QUE ESPERE UN CIRCO QUIEN PONE UNA CARPA
Jamás imaginé que un día escribiría lo que voy a escribir en este artículo, que básicamente es reconocer lo hábil que lució Lorena Peña el día que enfrentó sola a seis diputados oficialistas y los hizo quedar en ridículo. La excomandante guerrillera se encuentra en las antípodas de mi pensamiento político y antropológico, pero al encarar con ese aplomo a quienes pretenden hacer “justicia” escupiendo exclusivamente hacia atrás, hoy me toca elogiar a Lorena no solo por evidenciar la ignorancia de sus bisoños interlocutores –perdón por lo que le toca a Romeo Auerbach– sino por exhibir su escandalosa doble moral.
La bancada cian se engaña si cree que así obtendrá el respeto de la gente que desea llegar “a la raíz de la corrupción”. No es convirtiendo cada comisión especial en un pelotón de fusilamiento como esta “nueva generación” de legisladores conseguirá dotar de coherencia su discurso de supuesta transparencia y búsqueda de la verdad. Si hasta lograron que alguien como Lorena Peña nos resultara simpática a quienes, como yo, estamos a distancia oceánica de sus posturas, algo están haciendo terriblemente mal.
Lejos de mí defender, por cierto, los mecanismos a través de los cuales en legislaciones anteriores se repartía dinero, con criterios nada uniformes, a ONG de todo tipo. Esas formas poco claras de proceder con fondos públicos –en las que también participaron diputados hoy aliados de Nuevas Ideas– merecen reprobación moral. Pero que sean precisamente diputados oficialistas, capaces como han sido de endeudar al país sin el más mínimo sentido de responsabilidad y abusando de la dispensa de trámites, quienes hoy pretendan dar lecciones de honestidad... ¡Por favor! ¡Tengan respeto por la inteligencia del pueblo que les observa!
La llamada “Ley Alabí” limita la rendición de cuentas relacionada con los gastos durante la pandemia; la agenda de las plenarias se modifica al antojo del Poder Ejecutivo, una semana sí y la otra también; el debate de las iniciativas de ley, cuando no se ha reducido a mera formalidad, es un abierto ejercicio de prepotencia aritmética; y, por si lo anterior fuera poco, se ha restringido como nunca antes el acceso de la prensa –¡y de la misma ciudadanía!– a la Asamblea. Todo esto ha sucedido por obra y gracia de la bancada oficialista, esa que gusta empacharse hablando de la opacidad pretérita pero corre a apagarle el micrófono a aquellos
“invitados” que no se adaptan al rol de “delincuentes” que les han asignado.
La noción de “justicia” que promueven los diputados de Nuevas Ideas es muy curiosa. Quien asista a sus comisiones especiales tiene “derecho” a autoincriminarse, pero le será cortada su libertad de expresión –como hizo Alexia Rivas con Lorena Peña hasta la náusea– si se atreve a hablar de las irregularidades que se cometen hoy y de las que puede dar testimonio. Para colmo, la amenaza de aplicar el delito de desacato –que tampoco puede invocarse arbitrariamente como hizo varias veces la señorita Rivas– pende sobre quien toque a Nayib Bukele con el pétalo de una rosa. ¡Qué conveniente!
Pues les aviso, señores diputados, que habrá resistencia. Mi recomendación gratuita para ustedes es que se preparen mejor y sepan aguantar las réplicas. Si iban a terminar quejándose del circo, lo primero hubiera sido no poner la carpa.