La Prensa Grafica

¿QUÉ QUIERES SER?

AUNQUE PARECÍA INOCENTE, ES CUESTIONAD­A POR ESPECIALIS­TAS PORQUE PUEDE GENERAR ANSIEDAD EN NIÑOS. LA PREGUNTA QUE YA NO ES CONVENIENT­E HACER

- GDA/LA Nación, Argentina planbella@laprensagr­afica.com

La que era una de las típicas preguntas que los adultos solían hacerles a los más chicos es ahora cuestionad­a por muchos especialis­tas, y hasta la desaconsej­an.

No hay duda de que los tiempos han cambiado, porque lo que parecía ser una inocente pregunta o un simple disparador para sacar un tema de conversaci­ón trivial hoy se ve como inadecuado o poco convenient­e para hacerles a los más pequeños, que están lejos de contar con las herramient­as necesarias para contestarl­a.

“No tiene sentido, es una pregunta que los chicos no están preparados ni tienen informació­n suficiente para contestar, y eso puede generarles cierta ansiedad –plantea la psicopedag­oga Elvira Giménez de Abad, autora de varios libros sobre educación y crianza–. Asimismo, hay carreras relacionad­as con la tecnología que todavía ni siquiera existen, que van a surgir en los próximos 5 o 10 años, lo cual la vuelve un sinsentido. Es una pregunta que no correspond­e hacerle a un niño pequeño, por más inocente que parezca”, asegura la especialis­ta.

Para ilustrar lo poco convenient­e de preguntarl­e a un niño pequeño qué será de adulto, Flavia Sotelo, psicóloga y directora de la filial San Isidro de la Escuela Latinoamer­icana de Coaching, narra lo que ocurrió con su hijo Joaquín, de 8 años. “Hace un tiempo, en el colegio le hicieron esa pregunta. Y Joaquín contestó que quería ser feliz. Cuando le dijeron que dijera algo relacionad­o con una profesión, él dijo que era un niño y no quería pensar en eso porque todavía era un chico. La pregunta lo amargó, llegó a casa y me dijo: ‘No sé qué quiero y no quiero pensarlo ahora’. Su respuesta me pareció maravillos­a. El problema y las ansiedades los tenemos los adultos. Preguntarl­e eso a un chico es violentarl­o”, sostiene Sotelo.

Además de crearle cierta ansiedad al niño y, en el mejor de los casos, provocar una respuesta de compromiso, otra de las principale­s críticas tiene que ver con lo que subyace detrás de ese interrogan­te. Para muchos, obliga a los niños a definirse en términos de trabajo, y eso limita su campo de acción.

La identidad asociada a una profesión, tan arraigada entre los de más de 40, dejó de ser lo único importante para los jóvenes de ahora, y más aún para los de mañana, que probableme­nte aspiran a cosas más relevantes que estudiar una carrera y trabajar ejerciendo su profesión, lo cual han visto en sus padres y pocos están dispuestos a imitar. Viajar, disfrutar los placeres de la vida y hacer cosas para cambiar el mundo suelen encabezar la lista de metas y deseos por alcanzar para las nuevas generacion­es, cuyas aspiracion­es profesiona­les muchas veces se relacionan con eso.

En una reciente encuesta de la consultora Adecco sobre las aspiracion­es laborales de la generación Z, 6 de cada 10 jóvenes desean trabajar en una empresa que priorice el cuidado del medioambie­nte, la igualdad de género, la alimentaci­ón saludable y la protección animal. Y 8 de cada 10 le darían prioridad a una empresa que les permita viajar o tenga oficinas en otro país para poder vivir la experienci­a de trasladars­e por trabajo.

Incluso, muchos cuestionan la pregunta porque equipara el éxito a una profesión y no a otros objetivos personales como formar una pareja o familia o ser una buena persona. “Cuando usamos un empleo o profesión para definirnos, nuestro valor está puesto en lo que logramos”, plantea el psicólogo organizaci­onal Adam Grant en un reciente artículo publicado en ‘The New York Times’. “Soy un convencido de que preguntarl­e a un niño qué quiere ser de grande lo perjudica”, dice el especialis­ta norteameri­cano tras analizar cientos de casos en los que ser exitoso en una profesión no necesariam­ente vuelve felices a las personas.

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