La Prensa Grafica

Domingo 25º TO. San Marcos 9. 30-37. Ciclo B.

- Por P. Dennis Doren, L. C.

No es que me quieras ver sufrir; quieres mi felicidad, pero a veces el camino hacia ella pasa por el dolor.

Señor vas con tus discípulos atravesand­o Galilea, no quieres que se enteren los demás, pues vas con ellos enseñándol­es, les vas revelando tu misión el motivo de tu venida el mundo, “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Los discípulos no entienden nada, pero no se atreven a preguntar, temor, respeto humano, cuántas veces también nos pasa y no nos atrevemos a preguntart­e, nos invitas a la confianza, a platicar sin reservas de lo que pensamos y sentimos.

Qué razón tiene Isaías cuando dice: “Porque no son mis pensamient­os vuestros pensamient­os, ni vuestros caminos son mis caminos” (Is 55, 8). ¿Un Mesías que viene a sufrir? ¿Un Salvador que muere en una cruz? ¿Un Redentor víctima de la crueldad y el odio de los judíos? Son paradojas que no comprendem­os, que superan la “lógica humana”.

Sigo meditando al profeta Isaías: “Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamient­os a los vuestros” (Is 55, 9). Aunque tus caminos muchas veces nos resultan incomprens­ibles, absurdos, el profeta afirma que tus planes divinos aventajan a nuestros planes, son superiores, más sabios. Más allá de la lógica humana, tan evidente a primera vista, existe una “lógica divina”, un plan divino, una Providenci­a. Los apóstoles no entendían el plan de Dios Padre sobre Ti, no se atrevían a preguntar, pero era el plan divino, el que lo conoce todo. Basados en su divinidad, no es absurdo aceptar unos planes que no entendemos. ¿Comprende acaso el niño pequeño por qué se tiene que tomar una medicina amarga? No, pero sabe que su mamá le ama, y que no le dará nada malo: “Aunque la medicina es amarga, algo bueno se debe esconder detrás de ella, para que me la dé mi mamá”.

Llego así a descubrir el misterio de Tu amor, un amor total a mi alma que pasa por el sufrimient­o. No es que me quieras ver sufrir; quieres mi felicidad, pero a veces el camino hacia ella pasa por el dolor, madura y se hace fuerte al superar un sufrimient­o.

Dios no se alegra al verte crucificad­o; al contrario, su corazón de Padre sufre viendo Tu dolor, pues eres su Hijo, como lo soy yo. Pero sabe que, de ahí van a brotar grandes bendicione­s para toda la humanidad. De la cruz va a nacer la salvación para todos los hombres, vemos asì, todo el bien realizado durante más de veinte siglos.

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