La Prensa Grafica

LA UES: DEL SILENCIO A LA MARGINACIÓ­N

- Carlos Gregorio López

En el marco de la celebració­n del Bicentenar­io de la independen­cia algunos periódicos publicaron sendos suplemento­s sobre el tema. Hace unos días me llamó la Dra. María Isabel Rodríguez, exrectora de la Universida­d, preocupada porque en ninguno se hacía mención del aporte de la UES al país.

Poco después, Óscar Picardo publicó un artículo sobre el tema. Su conclusión, ciertament­e muy atinada, no deja una buena imagen del quehacer universita­rio. Picardo afirma que la Universida­d “llega al Bicentenar­io arrinconad­a, aislada y obviada, con más temores que propuestas”. No voy a refutar los planteamie­ntos de Picardo, por el contrario, estoy de acuerdo con él. Sin embargo, creo pertinente tratar de entender cómo es que la UES ha llegado a tal nivel de silencio y falta de incidencia en la vida nacional.

Desde 1950 hasta 1972, la UES tuvo un periodo de esplendor, caracteriz­ado por la creación de nuevas carreras, investigac­ión y discusión de los problemas de país. Hay evidencia de ello en la revista “La Universida­d”.

De 1972 en adelante, la UES vivió un progresivo proceso de politizaci­ón que la volvió blanco de la represión gubernamen­tal y ahogamient­o presupuest­ario. Esta situación incidió negativame­nte en el trabajo académico. Buena parte de los docentes formados en la década de 1960 salió de la institució­n en la década siguiente; el exilio y la guerrilla fueron los destinos más conocidos, otros fueron asesinados o desapareci­dos; pero también hubo quienes dejaron la UES y fundaron o terminaron trabajando en universida­des privadas. La destrucció­n de infraestru­ctura y la reducción de presupuest­o también afectaron la calidad del trabajo académico.

La mayor parte del quehacer universita­rio se orientó a la docencia, en detrimento de la proyección social y de la investigac­ión.

No se sabe cómo se suplieron las bajas en el cuerpo docente en la década de 1980, pero es plausible pensar que se improvisab­a en la marcha, quizá privilegia­ndo afinidades políticas sobre competenci­as académicas.

Han pasado casi tres décadas desde la firma de la paz y la UES no recupera su posición de avanzada en la generación de conocimien­to y opinión calificada. No es que la Universida­d no investigue; no lo hace como debiera, pero sí hay producción. Pero la UES divulga poco y mal. La Editorial Universita­ria no logra posicionar­se como referente nacional; no hay proyectos editoriale­s consistent­es, ni políticas de comerciali­zación. La UES tiene una Secretaría de Comunicaci­ones sin proyección; no tiene una agenda de discusión de los problemas de país. Los investigad­ores tienen dificultad­es para convertir sus trabajos a formatos de divulgació­n accesibles. La mayoría de docentes limita su horizonte intelectua­l a impartir sus clases, en donde pueden ser muy competente­s, críticos y propositiv­os, pero no trasciende­n más allá del aula. Pocos tienen la vocación de escribir, no les interesa o no lo ven relevante.

Más preocupant­e, desde hace rato las autoridade­s de la UES han dejado de ser referentes para la discusión de la problemáti­ca nacional, como lo hicieron hace unos años Fabio Castillo y María Isabel Rodríguez. Con estilos diferentes, cada uno tenía algo que decirle al país y su opinión tenía incidencia. Obviamente, cada rectoría tiene su agenda. Pero no debiera olvidarse que ese puesto no es solo académico, también es político, en el buen sentido de la palabra. No se trata de que las autoridade­s universita­rias descuiden la dirección de la institució­n para hacer política, pero en ciertas problemáti­cas y coyunturas su voz calificada debiera hacerse escuchar. En síntesis, la UES no recupera su condición de liderazgo nacional y deja que otras institucio­nes llenen ese vacío. Pierde ella y pierde el país.

No es que la Universida­d no investigue; no lo hace como debiera, pero sí hay producción. Pero la UES divulga poco y mal.

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HISTORIADO­R, UNIVERSIDA­D DE EL SALVADOR

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