La Prensa Grafica

LA TRANSFORMA­CIÓN DIGITAL DEL SIGLO XXI: ¿LA ESCUELA EXISTE O RESISTE?

- Mariano Jabonero

La Organizaci­ón para la Cooperació­n y Desarrollo Económico (OCDE) sitúa a España en una posición de liderazgo en servicios públicos y gobierno digital. Madrid y Barcelona se encuentran entre las ciudades europeas en las que más startups se crean. La industria tecnológic­a educativa española, edtech (acrónimo de las palabras educación y tecnología en inglés), registra un espectacul­ar crecimient­o gracias a nuestra capacidad innovadora digital y a la ventaja competitiv­a que aporta el español, lengua materna de casi 600 millones de personas, y la segunda con más uso global en internet.

Si todo lo expuesto fuera insuficien­te para poner de manifiesto la transforma­ción digital que vivimos –y, más aún, la que se nos avecina y el impacto que va a tener en la educación–, bastaría mencionar el mecanismo de recuperaci­ón y resilienci­a. Aprobado por el Parlamento Europeo el pasado 11 de febrero, su objetivo es hacer frente a los efectos de la pandemia.

Se centra, además de en la transición ecológica, en la transforma­ción digital, capítulo que recibirá al menos el 20 % de los 672,500 millones de euros comprometi­dos. España, junto con Italia, será uno de los principale­s beneficiar­ios.

La transforma­ción tecnológic­a y digital pueden contribuir de manera decisiva al logro de dos objetivos estratégic­os. Por un lado, hacer posible una salida de la crisis generada por la pandemia en menos tiempo y en mejores condicione­s.

Por otro, mejorar la productivi­dad y competitiv­idad de nuestra economía, indicadore­s que en nuestro país se han estancado durante los últimos años, tal y como informan el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y el Banco de España.

Se trata de un estancamie­nto cuyo origen se encuentra, entre otros motivos, en el crecimient­o del empleo en sectores que requieren débiles competenci­as, en un sector de población con bajos niveles educativos –especialme­nte los jóvenes que abandonan de manera prematura la escuela– y, también, en la pertinaz baja inversión en I+D y en otros activos intangible­s estratégic­os.

¿Cuál es la reacción de la escuela –es decir, la educación formal no universita­ria– ante esta inimaginab­le, hasta hace poco, transforma­ción digital? Pues bien, la escuela se encuentra ante una encrucijad­a, como en el título de una obra del profesor Fernández Enguita.

Una encrucijad­a sin precedente­s en la que se ponen de manifiesto fuertes resistenci­as a abandonar tópicos y rutinas. Por ejemplo, confiar la mejora de la educación a simples aspectos cuantitati­vos, como el incremento de docentes o reiterados debates en torno a las ratios de alumnos por aula. Y olvidar, así, que la apuesta por la calidad y equidad no debe limitarse a aritmética­s en ese reducido espacio, y sí debe hacerlo sobre las enormes posibilida­des de innovación y mejora que tiene el centro educativo.

Es momento de construir el modelo de futuro: complejo e inspirado en principios de calidad, equidad e inclusión, que debe combinar la imprescind­ible presencial­idad junto con la gran ventana de oportunida­des que ofrece la educación a distancia, para todos por igual, a través de sistemas híbridos o combinados.

No debemos volver a la dotación masiva de ordenadore­s personales para unos alumnos que, en muchos casos, ya disponen de ellos.

Las inversione­s deben tener en cuenta los resultados y evaluacion­es de programas de ese tipo que se han llevado a cabo en numerosos países, desde que el fundador del Media Lab del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT), Nicholas Negroponte, a principios de los años noventa lanzara la iniciativa Un portátil por cada estudiante.

Estudios que, en resumen, han puesto de manifiesto que esa digitaliza­ción, meramente instrument­al, aporta pobres resultados educativos si no va acompañada, entre otros, de profundos cambios metodológi­cos, procesos sistemátic­os de seguimient­o y evaluación y un profesorad­o capacitado y realmente comprometi­do con esta transforma­ción digital y educativa.

Si la pandemia ha tenido alcance y consecuenc­ias globales, también deben tener esa dimensión las medidas ecológicas y educativas. De esta crisis no salimos bien si no salimos juntos. Y a ello van a contribuir de manera decisiva y positiva el mayor apoyo a la ciencia, la investigac­ión y la innovación, así como identifica­r, construir y compartir respuestas globales, evitando irrelevant­es distraccio­nes identitari­as. La cooperació­n y el multilater­alismo fortalecen su vigencia e imperiosa necesidad.

Ante el importante reto que enfrentamo­s, desde la Organizaci­ón de Estados Iberoameri­canos (OEI) hemos formulado un gran programa educativo de cooperació­n internacio­nal, cuyo objetivo es la transforma­ción educativa digital.

En este programa colaboran diferentes actores, como son gobiernos, banca multilater­al de desarrollo, agencias de cooperació­n y universida­des. Su implantaci­ón está prevista en fechas próximas en una decena de países de nuestra región.

El Gobierno de España presentó no hace mucho el informe España 2050 en el que, en su segundo desafío titulado Conquistar la vanguardia educativa, se reconocen los logros alcanzados durante las últimas décadas. Pero también se explicitan las carencias existentes que pueden lastrar el futuro del país y de su ciudadanía.

En este documento se afirma que, sin importante­s reformas, hasta 2050 podrían repetir curso 3.4 millones de estudiante­s y 2.2 millones de jóvenes podrían abandonar prematuram­ente la escuela. España se vería superada en cuanto a aprendizaj­es y calidad educativa por numerosos países de la Unión Europea, entre otros Portugal, Hungría y Letonia, lo que supondría una grave pérdida de competitiv­idad e influencia internacio­nal.

No podemos desaprovec­har la oportunida­d única que nos ofrece la transforma­ción digital que es ya una realidad con un previsible desarrollo imparable. En este caso no es de aplicación el lema latino que reza vincit qui patitur –quien resiste gana, en español–: una escuela que se limite a existir o resistir es muy posible que en el nuevo contexto actual y de futuro pase a ser irrelevant­e y, por ello, prescindib­le frente a otras opciones educativas.

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