LA FIESTA DEL CHIVO
Pocas veces se habla de El Salvador en el extranjero. Y generalmente se trata siempre de noticias negativas. Violencia, pandillas, homicidios, negociaciones ilegales, golpes, corrupción. Nada nuevo bajo el sol con el mandato de Bukele. “Nuevas ideas, viejos trucos”, dice The Economist. El bitcóin y la ahora famosa empresa Chivo encargada de su implementación no fueron una excepción: otro fiasco más en la gran mascarada.
Como suele pasar en nuestras tierras, el fiasco no es para todos. Una minoría, la verdadera minoría, asumió el tiempo de una noche la farsa y festejó. Como lo cuenta Revista Factum, el 7 de septiembre, por un lado, personas marcharon en las calles de San Salvador para protestar contra la introducción de la criptomoneda como forma de pago en el país; por el otro, unos happy few poco recomendables brindaron por la noticia a 40 kilómetros de la capital, en el Hotel Acantilados: youtubers, influencers, inversionistas, millonarios y funcionarios (cuando no son todo al mismo tiempo). Como era de imaginarse, el propietario de la empresa privada Chivo S.A. de C.V. financiada por fondos públicos es del círculo bukeliano; pues sí que había efectivamente algo que celebrar. Literalmente, la fiesta del Chivo.
De manera más simbólica esta vez, pero acercándonos más al sentido de la gran novela de Vargas Llosa –y manteniendo a pesar de todo un vínculo con lo anterior–, la fiesta, por antífrasis, puede significar todo lo contrario. Puede connotar los círculos viciosos e infernales: todo lo destructivo, decadente y peligroso. Por lo mismo, lo que no funciona. Fue el lanzamiento fracasado del “Bitcoin Day”, en el que se vio a un presidente cuyas promesas se desinflaban al ritmo de los fallos de la Chivo Wallet, ser incluso el encargado del soporte técnico de la aplicación por Twitter. No estamos lejos de los caudillos de un García Márquez, tan ambiciosos y ávidos de poder que, coqueteando con la locura, terminan haciendo absolutamente todo solos.
La implementación del bitcóin es una buena sinécdoque de la política de Bukele. A esa conocida soledad, hay que sumarle la impreparación e improvisación totalmente expuestas. Ningún plan, ningún experto, ninguna técnica. Nada. Solo discursos que atacan y buscan desviar la mirada. Bukele acusaba a la oposición de asustar a la población mayoritariamente opuesta a la criptomoneda; pero la gente no necesitaba a nadie para darse cuenta de lo obvio y previsible.
Por ello el presidente ha mandado soldados a proteger los cajeros Chivo, una decisión tan absurda como interesante. Absurda porque estamos en El Salvador. Interesante por la personificación del cajero: el ejército protegiendo el que manda, aunque sea defectuoso. El ejército protegiendo el “Chivo”, el líder supremo, el Generalísimo.
En la obra de Vargas Llosa, el “Chivo” es el apodo de Trujillo, el dictador dominicano. El narrador cuenta cómo el “Generalísimo” controla todo el país, concentra todo el poder y es capaz de las peores atrocidades. Cómo también maneja las perversas relaciones en su corte, entre sus cortesanos, capaces de las peores humillaciones y aberraciones por miedo y fanatismo. La larga e intensa secuencia política del bitcóin y todo lo que vemos desde el principio de su mandato con los golpes cada vez más fuertes dados a una frágil democracia dejan pensar que Bukele ya ha escogido su horizonte; el del siniestro y terrible personaje, en la ficción como en la realidad.