EL DÍA EN QUE LAS REDES SOCIALES SE APAGARON
Somos una sociedad resiliente que está viviendo una pandemia, que se digitalizó para sobrevivir y que el lunes tuvo que reinventarse nuevamente para continuar.
El pasado lunes inició como todos los lunes, cargados de notificaciones de chats, noticias, fotos del fin de semana en redes sociales, seguimiento a proyectos, hasta que de repente, al tratar de chatear o actualizar su “feed” las pantallas del mundo empezaron a paralizarse. Tres de las aplicaciones más usadas del mundo: Whatsapp, Facebook e Instagram, se habían “caído”.
Por supuesto antes de confirmar la caída de las redes, todos pasamos por un proceso de descarte en el que revisamos si no somos nosotros los del problema, y en efecto, el problema no era individual, sino que se extendía a nivel internacional afectando a más de 3 mil millones de usuarios del planeta.
Las aplicaciones de Facebook experimentaron problemas por más de seis horas, la caída históricamente más importante hasta la fecha. Al ser imposible enviar mensajes por Whatsapp, más de 50 millones de nuevos suscriptores migraron al servicio de mensajería de Telegram en unas pocas horas. Cuando finalmente la masa de gente en búsqueda de interacción social digital ya había armado sus grupos y comenzaba a mensajear, Telegram sucumbió a la alta demanda y también dejó de funcionar. El contagio del apagón fue extendiéndose parcial o totalmente a otras empresas y redes sociales. El mundo de las redes sociales se quedaba a oscuras y no quedaba más que esperar.
Mientras el mundo entero revisaba constantemente si las redes ya estaban funcionando, paralelamente muchas cosas estaban pasando. En mi caso, por ejemplo, daría una charla a las 12 de la tarde por Facebook Live, que por supuesto se canceló.
Las marcas y algunos de sus colaboradores se disculparon por lo que estaba ocurriendo, pidiendo paciencia y asegurando que estaban haciendo lo posible por resolver a la brevedad. Mientras muchos empatizaban, otros demostraban que en estos casos la paciencia y la tolerancia no son el fuerte de la humanidad.
El entorno económico para Facebook y sus aplicaciones se vio afectado por una caída de 4.89 % del valor de sus acciones en la bolsa de valores, perdiendo $5,900 millones en algunas horas. Pero Facebook no fue el único que perdió, el apagón también impactó fuertemente la economía digital mundial pues, aunque mucha gente utiliza las redes para entretenerse, otros dependen de estas para mantener sus negocios. En Latinoamérica, donde la economía informal es tan predominante, la posibilidad de usar plataformas masivas gratuitas para exponer, promocionar y vender productos garantiza la forma de sustento para miles de personas.
Y es que, cuando pensamos en los emprendedores y en la población en general, somos una sociedad resiliente que está viviendo una pandemia, que se digitalizó para sobrevivir y que el lunes tuvo que reinventarse nuevamente para continuar. Muchos decían que era como regresar a los noventa, recurrieron a llamadas y correos y a publicar sus números de teléfonos para atender pedidos.
Las redes sociales, las aplicaciones, la conectividad, son indiscutiblemente aceleradores para el desarrollo social y el crecimiento económico, por eso cuando suceden situaciones como la del lunes, el mundo entero se ve impactado y queda en evidencia su importancia para la vida personal, profesional y empresarial.
La necesidad de apoyarnos en la tecnología es indiscutible en estos tiempos, sin embargo, debemos entender que nada es infalible y que estas cosas pueden suceder. Tenemos que calmar la ansiedad, usar las energías para resolver y tener planes de contingencia para situaciones como estas, que no podemos controlar.