A LOS 30 AÑOS DEL SICA
Para que una Comunidad de Estados sea eficaz y se desarrolle se necesita de repúblicas fuertes, de institucionalidad nacional fuerte y de poderes enfocados hacia un mismo objetivo que dejen atrás vehemencias y celos fragmentarios.
Desde mediados del siglo XVIII, hasta inicios del siglo XX, hubo intentos por unificar Centroamérica. Eventos de acción unionista y conflictos marcaron una realidad insoslayable de inestabilidad en la región que avivaban la búsqueda de una necesaria configuración política de paz y desarrollo para los pueblos centroamericanos.
Fue por ello que la “Conferencia de Washington en 1907” y la constitución de la Corte de Justicia Centroamericana reconocieron la historia común, la identidad regional y el trato nacional de todos los centroamericanos. Poco se cumplieron dichos Acuerdos, la Corte desaparecería a los 10 años de su vigencia, poco se pudo hacer.
Avanzaban los procesos de unificación de Centroamérica con la creación de la ODECA, por la vía política y el Tratado General de Integración Económica, por la vía económica, pero nuestra historia volvió a deteriorar la integración de estos Estados. En la década de los 80 la fuerte crisis derivada principalmente de los conflictos internos llevó a los ya conocidos esfuerzos realizados en Esquipulas I y II hasta que en la XI Reunión se llegara a suscribir el Protocolo de Tegucigalpa (PT).
El proceso llevaba como plan no solo la pacificación, sino la institucionalización de Estados Democráticos y de Derecho como base para poder hacer un plan de desarrollo y de integración regional.
Cuando se suscribe el PT se suscribe en reconocimiento que se habían sentado las bases en cada uno de los Estados, para que sobre estas las relaciones de poder se hicieran mediante el funcionamiento de Estados de Derecho. El mismo SICA creado es la base fundamental de una Comunidad de Derecho conformada por órganos de decisión y jurisdiccional, como lo es la Corte Centroamericana de Justicia.
Nuestras repúblicas -de la mano de sus respectivos líderes políticos- hoy vuelven a andar ese camino desandado, de reemprender ese viaje hacia la desunión. Los Estados deben retomar los motivos del porqué se integraron; verificar lo que han firmado y ratificado, continuar con su cumplimiento y someterlos al imperio del derecho y la jurisdicción; y seguir fortaleciendo la democracia y el Estado de derecho, evitando siempre criterios individualistas o de protección soberana.
El interés nacional difícilmente permea en la conducción de los asuntos del Estado. En realidad, prevalecen las ideologías o los intereses de turno. Yo diría, se rompe la pita (lazo, mecate), cada cambio de presidencia en cada país es un dolor de cabeza para el seguimiento de las tareas institucionales del SICA. El Protocolo de Tegucigalpa (PT) establece que el vocero de Centroamérica le corresponde a la Presidencia inmediata anterior, intereses de turno de la Presidencia ejerciente.
Algunos actores creen representar el interés de su país en perjuicio del interés común. Esto impide empujar el carro de la gran república, con la perspectiva que lo hacemos por el bien común y aspirando a construir, eventualmente, algo más macro y superior. Desde cualquier posición, las manifestaciones de poder se hacen con la mayor vehemencia, sin darle mucha cabida al consenso. Nos debemos entonces preguntar si llegó la hora de cambiar y adoptar un mecanismo de decisión que sea más efectivo y democrático.
Si continuamos así, nunca llegaremos a ver al SICA como un todo, sino como la suma de pequeños trozos del mismo que siempre son proclives al conflicto. Porque, además, el juego político es visto como lucha, no como esfuerzo o
Algunos actores creen representar el interés de su país en perjuicio del interés común. Esto impide empujar el carro de la gran república, con la perspectiva que lo hacemos por el bien común y aspirando a construir, eventualmente, algo más macro y superior.
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