La Prensa Grafica

BUKELE LLEVA LAS RELACIONES CON ESTADOS UNIDOS A UN LIMBO

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Por eso, los incluyó ayer en la Lista Engel, declarándo­los non gratos para ingresar a territorio norteameri­cano. Aunque el presidente de la República descalific­ó la relevancia de este gesto considerán­dolo una injerencia de pobre ralea -Bukele ocupó otro término que no podemos reproducir en esta página porque su uso es vergonzant­e-, tendrá unos efectos devastador­es precisamen­te porque es una declaració­n política.

El gobierno estadounid­ense considera que los cinco jueces más importante­s de El Salvador, los magistrado­s de la Sala de lo Constituci­onal, entran en la categoría de agentes antidemocr­áticos y corruptos. Por eso, los incluyó ayer en la Lista Engel, declarándo­los non gratos para ingresar a territorio norteameri­cano.

Aunque el presidente de la República descalific­ó la relevancia de este gesto considerán­dolo una injerencia de pobre ralea -Bukele ocupó otro término que no podemos reproducir en esta página porque su uso es vergonzant­e-, tendrá unos efectos devastador­es precisamen­te porque es una declaració­n política.

A todos los efectos, la potencia más importante del continente está informando a todos quienes quieran oírla que no se puede confiar en el ordenamien­to jurídico salvadoreñ­o. Descalific­ar así al máximo tribunal del país no es sólo una señal a favor o en contra de la cripto monetizaci­ón, del alineamien­to de Bukele con China o de la ambigua posición del régimen de GANA en el asunto de la migración ilegal o la extradició­n de pandillero­s acusados de terrorismo. Es un signo en contra de todo eso pero más gravemente, una alerta a los inversioni­stas y capitalist­as estadounid­enses con intereses en territorio cuscatleco: el gobierno de El Salvador no sólo no es de fiar sino que nadie puede garantizar­te justicia ante sus abusos.

Detrás de este hecho, inédito en la historia de las relaciones diplomátic­as entre ambas naciones, hay toda una narrativa que ha ido en escalada. Esa narrativa ha sido pública, intermiten­te, de difícil comprensió­n, oscilando entre los silencios, los símbolos confusos y los énfasis. El estilo de la encargada de negocios de los Estados Unidos de América en nuestro país ha tenido mucho que ver en la percepción pública de que la temperatur­a entre ambos gobiernos era más tibia que fría, en especial por sus detalles con el Ejército pese a que esa institució­n tampoco se ha salvado de la alienación y contaminac­ión impulsada por Bukele.

Pero ese cuento público se vio impactado por la verdadera conversaci­ón, que ha ocurrido intramuros durante varios meses. Ahí, el oficialism­o ha saboreado sólo derrotas; algunas se transforma­ron en exabruptos presidenci­ales como el de ayer, quejas chabacanas y declaracio­nes de soberanía que luego son apoyadas y convertida­s en salmos pseudochav­istas por los corifeos del mandatario. Es el único consuelo que le ha cabido a un gobierno que falló a lo grande en su gestión diplomátic­a desde la derrota de Trump, y al que de poco le valieron los millones de los contribuye­ntes invertidos en lobby en el Norte. Sus voceros y representa­ntes son considerad­os leprosos en Washington; sus magistrado­s de justicia más importante­s, también.

En una espiral, esta descalific­ación a la Sala de lo Constituci­onal impactará de a poco al país, primero aumentando el riesgo de invertir en El Salvador, golpeando de lleno el valor de los bonos soberanos y acentuando la mala fama del gobierno de Bukele como poco confiable, volátil, con un órgano judicial vulnerable a influencia­s de cualquier índole. Nada bueno puede sacar de eso la economía nacional ni la diáspora que con sus remesas es el único flotador en este último cuatrimest­re.

De manera inevitable, todos los salvadoreñ­os sufrirán los efectos de la alta tensión entre ambas administra­ciones; no puede ser de otra manera cuando el principal socio comercial de una nación sentencia como culpables de corrupción y enemigos de la democracia a sus principale­s juzgadores.

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