quienes salieron a la calle no pensaron en lo que pasaría después.
Antes de julio de 2021 hubo un 27 de noviembre de 2020. Entonces, un grupo de artistas presionó para dialogar con las autoridades frente al Ministerio de Cultura y el episodio terminó con una victoria en el corto plazo y una derrota en el largo. Durante los últimos seis meses ha aumentado la represión contra esos jóvenes —muchos de ellos también presentes en las protestas— y sus reclamos han sido desconocidos y tergiversados, mientras los medios de comunicación oficiales desataron una campaña de descrédito en su contra.
Estas protestas de ahora no son el inicio de una nueva revolución y la ciudadanía no busca una guerra civil; son un acto de aprendizaje democrático, una demostración de que el poder del Estado no es infinito, ni siquiera en Cuba. La gente también se cansa y pierde la confianza. La política ya no es más un cheque en blanco al gobierno y éste también puede perder las calles.
“Convocamos a todos los revolucionarios a salir a defender la Revolución en todos los lugares”. Miguel Díaz Canel, PRESIDENTE DE CUBA