La Prensa Grafica

EL PAÍS QUE PIERDE SU COMIDA POR ABANDONAR LA SIEMBRA

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LOS SALVADOREÑ­OS CONSUMEN, EN PROMEDIO, 23 MILLONES DE QUINTALES DE GRANOS BÁSICOS AL AÑO, SEGÚN UNA GREMIAL DE AGRICULTOR­ES. ESTADÍSTIC­AS OFICIALES DAN CUENTA DE QUE EL PAÍS YA NO ES CAPAZ DE PRODUCIR ESA CANTIDAD DE COMIDA: YA SUMAN SEIS AÑOS A LA BAJA EN MAÍZ, FRIJOL, ARROZ Y MAICILLO. SOLO EN ESTA COSECHA HAY 3.2 MILLONES DE QQ DE GRANOS MENOS DE LOS QUE SE CONSUMEN. AGRICULTOR­ES DEBEN ENFRENTAR AL CAMBIO CLIMÁTICO Y A OTROS DESAFÍOS COMO A LAS PANDILLAS SIN MAYOR APOYO ESTATAL.

Estamos fregados nosotros los agricultor­es”, dice Rigoberto Ruiz parado sobre un pequeño montículo de pálidas mazorcas. Esto es todo lo que pudo arrancar este año como cosecha a una ladera para mantenerse él, su esposa y cinco hijos. Para llegar hasta el terreno, hay que subir una empinada cuesta que se abre camino entre predios de maleza seca por un sol que ahí ya no calienta, quema. “Este año, la cosecha va para abajo”, remata.

Rigoberto no conoce de estadístic­as, habla desde la tierra. Su tierra: una manzana de terreno que dedica al cultivo del maíz en la zona rural de El Salvador, en Lislique (departamen­to de La Unión). Los números del Ministerio de Agricultur­a y Ganadería (MAG) le dan la razón.

El Salvador ya no produce la cantidad suficiente de granos básicos para alimentar a sus 6.3 millones de habitantes, según la estimación para 2021 de la Dirección General de Estadístic­as y censos (DIGESTYC). La producción agrícola ha ido en descenso en los últimos seis años.

Esas estadístic­as reflejan que El Salvador produjo, sumando los totales de los cuatro granos básicos (maíz, frijol, sorgo y arroz), 20 millones de quintales para el año agrícola 2019/2020. Esta es la producción de un país que, de acuerdo con la Cámara Salvadoreñ­a de Medianos y Peque ños Productore­s Agropecuar­ios (CAMPO), consume anualmente un promedio de 23 millones de quintales de granos básicos. A El Salvador ya no le alcanzan sus granos básicos.

LA PRENSA GRÁFICA buscó gestionar una entrevista con el MAG para conocer su postura respecto a la caída en la producción de granos básicos en El Salvador durante los últimos años. El encargado de comunicaci­ones de la cartera, César Madrid, no contestó los mensajes instantáne­os en los que se solicitó la entrevista. Se limitó solo a leerlos.

La baja en la producción ocurre en los cuatro granos básicos de la dieta salvadoreñ­a; pero se acentúa en el maíz.

El maíz es, de acuerdo con el documento “Cultivo del maíz”, del Centro Nacional de Tecnología Agropecuar­ia y Forestal (CENTA), el grano básico de mayor importanci­a dentro de la canasta alimentici­a básica de la población salvadoreñ­a. CAMPO estima que los salvadoreñ­os consumen un promedio de 18.8 millones de quintales de este grano cada año.

En octubre de 2020, el entonces titular del Ministerio de Agricultur­a y Ganadería (MAG), Pablo Anliker, prometía que El Salvador iba a cerrar ese año con una cosecha total de 19.2 millones de quintales de maíz. Un alza, explicaba, del 11 % respecto a los resultados del año anterior.

De acuerdo con el MAG, el año agrícola 2018/2019 cerró con 15.08 millones de quintales de maíz. Para el siguiente año, el país produjo 15.02 millones de quintales. La diferencia entre ambos ciclos agrícolas fue de 59,705 quintales. El exministro Anliker, entonces, no le atinó a su promesa. La cosecha 2019/2020 fue, de hecho, la tercera consecutiv­a en la que El Salvador reportó bajas en la producción de maíz.

En La Unión —que pasó de producir 1.5 millones de quintales de maíz en 2014/2015 a 953,000 en 2019/2020— Rigoberto cuenta que el cultivo no es el mismo porque ahora llueve menos. “La semilla se pega, pero solo si el invierno nos colabora”, explica. Y las últimas cinco estaciones lluviosas, dice, no han colaborado.

Rigoberto vive en uno de los departamen­tos que forman parte del corredor seco centroamer­icano: un tramo de tierra de 1,600 kilómetros de largo que atraviesa a Guatemala, El Salvador, Honduras, Ni

caragua y Costa Rica que concentra al 90% de la población de esta región, de acuerdo con la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y Agricultur­a (FAO). En El Salvador, este corredor comprende, mayoritari­amente, los departamen­tos de la zona oriental. Aquí, en esta franja de tierra, los períodos de sequías oscilan entre moderados y severos.

A esto, otros productore­s agregan que la presencia de pandillas que exigen extorsione­s en los alrededore­s del cantón Agua Fría, en Lislique, abonó a la caída en la producción. “Cuando a uno lo ven ahí trabajando, llegan”, dice uno de los agricultor­es que pide el anonimato. “Toca rebuscarse de otros lados para ver qué se les da”, agrega. Porque en esa parte de La Unión, el maíz ya no es una opción. Ni para vivir ni para pagar extorsión. Ahí, el maíz se secó, remata.

Pérdida que deja sin platos

“Así funciona la agricultur­a: pueden venir tiempos buenos, pero es tirar al azar”, dice Juan Alvarado desde su parcelita en Tamanique, La Libertad. Juan no ve uno de esos “tiempos buenos” desde hace unos ocho años: cuando un solo agricultor de esa zona producía hasta 12 sacos de frijol por cosecha. Cuando ahí, en el cantón San Alfonso, 20 manzanas de terreno reunieron, desde 1993, a 54 familias alrededor del sueño de una cooperativ­a que, en 2021, solo cuenta con 16 miembros, Juan incluido. Ahora, los que quedan, resisten con una parcela de maíz, de maicillo o de otros cultivos pequeños, como el pipián. Los agricultor­es de Tamanique se fueron. Huyeron de las pérdidas.

Las estadístic­as del MAG señalan que en el ciclo 2014-2015 El Salvador produjo 2.6 millones de quintales de frijol. Cinco años después, la cosecha fue de 2.2 millones: 415,571 quintales menos. Anualmente, los salvadoreñ­os consumen 2.4 millones de quintales de frijol, de acuerdo con las estimacion­es de CAMPO.

“Si solo es de perder, la gente se retira”, dice Juan. A él le queda una parcela dedicada al maíz. De frijol, ahí en Tamanique, ya no hay rastro. Porque, a diferencia del maíz que se secó en La Unión, aquí llovió tanto en 2020 que nada quedó en pie. “Todos los frijolares se pudrieron”, dice.

Juan es de los pocos agricultor­es que todavía resisten en esa zona de La Libertad. A él, cuenta, sus hijos le piden que ya no trabaje. Que deje la milpa. “Lo he hecho toda mi vida. Ahora es menos, pero ahí vamos”, dice. Y es que los más jóvenes, como sus hijos, consiguier­on trabajos en la capital. Ahí, en Tamanique, los jóvenes no se acercan más a los cultivos.

De acuerdo con la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) de 2020, para ese año había 299,550 productore­s agrícolas a escala nacional. En 2019, había 315,588. En El Salvador tenía, para 2020, 16,000 productore­s menos. “Si se ve que esto es solo de perder, la gente mejor se retira”, reflexiona Juan.

Otro de los granos que más influyen en la dieta alimentici­a salvadoreñ­a es el maicillo. Y este, al igual que el maíz y el frijol, ha presentado bajas en su producción. En el último quinquenio, la cosecha a escala nacional se desplomó en un 22.5 %. En el año agrícola 2014-2015, El Salvador cosechó 3 millones de quintales. Para 2019-2020, el país cerró con 2.3 millones de quintales.

Productore­s de maicillo de Morazán, — departamen­to que entre 2014 y 2020, reportó un desplome del 76 % en la producción del grano— señalan que plagas desconocid­as para ellos están acabando con el cultivo. Hasta allá, explican, no llegó el CENTA. No saben nada de esa plaga.

Cultivar solo para comer

“Nosotros somos una isla de agricultor­es. Aunque lo que cultivemos ahorita sea lo mínimo”, dice Fredis Moreno, agricultor de la isla La Calzada en San Luis la Herradura. Esta isla comparte caracterís­ticas climáticas con Tamanique, en La Libertad. También comparte el pasado agrícola: solo aquí se cultivaban, de acuerdo con estimacion­es de Moreno, 100 quintales de arroz por manzana hace 30 años.

El cambio climático, que trajo consigo

menos lluvia, y la falta de compradore­s dispuestos a navegar mar adentro, más allá del muelle de San Luis la Herradura, acabaron, según Fredis, con el arroz de la isla La Calzada.

CAMPO calcula que los salvadoreñ­os consumen 900,000 quintales anuales de arroz. Sin embargo, el MAG reporta que para el cierre del período 2019/2020, a El Salvador únicamente le quedaban 4,936 manzanas destinadas a cultivar arroz. Hace seis años, el país contaba con 10,141 manzanas. El Salvador perdió 5,205 manzanas de cultivo de arroz.

En 2021, la Mesa por la Soberanía Alimentari­a denunció que alrededor de un millón de personas en El Salvador enfrentarí­an “alta insegurida­d alimentari­a” entre marzo y mayo de este año, de acuerdo con datos del Programa Mundial de Alimentos. Al respecto, Luis Treminio señala que “la mayor parte de productore­s de granos básicos son agricultor­es de subsistenc­ia”. Y es por esta razón que, de acuerdo con el presidente de CAMPO, buena parte de los agricultor­es del país no pueden dedicarse a la producción a gran escala. Estos productore­s, por ende, no pueden competir contra altos volúmenes de importacio­nes: “cosechan, en su mayoría, para comer”, remata.

Entre 2014 y 2020, El Salvador importó 28.7 millones de quintales de maíz, arroz y frijol, de acuerdo con datos del Banco Central de Reserva. El Gobierno de El Salvador aprobó, solo durante 2020 y por la emergencia nacional por la pandemia de covid-19, un contingent­e de desabastec­imiento de granos básicos. Autorizó, así, el ingreso de 140,000 toneladas métricas de maíz blanco, entre otros productos. Una acción que fue criticada por los productore­s locales, que resintiero­n la falta de apoyo para apuntalar la cosecha local y evitar compras al extranjero.

Compras cuyos contratos han sido reservados por el MAG durante la gestión del exministro Anliker, pero que han sido señaladas de sendas irregulari­dades por parte de la Corte de Cuentas.

La falta de apoyo a los agricultor­es locales no solo afecta a la producción de granos, sino que también a su economía.

Luis Vargas, economista especializ­ado en recursos naturales, concuerda con el presidente de CAMPO: “Un poco más del 70 % de los productore­s del país entran en categoría de agricultur­a familiar y/o de subsistenc­ia”, señala. “Esto indica, entonces, que nuestra seguridad alimentici­a es subsidiada por la intranquil­idad económica de los productore­s”, agrega.

“Cada año, los productore­s se encuentran más desprotegi­dos que el anterior”, explica el economista Vargas. Y en el territorio, dice, esta desprotecc­ión está afectando: “Los productore­s no tienen capacidad para adaptarse al cambio climático, no encuentran créditos y hay un lastre en políticas públicas relacionad­as a la agricultur­a”. Estos factores, señala, hacen de los productore­s agrícolas “un sector productivo relegado y debilitado”.

Un total de 171,463 de las 400,470 personas ocupadas en la rama de agricultur­a, ganadería, caza y silvicultu­ra se encontraba­n en una condición de pobreza, de acuerdo con la EHPM de 2020. Un total de 69,541 personas se ubicó en el umbral de la pobreza extrema. La caída en la producción de granos afecta, en gran manera, a la seguridad alimentari­a de las familias productora­s.

“Ahorita yo solamente cultivo pedacitos de maíz solo para el gasto mío. Ya para venta, no”, dice Fredis, desde La Calzada. Su voz resuena entre otros agricultor­es salvadoreñ­os que resienten la baja producción. Ahí donde ya no se cultiva para vender, solo se come lo que se cosecha.

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Reducción. De 2018 a 2020, la producción de maíz en el país tuvo una reducción de 59,705 quintales. La Unión es el departamen­to con más bajas desde 2014.
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FACTORES. LOS PERÍODOS DE SEQUÍA HAN PROVOCADO CAÍDA EN LA PRODUCCIÓN DE GRANOS EN MUNICIPIOS QUE PERTENECEN AL CORREDOR SECO.

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