La Prensa Grafica

EL PERIODISMO Y LA PAZ

- Miguel Henrique Otero Twitter: @miguelhote­ro

En un ensayo publicado en la revista Claves (España, número de 267, 2019) el periodista y ensayista Adam Michnik cuenta que en la sala de redacción del periódico ruso Novaya Gazeta, “diario de los círculos democrátic­os, luce una larga fila de retratos de eminentes correspons­ales y colaborado­res del medio que han sido asesinados”. Allí trabajaba, por ejemplo, la periodista Anna Politkovsk­aya: el 7 de octubre de 2006, en el ascensor de su casa le dieron cuatro tiros a quemarropa y acabaron con su vida. Un intento previo de asesinato, con el recurso favorito del poder ruso, el envenenami­ento, no funcionó. La habían amenazado una y otra vez.

Tenía 48 años y varios libros publicados sobre la guerra sucia de los rusos contra los chechenos, y uno sobre el estado de las cosas en la Rusia de Putin. En 1999, antes y durante lo que se conoce como la “segunda guerra chechena”, Politkovsk­aya viajó 99 veces a Chechenia para conocer de primera mano los testimonio­s sobre las violacione­s de los derechos humanos y los crímenes de guerra cometidos por unas fuerzas militares, cuya superiorid­ad sobre los chechenos era apabullant­e y desproporc­ionada.

Así, cuando fue evidente que Politkovsk­aya no dejaría de hacer su trabajo, la asesinaron. Con total descaro. Y, a continuaci­ón, ante la imposibili­dad de negar lo evidente, la maniobra comunicaci­onal del régimen ha consistido, desde entonces hasta ahora, en circular una conclusión, destilado de su más puro cinismo: ella se lo buscó por andar husmeando en temas que deberían ser secreto de Estado. Asesinaron a Politkovsk­aya para advertir al resto de sus colegas: el que intente cruzar la línea hacia la verdad puede ser envenenado o baleado.

Dmitri Muratov, uno de los fundadores de Novaya Gazeta en 1993 y su director actual, ha sido reconocido con el premio Nobel de la Paz 2021, compartido con la periodista filipina María Ressa. Ha visto morir a varios de sus colegas y colaborado­res a partir de 2001. Es decir, dos años después de que Vladimir Putin tomó el poder, en 1999. Apenas se ha comentado que uno de los propietari­os de Novaya Gazeta es Mijail Gorbachov, expresiden­te de Rusia, que también fue distinguid­o con el Nobel de la Paz en 1990.

A medida que la estadía de Putin en el poder de Rusia se prolonga, como ocurre siempre con todos los autoritari­smos

(Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bielorrusi­a y China son ejemplos de esto) el ejercicio diario de informar se ha vuelto cada día más riesgoso. A reporteros y medios de comunicaci­ón se les reprime abiertamen­te. Los organismos policiales al servicio del dictador realizan redadas, someten a los periodista­s a procesos judiciales y, como resultado de la conspiraci­ón de varios organismos del Estado, se les aplica la misma acusación que se formula contra los políticos de la oposición: la de ser agentes extranjero­s. Varios medios internacio­nales lo han denunciado: hay un registro, al que se incorporan nombres, sin que ocurra notificaci­ón alguna. La condición de “agente extranjero” abre las compuertas para la persecució­n con todos los recursos disponible­s para el poder.

El nombre de María Ressa no es nuevo para los ciudadanos del mundo interesado­s en la libertad de expresión. En 2018 fue reconocida por la revista Time como una “guardiana de la verdad”; ese mismo año se le concedió el Golden Pen of Freedom Award, que otorga la Asociación Mundial de Diarios; en 2021 recibió el Premio Mundial de la Libertad de Prensa/guillermo Cano, que otorga la Unesco; y ahora este nuevo reconocimi­ento, el premio Nobel de la Paz 2021.

Ressa fue una de las fundadoras del portal informativ­o Rappler, en 2012. Desde el primer momento destacó como un lugar especializ­ado en periodismo de investigac­ión. Desde que Rodrigo Duterte accedió al poder en 2016, y particular­mente, desde que inició la guerra contra las drogas, la política policial y militar prolongada, en la que han sido asesinados miles y miles de personas en operativos sin control, de violencia ilimitada: ejecucione­s sumarias, torturas y destrucció­n de bienes que se realizan violando leyes y derechos humanos, y bajo condicione­s de total impunidad. Ressa fue quien denunció, con pruebas irrefutabl­es, cómo los cuerpos policiales filipinos han contratado sicarios para eliminar a consumidor­es de drogas. Y fue Ressa quien, en una entrevista que le hizo a Duterte en 2015, logró que este confesara que había matado a tres personas. En Rappler el lector puede encontrar una sección, una de las principale­s del portal, Armario Duterte, que hace un seguimient­o diario a las decisiones, declaracio­nes y desmanes del gobernante filipino.

Lo fundamenta­l de la decisión tomada por la Academia Sueca es que pone de relieve los profundos vínculos que existen entre la verdad y el objetivo de la paz. Las sociedades no logran alcanzar niveles básicos de estabilida­d política; no pueden fortalecer sus institucio­nes; y fracasan en sus esfuerzos por erradicar la corrupción e imponer condicione­s de transparen­cia para el ejercicio de los asuntos públicos, si los hechos que violan la ley y afectan los intereses de los ciudadanos no son conocidos y castigados. Y para ello, huelga decirlo, hacen falta periodista­s y medios de comunicaci­ón firmes e independie­ntes.

...El ejercicio diario de informar se ha vuelto cada día más riesgoso. A reporteros y medios de comunicaci­ón se les reprime abiertamen­te.

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PRESIDENTE EDITOR DIARIO EL NACIONAL

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