LOS TRASTORNOS POLÍTICOS, ECONÓMICOS Y SOCIALES ESTÁN A LA ORDEN DEL DÍA, Y POR ESO LOS NUDOS PROLIFERAN EN EL AMBIENTE
Desde hace algunos años, el proceso nacional viene viviendo una experiencia traumática que, a pesar de los signos que se sucedían en el tiempo, no recibió los tratamientos adecuados para evitar consecuencias de estrago mayor. Este ejercicio no es nuevo en el acaecer histórico nacional, porque los salvadoreños nunca tuvimos el cuidado preventivo para evitar que las situaciones adversas derivaran en crisis, y esa es una forma de conducta que nos ha acarreado la mayoría de nuestros males en el curso del tiempo. Lo anterior se agrava cuando los enredos se expanden hacia otras áreas del vivir comunitario, como es el caso de la pandemia del coronavirus, que aún está presente en constante mutación, y también el de la detonación inflacionaria por efecto del choque entre Rusia y Ucrania, que es una “guerra” de nuevo estilo. El mundo ya no es de ningún modo el que conocíamos, y eso en sí genera una crisis de identidad que se contagia por doquier. Nos hallamos, pues, ante el imperativo de reinventarnos sin saber a ciencia cierta cuáles podrían ser las consecuencias siguientes, pese a que tenemos ya la convicción de que lo peor que puede ocurrirnos es quedar estacionados en las prácticas inmovilizadoras. Pero como este fenómeno ha llegado a ser global, hoy es mucho más difícil aislarse en las especulaciones gratuitas, y eso que acabamos de llamar “nudos” que proliferan en el ambiente se dan a lo largo y a lo ancho del mapamundi, con una unanimidad que jamás hubiéramos imaginado hasta hace muy poco, aunque desde luego, como es insoslayablemente natural, cada caso tiene sus características muy propias, sobre todo porque nos estamos refiriendo a latitudes y a historias diferentes. No es de extrañar entonces que, tenido en cuenta todo lo anterior, las conflictividades y los despistes se hallen a la orden del día, con todo lo que eso acarrea. La Humanidad del momento actual es, pues, una especie de hermandad de nuevo estilo, en el que casi nada de lo que antes funcionó puede hacerlo hoy; pero, en una especie de compensación aleatoria, como se trata de un acaecer global, las enseñanzas nos alcanzan a todos, con sus pros y sus contras, lo cual es como vivir en un aprendizaje sin fronteras. Estamos confundidos e inquietos, y al mismo tiempo –aunque nos cueste reconocerlo– esperanzados y dispuestos. Y deberíamos aceptar que los que vivíamos arrinconados en el “Tercer Mundo” somos hoy los que mayores beneficios podemos lograr. ¡Gracias, entonces, época insospechada!