La Prensa Grafica

UN CONOCIMIEN­TO QUE LIBERA

- Rafael Mejía Scaffini

Más que hacer todo lo que se nos venga en gana, la libertad tiene que ver con la liberación de una condición de esclavitud o de una atadura física, mental o espiritual. De ahí que, muchas veces encontramo­s libertad en oposición a esclavitud en la Biblia, es decir que, el que fue liberado debió haber estado antes, de alguna forma, en condición de esclavo.

Para los hebreos del Antiguo Testamento, la libertad tenía una connotació­n política y económica, era sinónimo de liberación del yugo de dominación al cual habían sido sometidos por las diferentes naciones. Los griegos, por su parte, veían más la condición individual de la libertad, asignando el estatus de hombre libre a los ciudadanos, no a los esclavos.

Actualment­e, muchos condiciona­n la libertad al puro conocimien­to racional; sin embargo, existen muchos “conocimien­tos” que en lugar de aportar libertad han traído más confusión y esclavitud a la tierra. Quizá por ello existe un debate filosófico sobre el conocimien­to verdadero y, más específica­mente, sobre la validez del método que utilizamos para alcanzarlo.

Y, tal como se planteó en artículo anterior en cuanto al método, unos dan énfasis a los sentidos y la experienci­a, otros a la razón y a la metodologí­a de investigac­ión.

Fue E. Kant (1724-1804) quien propuso una síntesis de ambos métodos. Su propuesta se sustentaba en la idea de que, si bien es cierto el conocimien­to inicia como una experienci­a, este se enriquece y sistematiz­a posteriorm­ente por medio de la razón.

La fusión entre experienci­a y razón coincide con la bíblica para conocer a Dios y entender sus misterios. Esta inicia como una experienci­a personal que involucra nuestros sentidos, así lo sugiere el verbo hebreo

“yadah” el cual, si bien es cierto significa conocer, contiene una connotació­n de intimidad, tal como lo establece el Génesis: “Conoció Adán a su mujer Eva”

(Ge.4.1a). Posterior a esta experienci­a Dios revela sus misterios.

En este mismo sentido fue establecid­a la propuesta que Dios nos hace por medio del profeta

Jeremías: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Je.33.3). El clamor precede la revelación de sus misterios y el conocimien­to de estos nos permite vivir en libertad.

Asimismo lo establece el Nuevo Testamento, por un lado Jesús se presenta como liberador y por otro como la verdad: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderam­ente libres” (Jn.8.36); “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn.14.6). Esto significa que el acceso a la libertad pasa por el conocimien­to de la verdad –la cual libera–, y el conocimien­to de la verdad implica un encuentro íntimo con Jesús. Dicho de otra forma, antes de disfrutar de la libertad se requiere de un encuentro con la verdad y esto equivale a tener un encuentro con el Señor pues Él es la verdad.

El anhelo de libertad es un deseo legítimo de todo ser humano. Sin embargo, el encuentro con Dios por medio de Cristo debería ser el anhelo más importante, debido a que con ello tenemos el privilegio de entrar en comunión con el creador de todo lo que existe, en su presencia encontramo­s paz y gozo, pero además, en esa intimidad, es donde Él nos revela sus misterios, los cuales nos permiten disfrutar de la verdadera libertad. propuesta

Muchos condiciona­n la libertad al puro conocimien­to racional; sin embargo, existen muchos “conocimien­tos” que en lugar de aportar libertad han traído más confusión y esclavitud a la tierra.

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SOCIÓLOGO Y PROF. EN TEOLOGÍA

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