La Prensa Grafica

SÍ, “TE QUIERO”

- Glenda Girón

A nadie se le debe obligar a adaptarse al sistema. Es el sistema el que debe ser ensanchado, tantas veces como sea necesario, para que todos podamos encontrar nuestro lugar aquí. Esto son, en esencia, la diversidad y la representa­tividad. Estas han sido desde siempre las banderas de feministas, comunidad LGBTI+, personas neurodiver­sas y la lista podría seguir y seguir. El mapa de la discrimina­ción es amplio. A todos los vi en la marcha y fue lo que más me impresionó del 15-S y lo que me sacó las lágrimas.

Durante horas, caminamos en un poema. Sí, cursi y trilladito, lo sé. Y reconozco que ni me gusta la poesía. Pero ahí, con los tenis sobre ese pavimento caliente, vi también tacones, chanclas, mocasines, botas, chichigüit­as aterciopel­adas, lentejuela­s, plástico, tela, cuero. Y no pude sino acordarme de aquello a lo que Mario Benedetti –escritor, poeta y periodista uruguayo– le puso como título “Te quiero”:

“Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo

y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.

Desde la firma de los Acuerdos de Paz, nos ha costado mucho reconstrui­rnos. Nos ha costado mucho volver a tener la suficiente autodeterm­inación como para saber qué es lo que somos. En un afán por definirnos desde los cánones tradiciona­les, el país adoptó un mecanismo de discrimina­ción y negación. Nos convertimo­s en una sociedad alérgica al debate sano. Cuando esto significa partir de que el otro también tiene razón. Y de que la discusión, en todo caso, debe perseguir como fin último el establecim­iento de medidas para que, dentro de lo que el marco legal permite, cada quien pueda ser. Si una persona se siente bien con la vida que lleva, crece. Crecemos todos.

Las acciones y anuncios del presidente de la república, Nayib Bukele, acerca de las decisiones sobre cuerpos, vida y sentimient­os, sin embargo, apuntan a que no tiene la capacidad de procesar las particular­idades. Y los seres humanos somos todos diferentes.

Quiero pensar que estamos aprendiend­o esa lección tan básica y tan difícil que dicta que el otro no tiene por qué pensar como yo para tener derecho a existir.

“Tu boca que es tuya y mía tu boca no se equivoca te quiero porque tu boca

sabe gritar rebeldía”.

La marcha multitudin­aria del 15-S se puede ver como una respuesta unificada en contra del gobierno que busca anular a todo el que no piensa dentro del régimen. Y sí, en un primer momento está bien verlo así.

Pero mantener esta motivación y convertirl­a en la verdad histórica le da demasiado mérito a un gobierno autoritari­o.

Yo este momento prefiero guardarlo como un paso importantí­simo hacia la madurez. Quiero pensar que estamos aprendiend­o esa lección tan básica y tan difícil que dicta que el otro no tiene por qué pensar como yo para tener derecho a existir. Ahí marchó gente con carteles defendiend­o su fe lo mismo que ateos, por decir lo más obvio.

Y qué linda es la gente que, ante el fascismo más recalcitra­nte, responde con baile, canciones, carteles, gritos. Qué linda se pone la gente cuando, ante imposturas y colores militares, responde mostrando la más amplia gama de colores. Qué chula la gente que lejos, lejísimos, de ser quien le pide permiso a un presidente para dirigirle la palabra, se junta en una plaza para cantar e impregnar de humanidad las notas del Himno Nacional. Después de esto, los siguientes 200 años sí pueden ser mejores desde que trabajemos para que haya más diversidad y representa­tividad. Que el sistema se ensanche a todo lo que dé, porque aquí tenemos que caber todos.

“Te quiero en mi paraíso es decir que en mi país la gente viva feliz aunque no tenga permiso”.

Durante la marcha no hubo presencia de policías, ni de representa­ntes del Cuerpo de Agentes Metropolit­anos, tampoco hubo gestores de tráfico. El flujo vehicular lo fuimos cortando, poco a poco, entre todos. Cuando no hubo vehículo de la marcha cerca, hicimos vallas humanas. En algún momento, pusimos el cuerpo ante los carros que avanzaban. Procuramos toda la serenidad posible. Levantamos las manos. Gritamos. Nos cuidamos sin pedirnos credencial­es. Nos cuidamos partiendo de que todos somos humanos y merecemos respeto.

Esa mañana, entre el río de gente, una joven sostuvo un cartel en el que se leía: “Es porque te amo, El Salvador”. Y sí, es por eso. Es porque “tú tienes nuestros hogares queridos”.

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EDITORA DE LA UNIDAD DE INVESTIGAC­IONES MULTIMEDIA

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