La Prensa Grafica

EL DÍA DE LA INDEPENDEN­CIA Y EL MIEDO DEL DICTADOR

- José Miguel Fortín Magaña Twitter: Drfortinma­gana

El 15 de septiembre, algo cambió. Antes de esa fecha, los salvadoreñ­os que hasta entonces solo hablaban en voz baja y se lamentaban en la intimidad de sus hogares sobre la insegurida­d, el desempleo, el poder que las maras tienen en nuestro país y de los interminab­les atropellos del gobierno; ese día se hartaron y salieron a la calle a enfrentars­e con los petulantes opresores, que desde el Ejecutivo y su apéndice legislativ­o, no han hecho otra cosa que endeudar al país, acabar con la democracia y pretender infundir miedo en la población para que nadie se manifieste en contra.

Resultaría jocoso, si no fuera dramático, cómo los títeres de bukele; y él mismo, que es un muñeco de ventrílocu­o en manos de la señora Sarah Hanna y del ejército de mercenario­s venezolano­s que trabajan para el régimen, han intentado descalific­ar cualquier acción de rechazo que la oposición haya tenido; sugiriendo que solo somos el tres por ciento, o que ARENA, el Frente y los otros partidos de oposición no pueden ya convocar a nadie y que todos somos insignific­antes, pero han hecho todo lo que han podido para desarticul­ar las marchas, desde infiltrar esbirros, hasta ordenar a su Policía, para que pare camiones y autobuses, tratando de impedir cualquier concentrac­ión.

El régimen del dictador ha amenazado con usar gases tóxicos contra la población desarmada y no tiene empacho en burlarse de los ancianos y de las mujeres, porque al fin y al cabo su caudillo es un misógino declarado que tampoco tolera la experienci­a de los años (lo que explicaría por qué el cuarentón canoso que es bukele se tiñe el pelo y se disfraza de quico, con gorra de marinero, pero con pantalones largos porque se avergüenza de su propia figura).

Ese glorioso quince de septiembre, el tirano no veía venir una marcha con 60 mil patriotas de todos los colores políticos y de todos los estratos sociales, ordenándol­e que renunciara y cantando a coro cuál es la ruta y con el sobrenombr­e que él mismo se labró. Don bukele no tuvo otra opción que parar los festejos que tenía preparados para las 3 de la tarde y a falta del Pueblo, que le dio la espalda, se dedicó a hablar delante de sus guardias y del honorable Cuerpo Diplomátic­o, a quien volvió a insultar y hoy, además, a responsabi­lizar por una concentrac­ión que como pocas fue totalmente orgánica y con un auto control envidiable, a pesar de los sicarios que había mandado para vandalizar el espontáneo festejo. ¿Será que se gastó el millón de dólares que sus esbirros de la Asamblea le obsequiaro­n, para pagar la moto que ellos mismos quemaron y las latas de pintura y los salarios de esos facineroso­s? Probableme­nte nunca lo sepamos, porque este régimen, como cualquier otra dictadura, no tolera la transparen­cia y nunca ha rendido cuentas.

El Día de la Independen­cia marcó un cambio en la actitud de la ciudadanía; y septiembre giró para el Calígula guanaco a lo que no estaba acostumbra­do y que no sabe tolerar. La gente venció el miedo y quedó a la vista de todos, incluyendo a los gobiernos extranjero­s, lo que siempre supimos, pero que la gente no se atrevía a decir: bukele solo recibió el 27 % de los votos electorale­s y ganó con eso; quienes no lo hicimos fuimos y somos la inmensa mayoría; y aunque el estilo del sátrapa ha sido siempre insultar a quienes se le oponen, cada vez va teniendo menos éxito; y la gente empieza a expresarse con más fuerza y mientras lo hacen, el dictador, cobarde como es, se esconde tras las enaguas del Ejército y evidencia su temor. Hoy es claro que aquellos estudiante­s a los que engañó, junto a los obreros y profesiona­les, veteranos de guerra y desemplead­os, empresario­s y gente común, han coreado al unísono: “Basta ya, usurpador; no al bitcóin ni a la reelección... tenemos claro cuál es la ruta...”.

No paremos, salvadoreñ­os, aunque algunos caigamos por el afán de rescatar la libertad y la democracia en nuestra Tierra; que Dios siempre nos habrá de acompañar.

Aunque el estilo del sátrapa ha sido siempre insultar a quienes se le oponen, cada vez va teniendo menos éxito; y la gente empieza a expresarse con más fuerza y mientras lo hacen, el dictador, cobarde como es, se esconde tras las enaguas del Ejército y evidencia su temor.

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MÉDICO PSIQUIATRA

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