LA ORACIÓN: DIÁLOGO CON DIOS
En una de sus homilías el papa Francisco dijo: “La oración humana elemental es siempre vocal. Y aun cuando rezar no signifique repetir solo palabras, la oración vocal es parte de la oración cristiana. No la podemos despreciar, pensando que se trate solo de una aburrida repetición de fórmulas. la oración es diálogo con Dios; y toda criatura, en un cierto sentido, dialoga con Dios. En el ser humano, la oración se convierte en palabra, invocación, canto, poesía”.
Las palabras son nuestras criaturas, pero son también nuestras madres, y de alguna manera nos modelan. Por esta razón, la Sagrada Escritura nos enseña a rezar también con palabras a veces audaces. Los escritores sagrados no quieren engañarnos sobre el hombre: saben que en su corazón albergan también sentimientos poco edificantes, incluso el odio.
Ninguno de nosotros nace santo, y cuando los sentimientos malos llaman a la puerta de nuestro corazón es necesario ser capaces de desactivarlos con la oración y con las palabras de Dios. Las palabras esconden sentimientos, pero existe también el camino inverso: en el que las palabras modelan los sentimientos.
En este sentido, la Biblia educa al hombre para que todo salga a la luz de la palabra, que nada humano sea excluido, censurado. Sobre todo, el dolor es peligroso si permanece cubierto, cerrado dentro de nosotros. Porque, un dolor cerrado dentro de nosotros puede envenenar el alma, es mortal.
En los salmos encontramos también expresiones muy duras contra los enemigos; y también son palabras que pertenecen a la realidad humana y que han terminado en el cauce de las Sagradas Escrituras. Están ahí para testimoniarnos que, si delante de la violencia no existieran las palabras, para hacer inofensivos los malos sentimientos, para canalizarlos para que no dañen, el mundo estaría completamente hundido.
La primera oración humana es siempre una recitación vocal. En primer lugar, se mueven siempre los labios. Aunque como todos sabemos rezar no significa repetir palabras, sin embargo, la oración vocal es la más segura y siempre es posible ejercerla.
Los sentimientos, sin embargo, aunque sean nobles, son siempre inciertos: van y vienen, nos abandonan y regresan. No solo eso, también las gracias de la oración son imprevisibles: en algún momento las consolaciones abundan, pero en los días más oscuros parecen evaporarse del todo. La oración del corazón es misteriosa y en ciertos momentos se ausenta. La oración de los labios, la que se susurra o se recita en coro, sin embargo, está siempre disponible, y es necesaria como el trabajo manual.
Por tanto, no debemos despreciar la oración vocal, no es cosa de niños o para la gente ignorante: Cristo nos enseñó a rezar el Padre Nuestro.
Pidamos a nuestra madre, la Virgen, que nos enseñe a rezar como Ella lo hacía cuando hablaba con su Hijo.
Las palabras son nuestras criaturas, pero son también nuestras madres, y de alguna manera nos modelan. Por esta razón, la Sagrada Escritura nos enseña a rezar también con palabras a veces audaces.