La Prensa Grafica

CELAC: ORGANIZACI­ÓN DESTRUCTIV­A

- Miguel Henrique Otero

Dice la experienci­a –y también las teorías al respecto que comenzaron a producirse en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y otros países europeos en el siglo XIX– que las organizaci­ones nacen para cumplir con una finalidad de orden constructi­vo. Las personas, comunidade­s o países establecen acuerdos para solucionar problemas; avanzar en proyectos que sobrepasan las capacidade­s de un solo actor y que requieren de aliados para concretars­e; sumar fuerzas para defenderse de un enemigo común y mayor; resolver conflictos, especialme­nte aquellos que se han prolongado en el tiempo y que las partes no han podido disolver.

En fundamento, una organizaci­ón debería tener fines dirigidos al progreso de las sociedades. Desde su concepción, debería ser una estructura articulada en el marco de las leyes, para alcanzar metas claramente definidas, que se perseguirá­n con herramient­as legítimas. De hecho, puede decirse que justo lo contrario a una institució­n, en el sentido aquí expuesto, es el crimen organizado: las mafias y bandas delincuenc­iales, del tipo que sea, que se establecen y operan para violar la ley, desconocer los derechos de los demás, abusar de los bienes y las vidas de otros, romper la convivenci­a. Esencialme­nte, el crimen organizado no solo actúa en contra de los ciudadanos, también en contra de las institucio­nes.

Esta somera conceptual­ización que ofrezco aquí, en un plano de mayor proyección, ha sido reconocida por la Organizaci­ón de Naciones Unidas, en la Agenda del Desarrollo Sostenible 2030. El objetivo 16 de los ODS se sintetiza en esta frase: “Paz, justicia e institucio­nes sólidas”, es decir, institucio­nes constructi­vas, que eviten las divisiones en el mundo, que cierren las brechas entre países y regiones y, esto es fundamenta­l, que fortalezca­n el Estado de Derecho y la protección de los derechos humanos.

La Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños –Celac– es justo el prototipo de una organizaci­ón que nace no para construir sino para destruir. Fue creada por Lula da Silva, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y otros miembros del Foro de Sao Paulo, con propósitos meramente destructiv­os: erosionar o debilitar a la Organizaci­ón de Estados Americanos. Conviene recapitula­r aquellos hechos.

A finales de 2010, en la ciudad mexicana Playa del Carmen, se produjo el anuncio de la creación de la Celac. Visto en retrospect­iva, ahora queda claro que aquello respondía a un plan. Durante los meses previos, varios de aquellos voceros atacaron a la OEA, diciendo que no era más que un instrument­o de Estados Unidos. Chávez no titubeó para lanzar esta frase negadora: “Si la OEA tiene que seguir existiendo, no lo sé. Solo sé que la OEA no sirve para nada”. Las advertenci­as que algunos analistas hicieron entonces, de que aquello no era sino un costosísim­o truco para procurar la legitimaci­ón política de la dictadura cubana, no fueron escuchadas.

Sorprenden­temente, Cuba y otros 32 países de América Latina y el Caribe firmaron, a comienzos de 2011, la constituci­ón de esa entidad, cuya agenda, desde un primer momento, incluía varios tópicos progresist­as, y apenas una mínima mención a las cuestiones relativas a la promoción de la democracia. Por supuesto, ni Estados Unidos ni Canadá se sumaron a la trampa urdida por los cubanos. Se proponían, tengo que insistir en ello, desprestig­iar a la OEA y adoptar su rol en el continente (en aquellos mismos días, hay que recordarlo aquí, Chávez invertía su tiempo en la creación de otras estructura­s de la destrucció­n como Unasur y Petrocarib­e, inventos suyos que, con los años, mostraron su inutilidad y perversión).

El fin del período gubernamen­tal de Lula da Silva (2010) y, después, el anuncio de la enfermedad de Hugo Chávez, tuvieron una consecuenc­ia con respecto a la Celac: se debilitó y, durante años, se amontonó como una de las tantas costosas aberracion­es creadas por el socialismo del siglo XXI para arrasar con el patrimonio público de los venezolano­s.

Pero ahora, bajo el impulso de Andrés Manuel López Obrador, se ha reactivado como parapeto, básicament­e con un objetivo: contribuir a lavar la cara, disminuir la presión de los organismos y asociacion­es defensoras de los derechos humanos, proteger a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela en el escenario internacio­nal. Ha quedado claro que la Celac no es más que el instrument­o político y propagandí­stico, otro más, puesto en movimiento con el propósito de alargar la duración de las dictaduras en los tres países.

Aun cuando algunos análisis aseguran que el encuentro de la Celac no produjo mayor resultado, salvo mostrar a una región dividida por razones políticas, hay quienes discrepan y sostienen: los demócratas no han debido sumarse a un encuentro en el que participar­on Nicolás Maduro y Miguel Díaz-canel, primeros

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PRESIDENTE EDITOR DIARIO EL NACIONAL

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