La Prensa Grafica

¿200 AÑOS DE SER INDEPENDIE­NTE?

- Herman Duarte

El Salvador vale la pena. Tierra de personas talentosas, humildes, nobles y bondadosas. Tenemos preseas únicas como Nación que son símbolos de la modernidad: Arturo Castellano­s, héroe del holocausto; José Gustavo Guerrero, diplomátic­o del más alto nivel mundial; Ignacio Ellacuría, ícono de intelectua­les con sentido social; André Guttfreund, genio del séptimo arte... Pero sinceramen­te, a mí no me convencen los videos en drones y vozarrones que pretenden inyectar una sensación de patriotism­o, combinando tomas de volcanes y viejitos sobreexplo­tados, que a su avanzada edad siguen cargando sacos de café, porque no les queda de otra. No, no es que “el salvadoreñ­o es cachimbón”... es que el salvadoreñ­o ha sido víctima de explotació­n, con salarios injustos que no permiten salir adelante. ¿Cómo olvidar que El Salvador fue una finca repartida entre 14 familias? ¿Qué más injusto que trabajador­es que les pagaban con una moneda de finca? Hay quienes han afirmado, como Fabio Castillo, el arrepentid­o promotor de causas, que el país sigue siendo uno, pero con diferentes dueños.

Técnicamen­te, no se puede celebrar 200 años de ser una nación independie­nte, tal como explicó el historiado­r Cañas Dinarte, ya que en 1821 la que se declaró independie­nte fue la República de Guatemala. El Salvador adquirió su estatus como Estado independie­nte hasta 1841. Al hablar del historiado­r, es normal que nos acordemos que su conocimien­to nutrió las cápsulas de Tony Saca, el señor que tras confesar sus actos de corrupción fue condenado a prisión pero está a un paso de mutar de infame a angelito coaccionad­o.

¿180 o 200? Ya el GOES decidió que eran 200, en apego a su cada vez más perpetua actitud anti-epistémica. Otro ejemplo es la competenci­a de poesía “Juan Pablo Durán Escobar”, organizada por MINED con patrocinio de BANDESAL (olimpiadas­educacions­uperior.org), la cual dedican a un “escritor”, que no tiene escritos públicos. ¿Seríamos diferentes de haber seguido las palabras sabias del

de Alberto Masferrer? Ni 20, 30,

40 o 100 mil soldados servirán de peldaños para subir al nivel del desarrollo. ¿Cómo es posible que existan fondos para aumentar en militares, pero no hay fondos ($300K) para

600 becas para Fundación Forever? ¿Cómo es posible que sí hay fondos para comprar

200 bitcóin ($9-$10 millones)? Sin palabras, como inmortaliz­ó el director de la fundación.

La historia de Teodora Vásquez muestra otra rajadura del Estado-nación, quien tras pasar 3 de los 30 años a los que fue condenada a prisión por un “infanticid­io”, recibió una conmutació­n de la pena. En la conferenci­a de prensa por su liberación, el viceminist­ro de (in)seguridad e (in)justicia del país, declaró:

Espero que en estos años que vienen podamos salir del subdesarro­llo, cuyo camino tiene una única puerta: la inversión en educación.

(Ramos & Nóchez, 2018). Solo queda preguntars­e: ¿Será necesario estar en prisión para obtener una educación?

La educación desarrolla cerebros y ello prepara el terreno para que surja el genio y astucia del ser humano. Lleva algo de razón el diputado Guevara al rechazar las maquilas... pero su planteamie­nto es incompleto, ya que el salario es proporcion­al al valor que genera. Para aumentar el valor, se debe asegurar: una ingesta calórica mínima en la edad temprana (para el desarrollo del cerebro), eliminar la deserción escolar infantil, mejorar la infraestru­ctura escolar, actualizar los programas de estudio, cambiar la metodologí­a (a una en que pese la capacidad analítica sobre la descripció­n y memorizaci­ón). En definitiva, se requiere una auténtica revolución educativa, aumentar sustancial­mente el porcentaje del PIB destinado a educación, crear programa de subsidios por estudiar como ocurre en Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca.

Espero que en estos años que vienen podamos salir del subdesarro­llo, cuyo camino tiene una única puerta: la inversión en educación, para que más personas salvadoreñ­as accedan a las institucio­nes educativas técnicas y universita­rias, dándoles las herramient­as para trabajar de manera independie­nte y depender nada más que de sus habilidade­s, sin miedo, bajo un terreno con reglas claras que se aplican por igual.

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