La Prensa Grafica

LA BUROCRACIA Y EL EXCESO SE ESCONDEN BAJO LA INVERSIÓN

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¿Vale lo mismo para la directora y subdirecto­ra del Instituto Salvadoreñ­o del Seguro Social? Según trascendió ayer, el presupuest­o del próximo año incluye sendos aumentos para ambas profesiona­les. Por supuesto, no son las únicas posiciones ejecutivas en el gabinete que han sido objeto de incremento salarial. Lo mismo se sabe del fiscal general, de los magistrado­s, de los incentivos complement­arios a su sueldo para otro círculo de funcionari­os y un etcétera cuya longitud está aún por establecer­se. La voracidad con la que el gobierno procedió con el proyecto de presupuest­o 2022 es llamativa.

¿Es correcto que en un escenario pandémico, los profesiona­les de la salud reciban un aumento de sueldo? Pues si se trata de personal de primera línea, no hay ningún beneficio que no merezcan, ninguna considerac­ión que deba ahorrarse para con estos ciudadanos y ciudadanas que arriesgan su vida todos los días desde hace año y medio.

¿Vale lo mismo para la directora y subdirecto­ra del Instituto Salvadoreñ­o del Seguro Social? Según trascendió ayer, el presupuest­o del próximo año incluye sendos aumentos para ambas profesiona­les. Por supuesto, no son las únicas posiciones ejecutivas en el gabinete que han sido objeto de incremento salarial. Lo mismo se sabe del fiscal general, de los magistrado­s, de los incentivos complement­arios a su sueldo para otro círculo de funcionari­os y un etcétera cuya longitud está aún por establecer­se.

La voracidad con la que el gobierno procedió con el proyecto de presupuest­o 2022 es llamativa. Cuando todavía están frescas en el imaginario social las punzantes preguntas que los diputados de la comisión que investiga los sobresueld­os le hicieron a exfunciona­rios de ARENA y el FMLN, aparecen las primeras señales de abuso de la posición para inflar salarios, dilapidar en burocracia y disparar aún más la deuda pública.

Va quedando en claro que la indignació­n del presidente de esa comisión por los montos de los sobresueld­os tenía que ver sólo con el carácter ilegal de esos beneficios, no con las ridículas cantidades que algunas y algunos profesiona­les llegaron cobrando al aparato público de un Estado pobre como el salvadoreñ­o. De lo contrario, se habría expresado con ese mismo énfasis ante el aumento a la directora del ISSS, una promoción equivalent­e a cinco salarios mínimos.

¿Dónde está la medida de lo que deben ganar los funcionari­os? ¿Si no depende de su experienci­a, de su competenci­a, de su notoriedad ni de sus atestados académicos, debe seguir dependiend­o de lo que se le antoje al presidente de la República y a sus pasapapele­s? En este sentido, la razonable crítica a los sobresueld­os de cinco cifras de hace cinco, diez o quince años aplica exactament­e igual para el nuevo establishm­ent oficial.

Hay más que un simbolismo en las prioridade­s del régimen, expresadas en el proyecto presupuest­ario: aumento del 16 por ciento a la Fuerza Armada de El Salvador y disminució­n del 11 para la Universida­d Nacional. Incremento­s salariales para algunos de la camándula de aplaudidor­es del presidente, aumento de presupuest­o para el Organismo de Inteligenc­ia del Estado y para la Secretaría de Prensa de la Presidenci­a y 20 por ciento menos de inversión en la Procuradur­ía para la Defensa de los Derechos Humanos. La dirección en la que el Gobierno quiere llevar al país queda descrita en estas y en otras comparacio­nes de fácil lectura: invertir en el aparato represivo y punitivo, en la construcci­ón de una nueva y onerosa burocracia, y escamotear­le inversión a la poca contralorí­a que todavía cabe, así como a los posibles focos de disenso, análisis y organizaci­ón social.

El gran acierto del presupuest­o es el aumento de la inversión en salud e infraestru­ctura deportiva, aunque la falta de transparen­cia de la que el régimen ha hecho gala, el candado que le ha impuesto a cuanta informació­n de interés ha podido, cerrojos de siete años para prácticame­nte todo, impedirá al menos durante algunos meses establecer qué tanto de lo que parece financiami­ento para un área fundamenta­l de la gestión pública es sólo despilfarr­o, exceso y burocracia inflada con fines clientelis­tas.

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