El Sheriff puso su ley en Madrid
El equipo moldavo dio la sorpresa tras derrotar a un Real Madrid que no tuvo puntería y la pasa muy mal en zaga.
El equipo de Mauricio Pochettino supo sobrevivir y se llevó la victoria gracias a un gol tempranero de Idrissa Gueye y otro en el tramo final de Messi.
Un buen ejemplo de la temporada del PSG, que se nutre de sus segundas espadas a la espera de que brillen con más fuerza sus galácticos.
Porque hasta el gol del argentino, la prestación del tridente había dejado mucho que desear. Neymar desdibujado, Messi desaparecido y solo Mbappé aportó algo de picante con su velocidad y potencia.
Pero fue de nuevo un obrero, el senegalés Guaye, quien abrió el marcador, un pulmón que sacó el pincel en el 8 para llevar a la escuadra de Ederson una jugada que inició Messi, aceleró Mbappé y marró Neymar antes de que
Guaye obtuviera el premio.
Luego empezó el festival de Donnarumma, que fue taponando los boquetes que el City, casi siempre Mahrez y De Bruyne, iban abriendo en la defensa.
El guión no cambió en el descanso y Donnarumma siguió manteniendo en pie a su equipo ante los arreones de Sterling y De Bruyne, a la espera de que despertaran por alante.
Neymar hizo un amago en el minuto 65 y 9 más tarde apareció Messi, que inició una contra, se apoyó en una genial pared de espuela de Mbappé y llevó el balón a una escuadra de Ederson.
Es el séptimo gol que Messi marca a Guardiola, más que ningún otro jugador.
Solo entonces decayó el empuje del equipo inglés, que se resignó con el resultado.
Un debutante en la Liga de Campeones como el Sheriff Tiraspol asestó un golpe de realidad al Real Madrid, imponiendo la ley de un modesto que conquistó el Santiago Bernabéu en un capítulo inolvidable de su historia, sacando a relucir las carencias defensivas madridistas y su falta de pegada, con 31 remates para un único tanto de penalti.
El regreso de la Champions al Santiago Bernabéu un año y siete meses después dejó un guión inesperado en el que se esperaba duelo plácido para el equipo blanco.
El Real Madrid sufrió una de esas derrotas tan dolorosas como sonrojantes que se convierte en un aviso en su competición preferida.
Víctima de su falta de contundencia en las dos áreas, con una endeblez defensiva alarmante mientras Carlo Ancelotti sigue con problemas en los laterales. El recital regateador de Vinicius no da resultado si no
va acompañado de gol.
La bisoñez del Sheriff invitaba a soñar con goles en un escenario perfecto para el regreso de la imagen desequilibrante de Eden Hazard. Con libertad de movimientos para desplegar su fútbol, pero, a su vez, un condicionante en el dibujo de
Ancelotti. Dio un respiro a Luka Modric esperando a un rival encerrado en su terreno que ya venció al Shakhtar con apenas un 25 por ciento de posesión. El Real Madrid añoró la visión del croata en el pase entre líneas, por mucho dinamismo que le metiese Camavinga y la vigorosidad Fede Valverde.
Tuvo el Real Madrid más de una hora para reponerse del tanto encajado en el minuto 25 firmado por Jasur Jakhshibaev. Bombardeó la meta moldava pero no marcó. Solo de penalti en el minuto 64. Y en el último minuto, Sebastien Thill acentuó el fracaso blanco.
Lejos de la trascendencia clasificatoria que para el Madrid supone el revés encajado, sus opciones se mantienen intactas, el marcador echa por tierra las buenas sensaciones y el optimismo que había despertado el combinado de Carlo Ancelotti, derrotado por primera vez en la temporada.