CELEBRA LO QUE NO DEBE Y CALLA SOBRE LO QUE DEBE
Tal es la situación que el régimen prorrogó vía legislativa, el mismo día de las 35 mil personas en el estadio, la prohibición de organizar festejos patronales, mítines y conciertos por otros cuatro meses con el objetivo de “evitar las aglomeraciones y así limitar la transmisión de la COVID-19.” ¿Cuál es la diferencia entre unas y otras concentraciones de gente? ¿Por qué la crisis sanitaria salió en un dos por tres de la narrativa del gobernante? Son misterios que escapan de la explicación política barriobajera que se ha vuelto común en El Salvador.
Las prioridades al revés: Bukele celebraba ayer lo que, a su juicio, fue el fracaso de la convocatoria ciudadana a marchar contra algunas de sus políticas y decisiones en diversas materias, mientras que a mitad de la semana lo único que le preocupó de la concentración de personas en condiciones sanitarias preocupantes en un evento deportivo fue el resultado del juego.
Ayer, valga decirlo, no obstante el lamentable papel de las fuerzas de seguridad que intentaron obstaculizar la asistencia de los ciudadanos, la manifestación fue numerosa y diversa; es obvio que cada vez más y heterogéneos sectores expresan su inconformidad con el gobierno, sus énfasis y decisiones. Pero por sobre todas las causas que invitan a la gente a manifestarse, el principal problema de El Salvador continúa siendo la pandemia, sus alcances, la saturación del sistema hospitalario y la deficiente observación de las medidas de bioseguridad de parte de la población.
Este fin de semana según las estadísticas oficiales, hubo el doble de ciudadanos aplicándose la tercera dosis que la primera, sin duda un signo de lo acelerado que ha marchado el proceso de inmunización. A esa tarea, encarada con éxito después de las dudas iniciales de los mismos contribuyentes, no le han sucedido pasos fundamentales como la mejora de la comunicación gubernamental, la transparencia acerca de las cifras y la ponderación de las medidas de apertura o cierre de ciertas actividades ante diferentes coyunturas de propagación del virus.
Desde hace cuarenta días, El Salvador no baja de los 300 nuevos casos diarios. Es previsible que la concentración de unas 35 mil personas en el estadio Cuscatlán el pasado 13 de octubre se refleje en una nueva ola de contagios que se sumará a la que la nación ya sufre; esas personas comenzarán a sufrir síntomas en la semana del 25 de octubre.
Esa coyuntura requerirá, como la de enero pasado o la que se encuentra en curso desde la primera semana de septiembre, de más datos, de más concientización y por supuesto que de restricciones en los municipios más afectados. Pero el gobierno no quiere reconocer lo que está pasando, cerrando filas alrededor de su cacareado triunfo sobre la pandemia, las encuestas por encargo llenas de aplausos y los elogios internacionales que obsesionan a Bukele.
Tal es la situación que el régimen prorrogó vía legislativa, el mismo día de las 35 mil personas en el estadio, la prohibición de organizar festejos patronales, mítines y conciertos por otros cuatro meses con el objetivo de “evitar las aglomeraciones y así limitar la transmisión de la COVID-19.” ¿Cuál es la diferencia entre unas y otras concentraciones de gente? ¿Por qué la crisis sanitaria salió en un dos por tres de la narrativa del gobernante? Son misterios que escapan de la explicación política barriobajera que se ha vuelto común en El Salvador. Por supuesto, que el mandatario haya pedido a los ciudadanos que hicieran fila en los cajeros de su proyecto escolar para recibir un regalo y formar parte “de la historia económica mundial” no lo deja bien parado. Afortunadamente, lacrip to monetiza ció nexprésn ole interesó tanto a la población.
Decenas de vidas salvadoreñas siguen perdiéndose por el COVID-19. Si no es por compasión ni empatía, Bukele debe devolverle prioridad a la comunicación oficial sobre este tema al menos para subirle unos puntos de ráting a su outlet informativo. Ya no para aterrorizar a la gente como hace año y medio pero sí para subrayar lo que el Estado necesita de la ciudadanía, arrojar data sobre el estatus de los hospitales y solidarizarse con los miles que el próximo noviembre recordarán a sus deudos luego de que el virus se los llevó.