HERMANAS UNIDAS POR LA VOCACIÓN DE EDUCAR Y ENSEÑAR A NIÑOS DE AGUILARES
Las maestras Lutecia, Audrey, María y Zoila Guzmán Rivera destacan desde 1980 en Aguilares por su aporte a la educación de los niños y de los adolescentes.
“Cada niño tiene una historia y nos sentimos más humanos, la hacemos de enfermeras, doctoras, consejeras y por eso me encanta esta profesión”.
Lutecia María Guzmán R.,
MAESTRA
“Esto (profesorado) no es una carrera rentable, no es para hacerse rico, pero nos queda la satisfacción de educar y dejar legado en nuevas generaciones”.
Audrey Dilfa Guzmán Rivera, MAESTRA
“Mientras cursaba mis estudios de tercer ciclo enseñaba a leer y escribir a unos vecinos, me gustaba hacerlo, eso me motivó para estudiar el profesorado.”
Zoila Elizabeth Guzmán R., MAESTRA
Cuando Zoila Elizabeth Guzmán Rivera decidió en 1983 iniciar sus estudios de profesorado nunca imaginó que sus tres hermanas, María Teresa, Audrey Dilfa y Lutecia María, seguirían sus pasos hasta convertirse en profesionales de la educación en su natal Aguilares, San Salvador.
Estas cuatro hermanas, especialistas en la educación parvularia y de primero y segundo ciclo son reconocidas y queridas por su labor y servicio en diferentes centros de estudios de Aguilares.
Reconocen que fue fundamental el apoyo de sus padres Salvador Guzmán Arévalo e Hilda Rivera de Guzmán (fallecidos) para convertirse en maestras.
Admitieron que provienen de una familia de escasos recursos pero llena de valores. De los cinco hijos de la pareja, Salvador Ernesto fue el único que no optó por el profesorado, y vive en México. Zoila Elizabeth, la mayor de las hermanas, se jubiló en 2021 como docente del Centro Escolar Profesora María Teresa Guzmán de la colonia Los Mangos de Aguilares, mientras que, actualmente María Teresa, es la directora de ese centro de estudios que lleva su nombre (leer nota aparte), Lutecia María labora en ese mismo centro escolar y Audrey Dilfa en el Complejo Educativo Católico Padre Rutilio Grande de la misma localidad.
REFERENTE EN CASA
Ver alfabetizar en su juventud a Zoila Elizabeth a niños y adultos del centro de Aguilares motivó al resto de hermanas a seguir sus pasos. Zoila se ganó el respeto y admiración del vecindario por su vocación de enseñar, señalaron.
Zoila inició en 1980 (sin título) en la escuela del cantón La Cabaña, Aguilares, se graduó como maestra en 1985. En 1992 fue trasladada al Centro Escolar Profesora María Teresa Guzmán hasta su jubilación. “Mientras cursaba mis estudios de tercer ciclo llegaban unos vecinos para que les enseñara a leer y escribir, me gustaba hacerlo, eso me motivó para estudiar el profesorado. Nunca me imaginé que mis hermanas también estudiarían para profesoras, se motivaron al verme enseñar a leer y escribir y que me dijeran ‘señorita’ o profesora”, recordó Zoila.
Tras 37 años de carrera, admitió que, “mis padres me dijeron que no estudiaría porque no tenían dinero, pero fui perseverante, ingresé a un bachillerato pedagógico y eso me sirvió de base para luego cursar mi licenciatura en ciencias de la educación y luego mi licenciatura en administración de la educación”, dijo.
Mientras que, María Teresa Guzmán Rivera, actual directora del centro escolar que lleva su nombre, aseveró que desde
niñas son muy unidas y eso fue pilar fundamental en su formación: “Nos dio ese gusto por seguir sus pasos (de Zoila) , la comunidad la respetaba mucho y me dije: yo también quiero ser maestra”.
“Ser maestra es una experiencia bonita por compartir con los niños, conocer familias, algunas de escasos recursos. Me siento identificada con los niños. Recibirlos con una sonrisa y abrazo es mi mejor experiencia”, añadió la segunda hija de la familia Guzmán Rivera.
TODO INICIÓ COMO JUEGO
“Cuando mi hermana (Zoila) comenzó a trabajar de profesora jugábamos en la casa que ella era nuestra maestra, me gustó su trabajo. Muchos vecinos la buscaban a pesar de no estar nombrada (plaza de profesora) para que les enseñara a leer. Alfabetizó
a muchas personas adultas y se sentía satisfecha que ellos aprendieran a leer. Eso me gustó y estudié para docente, es algo que me gustó. Atender niños de diferentes familias, algunas, desintegradas y uno toma esos casos como propios, con el diálogo y mostrando afecto”, recordó Audrey Dilfa.
Audrey se mostró agradecida con el apoyo recibido de sus padres, “nos ayudaron con sacrificio y humildad. Esto (profesorado) no es una carrera rentable, no es para hacerse rico, pero queda la satisfacción de ayudar a los demás, enseñar lo que uno sabe y dejar el legado en las nuevas generaciones”.
“Ya voy a tener 30 años de ser docente y he sacado promociones de alumnos que en la actualidad ya son profesionales y algunos me superaron. Crecimos en el centro de Aguilares, fuimos criados humildemente, pero con mucho sacrificio logramos el objetivo de convertirnos en maestras”, concluyó Audrey.
Por su parte, Lutecia María, reveló que desde su niñez soñaba con convertirse en doctora, pero que su padre le dijo que no tenía los recursos económicos para pagar una carrera “tan cara”.
Optó por especializarse en el profesorado en parvularia de 4 a 6 años y no se arrepiente. “Las ironías de la vida: mis papás no podían leer ni escribir, pero se esforzaron en darnos buen estudio. Aceptamos el reto y nos convertimos en maestras, tenemos ese legado de nuestros padres. Nos dijeron que debíamos ayudando a los niños. “Es una profesión preciosa, cada niño tiene una historia y nos sentimos más humanos, algunos niños no tienen papás y la hacemos de enfermeras, doctoras, consejeras y por eso me encanta esta profesión. Nuestros padres no nos dieron lujos, pero nos dieron valores, amor al prójimo, ya fallecieron y se fueron contentos porque nos prepararon”, expuso.