HAY QUE SALVAGUARDAR SIN RESERVAS LA LÓGICA DEMOCRÁTICA DEL SISTEMA, PARA QUE ÉSTE PUEDA MANTENERSE SIEMPRE EN BUENA FORMA
Pareciera que una voluntad superior estuviera poniendo sobre el tapete del hacer nacional una serie de señales tanto estructurales como circunstanciales, algunas de estas últimas de un gran relieve simbólico como es el aniversario número 200 de la Independencia centroamericana. Y entonces hay mucha tela que cortar. Ese cúmulo de novedades y de desafíos constituye hoy una especie de avalancha que nos despista a todos, desde los más poderosos hasta los más débiles, a lo largo y a lo ancho del mapamundi. Y, desde luego, siempre hay un orden concreto de tareas por hacer. En el caso nuestro, la primera de dichas tareas la apuntamos en el título de esta Antena: “Salvaguardar sin reservas la lógica democrática”, lo cual implica dejar de lado toda tentación de hegemonizar, independientemente de la forma y de los contenidos de lo que se intente. Cuando nos referimos a la “lógica democrática” apuntamos al corazón del sistema, de cuyas palpitaciones sanas y disciplinadas depende todo lo demás. Nos hallamos en una especie de encrucijada, porque el cambio al que estamos abocados por una parte exige ir instalando novedades constructivas y por otra les abre la puerta a los impulsos personalistas más obcecados; la clave, entonces, está como siempre en privilegiar los equilibrios preservadores de una auténtica normalidad, que no hemos tenido en ningún momento, y cuya falta se ha venido haciendo sentir cada vez más, tal como se demuestra en los hechos cotidianos del presente. Esta exigencia ya no admite disimulos ni excusas, y tenemos que enfrentarla con lucidez y con apego al fenómeno real en todas sus expresiones. Y toda esta será también una prueba decisiva para la vitalidad de nuestro proceso.