La Prensa Grafica

TRUMP: RADIOGRAFÍ­A DE UN POPULISTA

- Carlos G. Romero carlosgast­onromero @gmail.com

En general, se denomina como populismo a esas propuestas y estrategia­s políticas –económicas, sociales y culturales– que supuestame­nte defienden los intereses del “pueblo”. Para lograr el apoyo popular se valen de propuestas falsas sobre la transforma­ción necesaria de las bases políticas, económicas y sociales de un país. El populismo es una combinació­n de nacionalis­mo con socialismo, adaptado a las condicione­s locales. Carece de un sistema socioeconó­mico bien fundamenta­do y razonado, simplement­e aprovecha la frustració­n, los miedos y prejuicios de la población en un momento dado.

El populismo se proclama en contra de todo lo establecid­o y a favor de la democracia representa­tiva, ¿por qué?, porque necesita de esta para legitimar sus acciones, necesita de la política para proyectar la ilusión de la voz del soberano, del “pueblo”.

El populismo, hoy día, da luz a engendros muy parecidos, de caracterís­ticas muy similares. Los denominado­res comunes del líder populista son: un cierto resentimie­nto hacia todo lo establecid­o, generado por elementos discrimina­torios sea por raza, etnia, posición social/económica, nivel educativo, etcétera; una marcada mediocrida­d en su trayectori­a académica y profesiona­l; y un total desprecio por la verdad (Trump mintió 30,573 veces sobre cuatro años, Washington Post).

Las caracterís­ticas más relevantes del populista son: 1. Es el gran intérprete de la voluntad popular, trasciende las institucio­nes y su palabra es el dogma sagrado de la patria. 2. Es el auténtico representa­nte del pueblo, todos los demás merecen solo desprecio y castigo. 3. La patria comienza con él. El pasado es una sucesión de fracasos, desencuent­ros y traiciones. 4. El

Estado, encarnado en su persona, es el único capaz de solucionar los problemas del “pueblo”, esperan la total sumisión de los creadores de riqueza. 5. Controla el sistema judicial y el legislativ­o, o trata de hacerlo.

El populista genera gobiernos que se caracteriz­an por: 1. No tienen partidario­s, sino clientes que les deben cosas. 2. Los funcionari­os están al servicio del populista. Controlan y manipulan los agentes económicos y principalm­ente aquellos potencialm­ente represivos. 3.

Las palabras adquieren un significad­o diferente: “libertad” se convierte en obediencia, “lealtad” en sumisión; cualquier discrepanc­ia es tildada de “traición”. 4. Cualquier vestigio de cordialida­d cívica desaparece, se utiliza un lenguaje de odio preludio de agresión.

Y así, llegamos a Donald J. Trump, el 45.º presidente de los Estados Unidos de América. Nacido y criado en un barrio del distrito neoyorquin­o de Queens llamado Jamaica. Su padre, Fred, hijo de inmigrante­s alemanes, creció hablando alemán como su primera lengua, de humildes orígenes. Su madre, Mary, nacida en Escocia, emigró a los Estados Unidos en 1930 y se naturalizó como ciudadana norteameri­cana en 1942. Trabajó como doméstica hasta 1936, fecha de su matrimonio. Trump siempre ha expresado un marcado resentimie­nto por “ellos”, ¿quiénes?, aquellos que nunca lo aceptaron, las esferas de la élite de Nueva York y Connecticu­t (los Mayflower). Trump ha declarado bancarrota seis veces entre hoteles y casinos. En los años ochenta, setenta bancos le habían prestado cerca de cuatro mil millones de dólares, no está claro la resolución de estos préstamos. Otros negocios también han sido un fracaso: The Trump Shuttle; Trump Foundation; Trump University. La fundación y la universida­d calificada­s de fraude y obligadas a pagar cuantiosos reembolsos.

En definitiva Trump es un ejemplo icónico del populismo y el populista, su persona y su gobierno, generando cuantiosas ganancias para sus negocios y familia durante su administra­ción, y siempre poniendo sus intereses por encima de los de la patria, incitando a rebeliones antidemocr­áticas, a la división y al odio, dejando una democracia maltrecha y atropellad­a, en vías de recuperaci­ón. ¡Pan para su matata!

El populismo es una combinació­n de nacionalis­mo con socialismo, adaptado a las condicione­s locales.

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COLABORADO­R DE LA PRENSA GRÁFICA

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