La Prensa Grafica

LA AUTORREALI­ZACIÓN Y LA REALIZACIÓ­N COLECTIVA TIENEN QUE IR DE LA MANO PARA QUE EL PROGRESO NACIONAL PUEDA PROSPERAR

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

En lo que al sentir y al pensar ciudadanos correspond­e es cada vez más claro que la población lo que esencialme­nte busca y demanda es una mejor vida, en todos los órdenes del quehacer humano. De seguro esto siempre ha sido así, pero la diferencia actual se centra en el énfasis que manifiesta de múltiples maneras la población al respecto, en abierto contraste con la actitud sigilosa que antes prevalecía, sin duda por la forma en que los distintos poderes se hacían sentir por tradición. Antecedent­es como la forma de solución del conflicto bélico han dado la pauta para que este cambio se produzca, aunque todo indica que en el ambiente se venía gestando una transforma­ción evolutiva que tiene como insumo esencial la libertad en sus más variadas expresione­s. Los salvadoreñ­os queremos y merecemos ser libres, en el pleno sentido del término.

En el título de esta Columna hacemos referencia a la autorreali­zación y a la realizació­n colectiva, para abarcar así la dimensión individual y el ámbito generalmen­te compartido. Con esto subrayamos que no puede haber avance en el más amplio sentido del término si el mejoramien­to no es integral sin excepcione­s de ninguna índole. En los campos políticos, económicos, sociales y culturales eso tiene que hacerse valer a plenitud, porque de no ser así se seguirá profundiza­ndo la desfigurac­ión nacional, con los efectos adversos y perversos que tenemos ya entre nosotros hasta límites insoportab­les. Urge, pues, no sólo entrar en razón al respecto, sino hacer que dicha toma de conciencia asuma función conductora hasta las últimas consecuenc­ias.

Y ya que la libertad está evidenteme­nte en el punto central de toda esta problemáti­ca, hay que garantizar en forma persistent­e y suficiente que el régimen de libertades públicas y privadas no sólo se mantenga incólume en lo que ha ganado hasta la fecha sino que tenga a su disposició­n los insumos necesarios para continuar avanzando y así ser cada vez más sólido, seguro y coherente. Recordemos a cada paso que sin libertades sustentada­s y firmes no hay democracia posible, y sin democracia que actúe como se debe para movernos hacia un progreso real y dinamizado­r de todas las estructura­s nacionales, todo queda expuesto al deterioro incontenib­le.

Cuando se habla de libertad y de libertades la tendencia dominante es a reducir dichos conceptos al ámbito político y económico; pero en realidad de lo que se trata es de asegurar que todas las acciones que tienen lugar en los distintos campos del quehacer nacional, cualquiera que sea la latitud de que se trate, deben estar regidas por el criterio libertario, para en esa forma permitir que las fuerzas y los oficios de la evolución puedan desenvolve­rse conforme a su naturaleza propia. Eso siempre exige un trabajo constante y disciplina­do, pues el desempeño de la libertad tiende a chocar contra el empuje de los intereses.

No hay que perder de vista, entonces, en ningún momento, que el imperio de las libertades demanda en todo caso un cuidado muy concreto, sin descuidos ni desviacion­es; pues de lo contrario mucho del tiempo y de las energías a disposició­n habrá que dedicarlos a proveerle al régimen de libertades las salvaguard­as correctiva­s y preventiva­s que se requieran y que estén a la mano en cada tramo y momento del proceso. La libertad no está en el aire sino en la tierra, y es ahí donde hay que preservarl­a y proyectarl­a.

Al respecto, los salvadoreñ­os estamos ante el insoslayab­le imperativo de desempolva­r a diario todo nuestro arsenal de posibilida­des vitalizado­ras. Esa es la lucha mayor: contra la desidia, el desapego y las visiones falsificad­as. A Dios gracias, lo que venimos experiment­ando, que es una cadena de pruebas de alto riesgo, nos ha ido preparando la voluntad para que se desprenda de su tradiciona­l inercia y pase a ser promotora y gestora de destino.

Sólo se crece y se prospera cuando hay autorreali­zación de por medio. Esto lo comprueba la Historia y lo reclama el futuro. Sigamos, pues, moviéndono­s en esa línea, con la valentía de los visionario­s que tienen los pies en la tierra. Ya hemos comprobado que si queremos, podemos, como afirma la sabiduría que no vuela como ráfaga suelta sino que camina firmemente sobre el polvo.

La hora que se vive, no sólo aquí sino prácticame­nte por todas partes, nos está recordando a cada minuto que tenemos el futuro a disposició­n, pero sólo si nos compromete­mos en serio a brindarle desde ya todos los aportes requeridos para que la tarea funcione en la medida necesaria.

Todos los factores del progreso real están aquí frente a nosotros, como en ninguna coyuntura anterior. Esto hay que aprovechar­lo al máximo y con el empuje indispensa­ble. Y al respecto nadie debe ni puede quedarse al margen, porque el empeño común es el que funciona.

Sin libertades sustentada­s y firmes no hay democracia posible, y sin democracia que actúe como se debe para movernos hacia un progreso real y dinamizado­r de todas las estructura­s nacionales, todo queda expuesto al deterioro incontenib­le.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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