EL MOZOTE, UN SÍMBOLO DEL SINO DE LA JUSTICIA
El posicionamiento del mandatario ante el tema, además de demagógico, ha sido más castrense que civil. Bukele no mencionó al Ejército como responsable de la masacre ni siquiera en su visita a El Mozote; Bukele estuvo de acuerdo en que se negara a un juez el acceso a los archivos militares relativos al caso; es Bukele quien se burló de las víctimas tan pronto como en su primer año en la presidencia.
Hace dos años, entre la fina cristalería de Casa Presidencial, sentado a un lado de una hermosa mesa, la presidenta de la Asociación Pro Derechos Humanos de El Mozote, Dorila Márquez, le pedía a Nayib Bukele trabajar "para que se den las medidas de reparación” para esa comunidad.
Se refería al cumplimiento de la Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 2012, según la cual el Estado salvadoreño es responsable por la violación de los derechos a la vida, a la integridad personal y a la propiedad privada de cientos de víctimas de la masacre perpetrada por la Fuerza Armada en el cantón El Mozote y aledaños en diciembre de 1981.
Poco antes de tomarse una foto a un lado del cuadro de Monseñor Romero con Dorila y con otra decena y media de familiares o sobrevivientes de aquel genocidio, el presidente les dijo "cuenten con nosotros".
Dos años después, lo único que el gobierno le llevó a esas personas fue un bocado de la campaña electoral de alcaldes y diputados; Bukele llegó al cantón el año pasado a despotricar contra sus contendientes políticos, eligió justo ese lugar para decir que la guerra fue una farsa y además insinuó que las organizaciones y defensores de derechos humanos que han defendido a las víctimas se han aprovechado de ellas.
Y como expresión final de lo huecas que fueron sus promesas de 2018, Bukele no sólo se mostró desinteresado en la suerte que correría el caso toda vez que el juez que lo ha conocido quedaría fuera del sistema debido a la purga orquestada desde la Corte Suprema, sino que ha intentado matizarlo.
Así, el caso El Mozote continúa retratando con crudeza la naturaleza del poder desde la esfera del Estado, 40 años después de la masacre. La sangre de todas las familias asesinadas continúa siendo clamor por justicia tan incómodo entonces como ahora. Aunque el presidente contaba entonces con medio año de edad en diciembre de 1981, sus acciones y reacciones ante el tema no distan fundamentalmente de lo que todos sus antecesores hicieron, pese a que no tiene las mismas ataduras ideológicas que ellos podían alegar. ¿Por qué?
El posicionamiento del mandatario ante el tema, además de demagógico, ha sido más castrense que civil. Bukele no mencionó al Ejército como responsable de la masacre ni siquiera en su visita a El Mozote; Bukele estuvo de acuerdo en que se negara a un juez el acceso a los archivos militares relativos al caso; es Bukele quien se burló de las víctimas tan pronto como en su primer año en la presidencia.
¿Por qué al gobierno y a su presidente le importa tan poco la dignidad de las víctimas? Quizá porque lejos de proteger a los ciudadanos de los abusos y violaciones autoritarias, en su adn está justificar la alteración del orden constitucional y la irrupción violenta del Estado en la esfera de los derechos ciudadanos.
El sino del caso de El Mozote es un símbolo de lo que le ocurrirá a los derechos de los salvadoreños cuando queden en manos de jueces y magistrados que tienen empeñada su independencia, sordos a su mandato constitucional.