EL BITCÓIN PERDIÓ VALOR AYER, IGUAL QUE LA NARRATIVA GUBERNAMENTAL
El flujo de caja del gobierno se acaba de a poco luego del despilfarro firmado por los amiguetes del presidente durante la pandemia, algunos de ellos librados de una investigación judicial por corrupción merced a la destrucción del órgano judicial; hay poco dinero, como ya lo saben y padecen todas las alcaldías incluidas las de Nuevas Ideas, pero Bukele decidió arriesgar millones de dólares de los salvadoreños en el casino del bitcóin.
Cuando el mandatario de un país tan emproblemado como El Salvador dedica un día completo de su gestión a hacer las veces de asistente al cliente de una sociedad anónima, las palabras sobran. Y ayer, Bukele no sólo avergonzó a la nación exhibiendo la improvisación de su gobierno sino que rebajó su investidura.
La pandemia continúa golpeando a los salvadoreños, pero el mismo gobierno que encerró a la población y estresó el orden constitucional para restringir la movilidad de todos invitó ayer a la gente a hacer una fila para que le expliquen de qué se trata una billetera digital e incentivar el consumo de un producto no sólo innecesario sino finalmente poco satisfactorio.
El flujo de caja del gobierno se acaba de a poco luego del despilfarro firmado por los amiguetes del presidente durante la pandemia, algunos de ellos librados de una investigación por corrupción merced a la destrucción del órgano judicial; hay poco dinero, como ya lo saben y padecen todas las alcaldías incluidas las de Nuevas Ideas, pero Bukele decidió arriesgar millones de dólares de los salvadoreños en el casino del bitcóin.
Su ascenso al poder respondió a la insatisfacción de grandes sectores populares con los partidos políticos tradicionales, que no escucharon el clamor de la gente por inclusión, salud, educación y empleo. Ayer, pese a que la mayoría de los salvadoreños ya expresó en diversos estudios de opinión su oposición a la criptomoneda y a la obligatoriedad de aceptarla, el oficialismo celebró la fiesta de los lavadores internacionales de dinero como si fuese de beneficio para la nación.
Esas incongruencias se reproducirán cada vez más a propósito de este desvarío, porque el gobierno no retrocederá, no admitirá su error y pretenderá hacer de esto un triunfo y un evento de relaciones públicas internacional. La población, confundida y poco interesada, no reparará en lo lesivo de esta bimonetariedad hasta que el efecto bola de nieve llegue a la canasta familiar. Pero ocurrirá, como ya se reveló ayer con la pérdida del valor de los bonos soberanos; eventualmente, sin apoyo financiero en ningún organismo multilateral, advendrá la falta de liquidez, la inflación y otros efectos perniciosos que impactarán toda la economía.
Nada de eso tiene que ver con que los salvadoreños abracen o sigan repudiando el bitcóin. El daño a la estabilidad jurídica y al clima de negocios en el territorio ya está hecho. Y como si no lo saben igual se enterarán pronto, a los voceros oficialistas sólo les quedará o aceptar que su líder estaba trasnochado cuando se le ocurrió esta tontería, o profundizar en la pretensión de que una pandilla de especuladores son la vanguardia de la economía y sustituirán con sus criptocapitales a los inversionistas que han venido de otras latitudes a emplear a los salvadoreños por décadas.
Fue una jornada importante porque formalizó una transición: si el Bukele opositor y tercera fuerza de hace algunos años se empoderó como administrador de la narrativa de las verdaderas frustraciones de la nación, ayer la perdió; ahora está en manos de los ciudadanos, algunos de los cuales ayer decidieron manifestarse en la calle. Ahora, al presidente sólo le queda inflar la ficción hasta que la economía le pinche la burbuja.