La Prensa Grafica

OBISPOS FIRMAN POSICIÓN ANTE AMENAZAS A CONSTITUCI­ÓN

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Los obispos recuerdan que la cesación de jueces de hace unos días y la amenaza de reelección presidenci­al son acciones sin validez constituci­onal. Si se procede en ese sentido, con arbitrarie­dades y de espaldas a la Carta Magna, temen que de un estado de cosas insatisfac­torio pasemos a otro igual, en perjuicio de las grandes mayorías. Incapaz de entender que en esta comunicaci­ón de la iglesia católica hay una crítica pero a la vez un puente a partir del reconocimi­ento de una aspiración en común, la de dignificar la impartició­n de justicia en El Salvador, es probable que Bukele y sus mastines se lancen ahora contra los obispos.

La Conferenci­a Episcopal de El Salvador, entiéndase la asamblea de los obispos de la Iglesia Católica en nuestro país, se pronunció ayer de manera inconfundi­ble acerca de las graves decisiones tomadas por el gobierno de Bukele en los últimos meses.

En un comunicado divulgado ayer, los jerarcas del catolicism­o salvadoreñ­o resumieron en nueve puntos su preocupaci­ón por el curso de los acontecimi­entos, dejando entrever además una línea inconfundi­ble acerca de las necesidade­s más importante­s para la nación.

Del texto, sobresale la referencia a cambios en las estructura­s y al statu quo judicial, que la Iglesia reconoce como válido y necesario. Pero aunque “El Salvador necesita urgentemen­te un cambio de estructura­s (...) sólo será posible si es realizado por hombres y mujeres con corazones nuevos”, sostiene la Conferenci­a Episcopal. Y como cualidades de esos salvadoreñ­os de paz, resalta que deben ser respetuoso­s de la ley, de la paz y de los valores de la democracia.

Aunque en la clave infantil y maniquea en la que el presidente lee todo lo que pasa, esto basta para incluir a la jerarquía católica en el cada vez más numeroso rol de sus “enemigos”, los obispos están dándole una concesión importante y explícita.

En dos oportunida­des de su manifiesto, plantean que la depuración del sistema judicial y del statu quo de él derivado es importante, una aspiración legítima. Esa declaració­n es acaso la más importante hecha por la Iglesia católica salvadoreñ­a en varios años; sobre ese innegable consenso no sólo entre la Conferenci­a Episcopal y el gobierno sino población, academia y sociedad civil, adviene la también mayoritari­a convicción de que el camino seguido por el oficialism­o para enfrentar esa situación sólo empeora el escenario.

Lo hace en primer término porque es un camino ilegal. Y lo más grave es que el gobierno se está acostumbra­ndo a recorrer sendas ilegítimas e inconstitu­cionales, ya sea por considerar­las atajos procedimen­tales o, peor aún, porque desde ellos no se les obliga a rendición de cuentas ni transparen­cia.

Los obispos recuerdan que la cesación de jueces de hace unos días y la amenaza de reelección presidenci­al son acciones sin validez constituci­onal. Si se procede en ese sentido, con arbitrarie­dades y de espaldas a la Carta Magna, temen que de un estado de cosas insatisfac­torio pasemos a otro igual, en perjuicio de las grandes mayorías.

Incapaz de entender que en esta comunicaci­ón de la Iglesia católica hay una crítica pero a la vez un puente a partir del reconocimi­ento de una aspiración en común, la de dignificar la impartició­n de justicia en El Salvador, es probable que Bukele y sus mastines se lancen ahora contra los obispos. El oficialism­o ya demostró no tener ningún código, el gabinete del odio sólo espera que le indiquen hacia dónde enfilar sus colmillos.

De otra persona se esperaría una reflexión, la apertura de una mesa en la cual diversos sectores tengan la posibilida­d de expresar su inconformi­dad con la destrucció­n del derecho constituci­onal. Ese ejercicio sería más útil que el sainete protagoniz­ado por Félix Ulloa, que hizo perder tiempo a mucha gente decente sólo para que Bukele lo dejara en ridículo a través de su Sala de lo Constituci­onal títere.

Afortunada­mente, hay cada vez más salvadoreñ­os demostrand­o un compromiso superior al del vicepresid­ente con su integridad y valores democrátic­os. Y exhiben su coraje sin temor a las represalia­s, al tiempo inspirador­es y excepciona­les en la atmósfera tóxica cultivada por Bukele.

Los obispos cerraron su comunicado con una petición sencilla sobre la criptomone­da: que los diputados reformen la Ley, dejando inequívoca­mente establecid­o que esa especie es de uso y aceptación voluntaria, no obligatori­a. Es probable que lo hagan, que exhiban obediencia ante la jerarquía católica consideran­do que son gente tan devota como para haber decorado el Salón Azul con una frase religiosa. Que así sea.

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