LA VALIENTE MARCHA Y EL MIEDO DEL COBARDE
Sin duda la marcha de la semana pasada fue un éxito, porque la oposición una vez más demostró que más allá de colores partidarios o políticos, tiene ya clara que no es lícita la actitud del autocrático presidente, quien piensa que manejar un país es cosa de juego y que hay dos bandos en esto, “los míos” y “los enemigos”; y que mientras él vaya ganando ese jueguecito, todo es legal, inclusive cambiar las reglas del partido a medio camino y comprar a los árbitros para que a su grupo se le permita todo y a los demás todo les sea negado.
Como cualquier régimen dictatorial, el del “emperador” como ahora gusta que le llamen, no tolera el disenso y trata de minimizar toda manifestación de la oposición, intentando ridiculizarla y comandando a su escolta pretoriana para evitar que sus adversarios se concentren, reteniendo ilegalmente a los autobuses y amenazando a los que se hubieran reunido; tal como ocurrió el 17 de octubre, cuando arremetió contra ellos cada quince minutos desde un febril tuit en que trabajaron afanosamente todos sus troles.
Lo tragicómico del asunto es que mientras el tirano y sus secuaces hacen lo imposible para aparentar que las concentraciones fracasaron, estas le dan tanto miedo al cobarde, que ya ordenó a su descarada facción legislativa que las impida a fuerza de otra ley espuria y del garrote, encarcelando a quienes las promuevan y multándolos con 35 mil dólares. ¡Qué régimen más corrupto! ¡Qué descaro el del dictador y de sus esbirros!; ¿hasta dónde hemos de permitir que estos malsines continúen envileciendo el aire que respiran y la tierra que en mala hora los vio nacer?
Pero ya la gente ha manifestado su descontento y lo continuará haciendo, le guste al déspota o no; y aun cuando él por un lado arreste a sus contrarios y por el otro, convoque a un desfile bufo de sus seguidores, a los que acarreará en buses y camiones, escoltados por la policía servil y reclutados por el ejército amansado del califa; el Pueblo ya despertó y no le importará el discurso de odio con el que se le amenaza cada día.
La genuflexa Asamblea y la Corte de marionetas no podrán resistir por mucho el embate de la Justicia, e internacionalmente irán quedando al descubierto las canalladas y las acciones delincuenciales que por hoy pretenden ocultar; y entonces el discurso patético en donde los seguidores del sultán insultan y amenazan a todo el que busca la democracia en este país se volverá como un boomerang contra quienes hoy hablan en nombre del régimen, porque el que escupe al cielo, en la cara le cae.
¿Qué país cobijará al señor Araujo o al señor Auerbach o al trasnochado señor Bruch? ¿Quiénes serán los amigos del moribundo sistema y de las escorias parlamentarias cuando la comunidad de naciones y los salvadoreños de bien derroten en las urnas o por el derecho internacional a los opresores y violadores de la Constitución y de la
Carta Democrática Interamericana?
Uno de tantos defectos de estos pícaros es que no tienen aliados; se han peleado con todos, en el afán psicótico que mueve a su mesías (con
“m” minúscula porque no es el verdadero, sino una especie de anticristo que se cree el ungido del Altísimo) y pronto el tiempo pasará la factura.
Muchos discursos y muchos desfiles podrán montar en el circo de cepillín, como decía un amigo, pero la verdad ha de prevalecer siempre; y estos, que creen que no tienen límites y que pueden hacer todo cuanto plazcan, porque fueron elegidos por la gente, terminarán sus días al mejor estilo de los juicios de Núremberg; porque lo repito, nadie está sobre la ley y todos nos debemos sujetar a ella, porque la Justicia es ciega y tiene una balanza que no se inclina ante nadie ni es aliada de los poderosos del momento; y además tiene una espada que nunca se dobla pero que tampoco teme cortar de tajo a la cizaña y a la podredumbre que la mancilla.
¡Adelante, que Dios es nuestro copiloto!
El discurso patético en donde los seguidores del sultán insultan y amenazan a todo el que busca la democracia en este país se volverá como un boomerang contra quienes hoy hablan en nombre del régimen.