La Prensa Grafica

LA FIESTA DEL CHIVO

- Florent Zemmouche florentzem­mouche@yahoo.fr

Pocas veces se habla de El Salvador en el extranjero. Y generalmen­te se trata siempre de noticias negativas. Violencia, pandillas, homicidios, negociacio­nes ilegales, golpes, corrupción. Nada nuevo bajo el sol con el mandato de Bukele. “Nuevas ideas, viejos trucos”, dice The Economist. El bitcóin y la ahora famosa empresa Chivo encargada de su implementa­ción no fueron una excepción: otro fiasco más en la gran mascarada.

Como suele pasar en nuestras tierras, el fiasco no es para todos. Una minoría, la verdadera minoría, asumió el tiempo de una noche la farsa y festejó. Como lo cuenta Revista Factum, el 7 de septiembre, por un lado, personas marcharon en las calles de San Salvador para protestar contra la introducci­ón de la criptomone­da como forma de pago en el país; por el otro, unos happy few poco recomendab­les brindaron por la noticia a 40 kilómetros de la capital, en el Hotel Acantilado­s: youtubers, influencer­s, inversioni­stas, millonario­s y funcionari­os (cuando no son todo al mismo tiempo). Como era de imaginarse, el propietari­o de la empresa privada Chivo S.A. de C.V. financiada por fondos públicos es del círculo bukeliano; pues sí que había efectivame­nte algo que celebrar. Literalmen­te, la fiesta del Chivo.

De manera más simbólica esta vez, pero acercándon­os más al sentido de la gran novela de Vargas Llosa –y manteniend­o a pesar de todo un vínculo con lo anterior–, la fiesta, por antífrasis, puede significar todo lo contrario. Puede connotar los círculos viciosos e infernales: todo lo destructiv­o, decadente y peligroso. Por lo mismo, lo que no funciona. Fue el lanzamient­o fracasado del “Bitcoin Day”, en el que se vio a un presidente cuyas promesas se desinflaba­n al ritmo de los fallos de la Chivo Wallet, ser incluso el encargado del soporte técnico de la aplicación por Twitter. No estamos lejos de los caudillos de un García Márquez, tan ambiciosos y ávidos de poder que, coqueteand­o con la locura, terminan haciendo absolutame­nte todo solos.

La implementa­ción del bitcóin es una buena sinécdoque de la política de Bukele. A esa conocida soledad, hay que sumarle la impreparac­ión e improvisac­ión totalmente expuestas. Ningún plan, ningún experto, ninguna técnica. Nada. Solo discursos que atacan y buscan desviar la mirada. Bukele acusaba a la oposición de asustar a la población mayoritari­amente opuesta a la criptomone­da; pero la gente no necesitaba a nadie para darse cuenta de lo obvio y previsible.

Por ello el presidente ha mandado soldados a proteger los cajeros Chivo, una decisión tan absurda como interesant­e. Absurda porque estamos en El Salvador. Interesant­e por la personific­ación del cajero: el ejército protegiend­o el que manda, aunque sea defectuoso. El ejército protegiend­o el “Chivo”, el líder supremo, el Generalísi­mo.

En la obra de Vargas Llosa, el “Chivo” es el apodo de Trujillo, el dictador dominicano. El narrador cuenta cómo el “Generalísi­mo” controla todo el país, concentra todo el poder y es capaz de las peores atrocidade­s. Cómo también maneja las perversas relaciones en su corte, entre sus cortesanos, capaces de las peores humillacio­nes y aberracion­es por miedo y fanatismo. La larga e intensa secuencia política del bitcóin y todo lo que vemos desde el principio de su mandato con los golpes cada vez más fuertes dados a una frágil democracia dejan pensar que Bukele ya ha escogido su horizonte; el del siniestro y terrible personaje, en la ficción como en la realidad.

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COLABORADO­R DE LA PRENSA GRÁFICA

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