LA PEOR TRAGEDIA ES QUE SE NAUFRAGUE POR FALTA DE DIRECCIÓN
Qué proyecto defiende Bukele? ¿Cuál es la política pública cuya defensa vale suficientemente la pena como para romper con el orden constitucional, el Estado de derecho, perjudicar el equilibrio macroeconómico y aislar a El Salvador en el escenario internacional?
Ayer, la encargada de negocios de los Estados Unidos de América en nuestro país sostuvo en entrevista televisiva que a su gobierno no le cabe duda de que los cinco magistrados impuestos por el presidente a través de su bancada legislativa participan en actos de corrupción. Sostuvo que la situación es tal que esa nación prefiere condenarlos en público que voltear a ver hacia otro lado con la excusa de mantener las relaciones diplomáticas.
La nación salvadoreña no cayó en esta condición tan peculiar, la de que un gobierno tradicionalmente amigo desacredite a sus principales jueces, de modo accidental. Esto es sólo resultado de las decisiones tomadas por el presidente y ejecutadas por su brazo parlamentario, unas determinaciones hechas aun sabiendo de estos efectos potenciales.
Sólo Bukele y su círculo ganaron con la designación de esos magistrados; mientras el conjunto de los salvadoreños pierde cada vez más con ese desenlace. La ciudadanía pierde per se con un órgano judicial que hoy más que nunca es vulnerable ante la oligarquía, pierde con el resquebrajamiento del Estado de derecho y el fin de la independencia de jueces y fiscales. Y por añadidura, pierde ante el dominó primero diplomático y luego económico que supondrá la vergonzosa inclusión de la Sala de lo Constitucional completa en la lista Engel.
Como ariete contra la partidocracia que naufragó en varios órdenes de la vida nacional, Bukele fue efectivo y satisfizo los propósitos de un mayoritario sector de la nación. Interpretado como el acicate contra los antiguos partidos oficiales, el mandatario fue el único vehículo del que la población dispuso una vez resuelta a botar del poder al FMLN y a no devolvérselo a ARENA.
Trágicamente, no había proyecto político. Por eso todo lo que el presidente dice y lo que el oficialismo legislativo le resuelve moviendo la cola sabe, suena y se ve hueco; es un cuenco vacío, sin soluciones para los problemas del país. Por eso la dinámica de la administración pública parece una lista de ocurrencias. Es una lista de ocurrencias.
Ante la pandemia, un hospital cuyo financiamiento y aprovisionamiento no está conectado con el resto de la red de salud; ante la necesidad de vacunar a la población, primero unas cabinas innecesarias y luego un vacunatorio costoso y pomposo que centralizó el proceso sin análisis adecuado sólo a efectos de propaganda; ante la crisis económica, una criptomoneda que es el hazmerreír internacional; y ante la potencial investigación derivada de todos estos abusos, despilfarros y posibles delitos, desmantelamiento del Órgano Judicial a los ojos de los aliados a los que se les está pidiendo financiamiento.
Ocurrencia tras ocurrencia, cada una peor que la anterior, sin un enfoque articulado para perfeccionar el Estado, y un discurso más propio de una fiera encerrada que de un gobierno con la administración configurada a su antojo para proceder en alguna dirección.
Trágicamente, no había proyecto político. Por eso todo lo que el presidente dice y lo que el oficialismo legislativo le resuelve moviendo la cola sabe, suena y se ve hueco; es un cuenco vacío, sin soluciones para los problemas del país. Por eso la dinámica de la administración pública parece una lista de ocurrencias. Es una lista de ocurrencias.