NO CALLAREMOS NUESTRA PENA
Desde el 22 de febrero de 2018 no sé de William, mi hermano menor. Solo nos llevábamos un año pero siempre nos dijeron que parecíamos gemelos. Desde chiquita me cuidó y de vez en cuando peleábamos, típico de hermanos. Lo extraño. Aunque no nos veíamos seguido, de vez en cuando nos escribíamos y quedábamos para compartir, pero ahora ya jamás podré hacerlo. Lo peor es que no tengo adónde ir a dejarle flores. Ya pasaron tres años, cuatro meses y 25 días desde que desapareció, desde que recibí su último mensaje.
Este es un dolor tan grande e inexplicable que no se lo deseo a nadie. Me uno al dolor de todas las personas que tienen un familiar desaparecido, me uno a su indignación, a su malestar, a sus gritos de auxilio; a ese anhelo para que la tierra expulse sus cuerpos porque necesitamos darles el último adiós y justa sepultura.
Hace algunas semanas, el ministro de Justicia y Seguridad Pública, Gustavo Villatoro, dijo que los familiares no debíamos denunciar en redes sociales la desaparición de un ser querido. Creo que no sabe la angustia que carcome por dentro nuestra alma al no saber qué pasó con ese desaparecido, dónde está, cómo está, si sufrió torturas, lo mataron de un tiro, cuál fue su último suspiro, cuánto lloró por los hijos que dejaba. Creo que no sabe el sufrimiento que pasa la mamá, los hijos, los hermanos, la esposa, los amigos, los compañeros.
En un país con tantos desaparecidos, es una ofensa que nos diga qué hacer con la impotencia que sentimos, sobre todo cuando las autoridades no hacen su trabajo y son incapaces de dar con nuestros desaparecidos. Las denuncias por redes sociales nos dan esperanza de que alguien nos informe si vio a nuestra familiar.
Consuela saber que su llamado cae en saco roto. Los familiares de los desaparecidos no dejaremos alzar la voz por aquellos que no pueden hablar. Son demasiados. Solo entre enero y abril de este año hubo 415 denuncias de personas desaparecidas ante la Fiscalía General.
Como la mayoría de casos, el expediente de mi hermano no tuvo ningún avance. Desde que se puso la denuncia ante la Fiscalía, siempre nos repitieron que necesitan más tiempo, que esto no es rápido, pero ya pasaron 1,242 días. ¿No son suficientes? ¿Qué más necesitan? Les dimos los detalles del día de su desaparición. Según la bitácora de llamadas, identificaron números. ¿Por qué no avanzaron? No entiendo.
Entre tanta incertidumbre, siento que no hice lo suficiente. Aunque denuncié en mis redes y tuve mucho apoyo de mis colegas y amigos, quizá necesitaba hacer más. Yo admiro mucho a la hermana y sobrino de Flor García, desaparecida y asesinada en Cojutepeque. Ellos denunciaron el caso de esta madre de familia en todos los medios posibles. Al final, esta denuncia tuvo sus frutos, y aunque Flor fue encontrada sin vida, una noticia terrible que nadie quiere recibir, su familia descansará de buscarla y podrá llevarle flores y platicar con ella. Una oportunidad que muy pocos tenemos en El Salvador.
A 1,242 días de la desaparición de mi hermano, solo sé que en Ciudad Arce fue la última vez que tuvo señal su línea telefónica. Él andaba haciendo un viaje privado. Con todo y carro se lo llevaron, justo el día del cumpleaños de su hija. La Fiscalía no pasó de ahí: del rastreo de su señal telefónica.
Desde que desapareció sin dejar rastro no sabemos qué le sucedió, ni donde está enterrado. Digo esto porque ya me resigné a que no está vivo, que alguien lo mató y lo enterró en alguna de las tantas fosas clandestinas que hay en nuestro país.
Mi gran anhelo es encontrarlo para que mi mamá esté tranquila. Ella ya no es la misma,se culpa por la desaparición de mi hermano. Antes de morir, quiere saber qué le pasó a su niño. Espero que no se vaya con esa pena.
Twitter: @Cleoespinoza11
Señor ministro de Justicia y Seguridad Pública, Gustavo Villatoro, no nos pida que no denunciemos en redes sociales porque no lo dejaremos de hacer, seguiremos alzando la voz por aquellos que no pueden hablar.