La Prensa Grafica

NOSOTRAS ANTE UN VESTIDO Y UN MANIFIESTO

- Glenda Girón Twitter: @gi_giron EDITORA DE LA UNIDAD DE INVESTIGAC­IONES MULTIMEDIA

Habrá quien diga con mucho aplomo que las mujeres en este país somos libres. Y lo sostendrá vehemente porque manejamos un carro, tenemos cargos en jefaturas, vamos tatuadas, podemos comprar un condón si queremos y usamos traje de baño en la playa. Sí, claro, libres porque la teoría así lo indica, porque no llevamos la cara cubierta ni grilletes a simple vista.

Pero, por ejemplo, muchas de nosotras ante un vestido bonito colgado en una percha, solemos plantearno­s ante un conflicto. Pensamos: me quedará bien; estoy muy vieja para esto; se me mirarán gruesos los brazos; van a decir que parezco tamal mal amarrado; me van a ver las lonjas, la barriga, las nalgas pachas; van a decir que por nacer con genitales masculinos no tengo derecho, me van a ver mucho, se van a reír, me da pena, no lo vale, no lo valgo, creo que no puedo, creo que no soportaría otra crítica.

Y si es, acaso, un buen día y conseguimo­s vencer ante el espejo todos esos miedos internos, entonces, pasamos a las amenazas externas: y si me lo pongo y me meten mano en el bus; y si me lo pongo y ese hombre horrible al que tengo que ver todos los días aprovecha para acercarse y decirme que se me ve bonito; y si doy un mal paso, se me ve el calzón y luego dicen que ando buscando marido; y si por este vestido, que es solo un vestido, me golpean, me insultan, o me escupen en la calle; y si por vestirme así me arman un cuento en el que soy puta, y deja de importar mi trabajo, mis méritos profesiona­les y se olvidan de mi integridad, y si paso a ser solo un cuerpo, porque este vestido es corto, o ajustado, o ligero, o brillante. El conflicto podría ser el de no acabar, porque aunque sea lindo, quede lindo y me sienta linda, el vestido, para esta sociedad, no es solo un vestido.

A nosotras nos matan, nos violan, nos descuartiz­an, nos desaparece­n. Con el mayor dolor del mundo, sí, es cierto. Este día en que se publica esta columna le hacen estas y otras atrocidade­s a más de una mujer. Pero no es culpa del vestido ni de quien lo usa. Es culpa de la impunidad que crece imparable en el sistema de justicia, en la seguridad pública, en el desarrollo laboral y educativo y en las institucio­nes de investigac­ión del delito que protegen a abusadores. Se protegen a sí mismos. Los Estados abusadores se protegen a sí mismos porque pueden.

Y a pesar de que la discrimina­ción por género sea una verdad tan grande como una catedral y tan obvia como esa catedral blanquísim­a bajo el sol del mediodía, sobrará siempre quien nos eche la culpa de cualquier desgracia que nos pase por, claro, atrevernos a ponernos ese vestido aquí, en este país tan, tan, ¿cómo es?

Peligroso, cierto. Peligroso para nosotras.

Pero, pues, volvamos al vestido en la percha y pensemos menos trágicamen­te. Si nos lo ponemos, hay amenazas más domésticas: como el compañerit­o de clases, de la iglesia, de la oficina que, en su planicie mental, cree que una mujer en vestido es una invitación al acoso. Y se acerca con uno de sus creativos piropos. O, peor aún, se acerca como “aliade”, con ese discursito ramplón de “yo soy diferente”, pero es incapaz de procesar un “no” como respuesta.

Lo más triste de todo es que con el dichoso vestido o sin este, igual nos pueden matar, desaparece­r o acosar. Porque esto no se trata de cómo nos vemos. Se trata de poder, el que se quiere ejercer sobre nosotras. Ese que es un yugo del que nos tenemos que liberar en cada pequeñísim­o aspecto de la vida, como vestirnos. Esta es una lucha constante y agotadora que han dado nuestras madres, damos nosotras y seguirán dando las nuevas generacion­es. Es una guerra por la autodeterm­inación. Por hacer que se nos respete el derecho a ser el tipo de mujer que nos venga bien ser. Es vernos en la necesidad de hacer que un vestido deje de ser solo tela que nos cubre y pase a ser un manifiesto político. Es aprender que está bien pensar en nosotras antes que en los demás.

Por favor, cuando estén listas, cuando lo necesiten, pónganse ese vestido, esa blusa de flores, ese pantalón con brillos, ese trajecito negro que las empodera, ese accesorio en el cabello tan llamativo. Úsenlo, lúzcanlo. Sepan que cada vez es más probable que se encuentren con alguna mujer cerca que estará dispuesta a acuerparla­s y decirles que se ven hermosas cuando sonríen satisfecha­s de ser ustedes mismas. Porque estamos aquí para exigir equidad. Este sistema de impunidad, desigualda­d e injusticia lo vamos botando poco a poco, un día a la vez, entre todas.

Es una guerra por la autodeterm­inación. Por hacer que se nos respete el derecho a ser el tipo de mujer que nos venga bien ser.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador