LOS LICENCIADOS EN LA SALA DE LO CONSTITUCIONAL: UNA DESHONRA MUNDIAL
En diciembre de 2020, el Congreso de Estados Unidos de América emitió la “Ley de Compromiso Mejorado EE.UU. con el Triángulo Norte”, que en una de sus secciones dispone la publicación de la “Lista de Actores Corruptos y Antidemocráticos” de Guatemala, Honduras y El Salvador, más conocida como “Lista Engel”.
La publicación de dicha lista es parte de los esfuerzos de Estados Unidos para “fortalecer la gobernabilidad democrática y erradicar la corrupción” en los países citados, pues es conocido que la corrupción mina los cimientos de la democracia y vulnera derechos fundamentales de las personas.
Pues el 20 de septiembre de 2021 se hizo público que el Departamento de Estado de los Estados Unidos incluyó en dicha lista a cinco salvadoreños: Óscar Alberto López Jerez, Elsy Dueñas Lovos, Héctor Nahún Martínez García, José Ángel Pérez Chacón y Luis Javier Suárez Magaña.
Esas personas son los licenciados que desde el 1 de mayo de este año ocupan ilegítimamente las oficinas de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (SCN/CSJ), impuestos por la fuerza de las armas, a través de groseras violaciones a la Constitución, leyes nacionales y tratados internacionales sobre derechos humanos.
En puridad, desde una perspectiva jurídica, los citados licenciados no son magistrados, ni siquiera funcionarios de hecho o de facto, ya que su imposición y su permanencia no cumple, ni de lejos, la mínima apariencia de legitimidad, al grado que la posesión de sus aparentes cargos no es de buena fe. Incluso, estoy convencido de que ellos mismos saben que ocupan sus “cargos” sin cobertura jurídica alguna.
Pues la inclusión de dichos licenciados en la oprobiosa Lista Engel constituye una deshonra pública para esas personas y una vergüenza ajena para El Salvador: en efecto, es un deshonor de alcance mundial que personas que se presentan como “magistrados” de la SCN/CSJ hayan sido incluidas en una lista de “actores corruptos y antidemocráticos”.
No podemos en este espacio detallar las circunstancias históricas que motivaron que en el siglo XX se crearan en Europa occidental los tribunales constitucionales, clase de entidad jurisdiccional que luego se extendió sobre todo en América Latina; pero sí es importante destacar que, en general, respecto de los tribunales, cortes o salas constitucionales, las experiencias los mostraban como un instrumento valioso para la protección de los derechos fundamentales y la garantía de la democracia; y, por ello, la magistratura constitucional ha sido, en general, altamente respetada en todo el mundo.
Lamentablemente, esa casi identificación entre tribunales especializados en materia constitucional, vigencia de derechos fundamentales y consolidación democrática se ha perdido en varios países de América Latina y, al respecto, el último caso es la penosa actuación de las personas que ilegítimamente afirman ser “magistrados” de la SCN/CSJ salvadoreña.
En efecto, en América Latina, varias salas o tribunales constitucionales han renegado de su esencia y, en una infame labor, se dedicaron a reescribir constituciones para permitir la reelección presidencial, a pesar de que está expresamente prohibida por la Constitución. Así sucedió en Nicaragua (2010), en Honduras (2015) y en Bolivia (2017) y, ahora, en El Salvador, por un “tribunal” espurio (septiembre de 2021).
Así que, tanto por los antecedentes y contexto de la designación de los citados licenciados como “magistrados” de la SCN/CSJ, como por su vil “decisión” de permitir la reelección del actual presidente de la República, es que Estados Unidos los incluyó en esa tan denigrante lista.
Por ello, dicho respetuosamente, como ciudadano indignado y como jurista insultado por la sola presencia en la SCN/CSJ de los licenciados ya mencionados, exijo su inmediata renuncia: ¡dejen de avergonzar y deshonrar a El Salvador!
Desde una perspectiva jurídica, los citados licenciados no son magistrados, ni siquiera funcionarios de hecho o de facto, ya que su imposición y su permanencia no cumple, ni de lejos, la mínima apariencia de legitimidad.