LA UES: DEL SILENCIO A LA MARGINACIÓN
En el marco de la celebración del Bicentenario de la independencia algunos periódicos publicaron sendos suplementos sobre el tema. Hace unos días me llamó la Dra. María Isabel Rodríguez, exrectora de la Universidad, preocupada porque en ninguno se hacía mención del aporte de la UES al país.
Poco después, Óscar Picardo publicó un artículo sobre el tema. Su conclusión, ciertamente muy atinada, no deja una buena imagen del quehacer universitario. Picardo afirma que la Universidad “llega al Bicentenario arrinconada, aislada y obviada, con más temores que propuestas”. No voy a refutar los planteamientos de Picardo, por el contrario, estoy de acuerdo con él. Sin embargo, creo pertinente tratar de entender cómo es que la UES ha llegado a tal nivel de silencio y falta de incidencia en la vida nacional.
Desde 1950 hasta 1972, la UES tuvo un periodo de esplendor, caracterizado por la creación de nuevas carreras, investigación y discusión de los problemas de país. Hay evidencia de ello en la revista “La Universidad”.
De 1972 en adelante, la UES vivió un progresivo proceso de politización que la volvió blanco de la represión gubernamental y ahogamiento presupuestario. Esta situación incidió negativamente en el trabajo académico. Buena parte de los docentes formados en la década de 1960 salió de la institución en la década siguiente; el exilio y la guerrilla fueron los destinos más conocidos, otros fueron asesinados o desaparecidos; pero también hubo quienes dejaron la UES y fundaron o terminaron trabajando en universidades privadas. La destrucción de infraestructura y la reducción de presupuesto también afectaron la calidad del trabajo académico.
La mayor parte del quehacer universitario se orientó a la docencia, en detrimento de la proyección social y de la investigación.
No se sabe cómo se suplieron las bajas en el cuerpo docente en la década de 1980, pero es plausible pensar que se improvisaba en la marcha, quizá privilegiando afinidades políticas sobre competencias académicas.
Han pasado casi tres décadas desde la firma de la paz y la UES no recupera su posición de avanzada en la generación de conocimiento y opinión calificada. No es que la Universidad no investigue; no lo hace como debiera, pero sí hay producción. Pero la UES divulga poco y mal. La Editorial Universitaria no logra posicionarse como referente nacional; no hay proyectos editoriales consistentes, ni políticas de comercialización. La UES tiene una Secretaría de Comunicaciones sin proyección; no tiene una agenda de discusión de los problemas de país. Los investigadores tienen dificultades para convertir sus trabajos a formatos de divulgación accesibles. La mayoría de docentes limita su horizonte intelectual a impartir sus clases, en donde pueden ser muy competentes, críticos y propositivos, pero no trascienden más allá del aula. Pocos tienen la vocación de escribir, no les interesa o no lo ven relevante.
Más preocupante, desde hace rato las autoridades de la UES han dejado de ser referentes para la discusión de la problemática nacional, como lo hicieron hace unos años Fabio Castillo y María Isabel Rodríguez. Con estilos diferentes, cada uno tenía algo que decirle al país y su opinión tenía incidencia. Obviamente, cada rectoría tiene su agenda. Pero no debiera olvidarse que ese puesto no es solo académico, también es político, en el buen sentido de la palabra. No se trata de que las autoridades universitarias descuiden la dirección de la institución para hacer política, pero en ciertas problemáticas y coyunturas su voz calificada debiera hacerse escuchar. En síntesis, la UES no recupera su condición de liderazgo nacional y deja que otras instituciones llenen ese vacío. Pierde ella y pierde el país.
No es que la Universidad no investigue; no lo hace como debiera, pero sí hay producción. Pero la UES divulga poco y mal.