LA MARCHA CIUDADANA Y EL BITCÓIN
Este 15 de septiembre, a cumplir 200 años de la Independencia, está convocada una marcha ciudadana de protesta contra el gobierno. Hasta hace poco las protestas reunían a poca gente, el descontento con el gobierno se manifestaba cómodamente desde el sillón en las redes sociales. Recientemente se dio la primera manifestación real con varios miles de participantes, las fotografías aéreas muestran más de 1 kilómetro de calle muy nutrido, la convocatoria fue de varias y diversas organizaciones afectadas: jueces, sindicatos, maestros, estudiantes, sindicalistas, clase media, la que hace las revoluciones.
Llegaron a la Asamblea a entregar una solicitud, la presencia nutrida de policías, los abusadores número 1 de la actualidad, no intimidó a los manifestantes y un par de mujeres saltó sobre los razor y policías, sin miedo.
Viendo la ebullición que hay en los diferentes estratos sociales para la marcha, no es disparatado pronosticar que será histórica por su tamaño, por la coincidencia de sectores de lo más diverso que nunca se pensó que marcharían juntos. Probablemente no habrá habido una así de numerosa desde las del Bloque Popular Revolucionario, las FAPU, la CRM, las LP28 circa 1979, que por diferentes conteos pudo reunir entre 200 mil y 300 mil personas. El contexto era de una polarización muy grande y efervescencia social armada de resistencia contestataria por un lado y una represión sangrienta de los cuerpos de seguridad. Ambiente preguerra y la represión solo aumentaba el número de oponentes y los que perdían el miedo.
¿Qué ha sucedido para que la resistencia ciudadana crezca tanto tan pronto? La pregunta es de respuestas múltiples, pues los abusos de gobierno han sido tantos y tan frecuentes, que es difícil aislar una sola causa, son muchas y en la misma dirección: autoritarismo, opacidad, corrupción y un estilo de matonería populista dictatorial. Pero todo suma y sigue.
El chorro que rebalsa el vaso es cuando le tocan la bolsa a la población y eso es exactamente lo que ha provocado la Ley del Bitcóin, un criptoactivo metido a la fuerza como moneda de curso legal obligatoria, sin ser una moneda, que ha sufrido un rechazo mayoritario de técnicos, periódicos especializados, organismos multilaterales y economistas locales y de todo el mundo. Bukele siguió adelante contra viento y marea, pero a la hora de la verdad, el ciudadano común y el más educado entendieron que los están estafando, que el experimento les saldrá caro a los salvadoreños, que unos cuantos del círculo del presidente se enriquecerán con la Chivo Wallet, que se lavarán capitales turbios y que la cuenta la terminaremos pagando todos, una vez más.
Mary O’grady, del Wall Street Journal, prestigiosa columnista que sigue muy bien a El Salvador, escribe que el bitcóin es una estafa, que realmente lo que Bukele busca porque lo necesita es la forma de imprimir dinero.
Endeudó al país más allá de lo concebible y ciegamente ahuyentó a los posibles financistas como el Fondo
Monetario y el Banco Mundial con su asalto a la democracia, toma de la CSJ, Fiscalía, Asamblea totalmente obediente, destitución autoritaria de jueces, sindicalistas y profesionales. No nos financian si no revierte medidas y ya dijo que no, se quedó solo.
Entonces necesita imprimir dinero ya que no consigue financiamiento, el bitcóin reemplazado por un dólar virtual es su salida, la desdolarización de facto, con las negras consecuencias de inflaciones colosales, devaluaciones igual, quizá un corralito como en Argentina.
Una marcha enorme puede ser un punto de inflexión.
¿Qué ha sucedido para que la resistencia ciudadana crezca tanto tan pronto? La pregunta es de respuestas múltiples: autoritarismo, opacidad, corrupción y un estilo de matonería populista dictatorial.